“El precio del novillo deflacionó: perdió 25 por ciento desde el record de Pascua”, advirtió en su principal titular Valor Carne, portal de referencia del sector ganadero. La particular queja en medio de la estampida inflacionaria es porque el sector se ve forzado a aumentar la oferta de ganado a raíz de la sequía, a lo que se suma que la demanda interna está en mínimos históricos y que en las últimas semanas se evidenció cierta estabilización de los precios internacionales, por lo que no hay margen para mayores aumentos.

"El valor real de la hacienda alcanzó un pico histórico en la semana de Pascua de este año. Después se estabilizó en términos nominales hasta la actualidad. Al haberse acelerado la tasa de inflación, este parate representó una pérdida en términos reales significativa, del orden del 25 por ciento", explicó Miguel Gorelik en el portal.

Esa situación se refleja en los precios en las góndolas. En julio el kilo de asado bajó 0,5 por ciento, de acuerdo al informe del Indec que reconoció una inflación general del 7,4 por ciento, la más alta en dos décadas para un mes. El kilo de cuadril retrocedió 0,9 por ciento, mientras que la nalga lo hizo 0,3. La paleta subió 0,6 y la carne picada común, 1,2.

La fuerte incidencia que tiene la carne en el rubro Alimentos y bebidas del IPC lo empujó para abajo el mes pasado y permitió que finalizara en 6 por ciento, menos que el nivel general de 7,4.

En siete meses del año, el rubro carnes y derivados trepó 39,9 por ciento en la región Gran Buenos Aires, contra el 46,0 por ciento de inflación general en el distrito. El Indec precisa la información de carnes y derivados en los apartados regionales. Esa misma evolución de incrementos de la carne por debajo de la inflación general se observa en todo el país, con excepción de la Patagonia.

En 2021, en cambio, carnes y derivados había subido en todas las regiones más que el IPC. En el Gran Buenos Aires fue 60,6 por ciento, contra un inflación del 51,4.

Es decir, de ubicarse más de 9 puntos por encima de la inflación en 2021, la carne se encuentra en este momento 6 puntos por debajo. Esa evolución permitió una muy leve recuperación del consumo interno en lo que va del año, de un kilo per cápita, hasta 49,3 kilos.

Sin embargo, los productores esperan que las condiciones climáticas mejoren para octubre y eso les permita "recuperar" los puntos perdidos contra la inflación en la última parte del año, en especial con los aumentos estacionales que se dan para las Fiestas.

Su aspiración, como se ve, choca con el interés de los consumidores, que más allá de la disminución relativa del precio de la carne, sufren una golpiza de aumentos día tras día que para las mayorías populares representan una caída directa del poder de compra.

Puja distributiva

Hay un segundo elemento que muestra la diferencia de objetivos entre los productores ganaderos y los trabajadores y demás sectores de ingresos fijos. Los dueños del ganado hacen lobby por una liberalización total de las exportaciones, como planteó este viernes la Mesa de Enlace en la reunión con Sergio Massa.

Los ruralistas, más allá del sector ganadero, también pretenden una suba del dólar oficial del 40 al 50 por ciento. Eso significaría directamente un golpe de nocaut para los asalariados.

Son elementos que forman parte de la puja distributiva entre sectores del capital y el trabajo. En contextos como el actual, de fuertes tensiones con el tipo de cambio e incertidumbre, los formadores de precios y aquellos que pueden imponer aumentos lo hacen por demás para "cubrirse" de cualquier situación o aprovechar para incrementar sus márgenes de ganancia.

En esa puja, la Unión Industrial Argentina se sumó con una ristra de reclamos en contra de la ampliación de derechos para los trabajadores, que puedan significar mayores costos para el sector empresario. Este viernes publicó un comunicado en el que señaló su "profunda preocupación por el conjunto de proyectos que se están tratando en la Comisión de Legislación del Trabajo de la Cámara de Diputados". Son iniciativas que, según la central fabril, "impactarán negativamente en la generación de empleo formal, los niveles de producción y los costos empresarios".

"Agendas legislativas como el incremento de los plazos de prescripción de 2 a 3 o 5 años, la disminución de la jornada de trabajo de 8 a 6 horas, la prohibición de acordar jornadas de trabajo a través de la negociación colectiva, el incremento de las licencias de los trabajadores y la participación de los trabajadores en las utilidades, entre otros proyectos, no dan respuesta a los desafíos urgentes que tiene la Argentina", enfatizó.

Son propuestas con escasas posibilidades de prosperar, pero los industriales marcan la cancha en el contexto de puja distributiva.

El plan no cambia

Desde el inicio de la gestión el Gobierno planteó que convocaría a un acuerdo social para establecer pautas que ordenen esa disputa, pero en la práctica nunca ocurrió. Alberto Fernández y Massa volvieron a anunciar los últimos días que llamarían al diálogo a sindicatos y cámaras patronales, pero otra vez no termina de concretarse.

La estrategia para combatir la inflación sigue siendo la misma que instaló Martín Guzmán cuando ocupaba la cartera de Economía: conseguir un ordenamiento macroeconómico que despeje factores de incertidumbre, en especial respecto del valor del dólar, y desde esa base empezar a bajar la espuma de los precios.

Con su renuncia intempestiva, sin embargo, Guzmán provocó todo lo contrario y fue uno de los responsables del record de inflación de julio. Ahora Massa intenta ordenar la situación con medidas de carácter fiscal, recorte de subsidios a las tarifas y suba de tasas de interés. Es una apuesta que, por los resultados obtenidos hasta ahora, no ofrece demasiado espacio para el optimismo.