En un alto de su gira internacional por Europa, Estados Unidos y Brasil, donde está presentando el exitoso tour Portas, Marisa Monte piensa en Argentina. Brasilia y Porto Alegre son las próximas paradas y luego, entre septiembre y octubre, vendrán Buenos Aires, Rosario, Montevideo y Santiago de Chile. Por correo electrónico desde su casa de Río de Janeiro, Marisa nombra a Martha Argerich, Café de Los Maestros, Bajofondo, Gustavo Santaolalla, Fito Paez. Y lo que, para ella, son los grandes clásicos: Mercedes Sosa, Carlos Gardel y Astor Piazzolla. Un mapa de afinidades electivas sobre música argentina. “A ellos vuelvo siempre. Los adoro”, dice.

Para la cantante, compositora y multiinstrumentista carioca esos nombres son más que una escucha predilecta: constituyen el nervio central de una identidad cultural, ese lazo entre Brasil y Argentina tan íntimo como asimétrico en sus dimensiones geográficas, que disparó en Caetano Veloso frases como “Brasil es un mulato gigante que habla portugués en el sur”. Un gigante, sin embargo, que no puede devorarlo todo y se embelesa con el tango, el rock y el folklore regional.  

El propio Caetano, que acaba de cumplir 80 años, destacó recientemente la versión de Marisa Monte y Paulinho da Viola de “Carinhoso”, la popular canción de Pixinguinha e João de Barro, como un capítulo fundamental de la historia musical brasileña. Suele ser un tema que la cantante toca a pedido de sus fans argentinos. Tanto Caetano como Marisa conocen el gusto especial y dedicado del público rioplatense para con sus obras.  “Es siempre una enorme alegría volver a Argentina, donde siempre soy recibida con mucho calor y cariño. Después del largo paréntesis de los escenarios por la pandemia, este retorno lo vivo como una sensación única, llena de alivio y saudades”, escribe por mail Marisa acerca de su pronta visita al país, cuya gira celebra más de 30 años de carrera como una de las autoras más resonantes de la MPB. “El público argentino es exigente y pasional, un gran admirador de la música brasilera. Y tradicionalmente conoce a fondo nuestra cultura en un cálido intercambio fraternal que siempre nos acerca”, agrega la artista de 55 años que a fines del año pasado recibió el prestigioso premio Tenco en San Remo, siendo la primera mujer brasileña en obtenerlo.

Foto: Leo Aversa

Marisa Monte vuelve a Argentina con un puñado de canciones bajo el brazo, las que sacó en su último disco, Portas, después de un largo silencio más allá de su colaboración en Tribalistas junto a Arnaldo Antunes y Carlinhos Brown: hacía diez años que no grababa como solista, desde O que você quer saber de verdade. “Em qualquer tom”, “Fazendo cena”, “Déjà vu”, “Espaçonaves” -en la que participó Marcelo Camelo, uno de los compositores más descollantes de su banda- “Depois” y “Totalmente seu” son algunas de las gemas en voz y composición donde retorna a una arquitectura sonora con menos efectos eléctricos y más minimalista en lo acústico combinado sutilmente con la sección rítmica, sin que falte su sello melódico tan arraigado en su elegante fraseo vocal –cuanto más envejece, más colores y brillos tiene– como rítmicamente ecléctico, del pop a la samba, del choro al vals mediterráneo, como el lúdico “Vento sardo” que cantó a dúo con Jorge Drexler.

La cantante habla de Portas, su noveno disco y en el que también participan Arnaldo Antunes, Seu Jorge y Nando Reis, como una creación fresca y espiritual, en la que busca abrir puertas interiores y exteriores; un disco con un concepto de producción de vivo en estudio, elaborado muy artesanalmente. En 2020 estaba dispuesta a materializarlo con su banda pero llegó el virus. Bajo los protocolos sanitarios, entonces, entraron al estudio creando un método híbrido entre el trabajo presencial en Río de Janeiro y grabaciones remotas en Madrid, Barcelona, Lisboa y Nueva York. “Lo hicimos a partir de encuentros y respiraciones colectivas alrededor de la música. Fue con toda intensidad y a la vez con desahogo, y bajo la presencia humana como protagonista. Aunque parezca una ironía es el disco con más participaciones internacionales en mi carrera”, comenta.

¿Cómo creés que se están abriendo esas puertas en la recepción del disco?

–Son elementos simbólicos que traen varios significados. Pasajes, transformaciones, elecciones, mudanzas, cierres y aperturas que pueden ser externas o internas. Me permití compartir en estas canciones todos los sentimientos de incertidumbre, angustia y miedo desde el momento trágico que empezamos a vivir con la pandemia. Creo en la potencia del arte para ofrecer una resistencia poética, creativa y amorosa. Es ahí y en la política civil donde percibo los movimientos más inspiradores. A pesar de todas las dificultades de la actual democracia, pienso que estamos en un proceso de evolución civilizatoria y que si evaluáramos una curva de tiempo más larga, de 50 a 100 años, ciertamente percibiremos los avances en el campo de la ciencia, de los derechos civiles, de las libertades individuales y de las cuestiones de género y racionales. No desconozco que es una construcción colectiva, que infelizmente no está siendo tan rápida como nos gustaría, pero que sigue siempre en el flujo constante hacia el progreso a pesar de los momentos dramáticos actuales. Con este disco, me gustaría conectar personas con ese sentido de esperanza y con la certeza histórica de creer en la evolución de la civilización.

No teme ser etiquetada en las huestes en la positividad banal "new age". Por el contrario, se define como una "activista del optimismo" que, lejos de alguna filiación partidaria, gusta de acciones solidarias como cuando donó una parte de la recaudación de su disco para los profesionales de la salud. Hoy es madrina de Filhos da Águia, una escuela de samba que prepara más de mil niños y niñas para los desfiles de carnaval infantil. Como también de ArtFio, mujeres artesanas de Ceará que capacitan a familias en la microeconomía. Los shows de Marisa Monte están cruzados permanentemente por los cánticos contra Jair Bolsonaro. Sin ir más lejos, la cantante debió intervenir en uno de sus últimos, cuando advirtió insultos de tinte homofóbico hacia el presidente. “Con gritar Fora Bolsonaro alcanza”, les dijo a sus fans. Y luego agitó: “Queremos más democracia, más educación, más salud, más ciencia, más medio ambiente, más homosexualidad”.

Foto: Leo Aversa

Para sus conciertos en Argentina, adelanta que Portas concentra una idea algo operística en la puesta en escena. “No sólo estarán las canciones de mi nuevo disco sino el repertorio de todas las fases de mi carrera. Y con una banda extraordinaria que me respalda”, enfatiza, y se encarga de nombrar uno por uno a sus integrantes: Dadi –bajo, teclado y guitarra–, Davi Moraes –guitarra–, Pupillo –batería–, Pretinho da Serrinha –percusión, cavaquinho y voz–, Chico Brown –el talentoso hijo de Carlinhos en teclado, guitarra, bajo y voz–, Antonio Neves –trombón y arreglos de metales–, Eduardo Santanna –trompeta y flugelhorn– y Lessa –flauta y saxo–. Una big band al servicio de una artista capaz de hipnotizar con sus conciertos en vivo como en la ingeniería de estudio, donde Portas se escucha con un riesgo estético en la búsqueda del sofisticado ensamble en una actitud que, por regla general, no abunda en alguien que ganó cuatro premios Grammy.

“La concepción escénica está pensada para potenciar las palabras cantadas en la comunicación con el público”, apunta quien desde el comienzo de su carrera diseñó un control total de sus producciones, con propio sello discográfico y propia agencia bajo un liderazgo horizontal que se nutre de músicos jóvenes y experimentados. Tanto como sus gustos musicales, de Tim Maia a Satie, de Stevie Wonder a Debussy, de David Byrne a Rita Lee, a quien reconoce como referente fundamental, el camino de Marisa fue el de consolidarse como cantautora, abriendo una huella impensada para las de su generación junto a Adriana Calcanhotto y Céu, entre otras. Una camada de mujeres que nació con la música física y que con las nuevas tecnologías han dado un vuelco total a sus creaciones. “Hemos tenido que aprenderlo todo de nuevo, incorporar lenguaje técnico y apropiarnos de las herramientas, pero nos permitió resolver dificultades para seguir con la autonomía artística y llegar a todo tipo de audiencias. No me gusta que me traten de artista consagrada, me gusta vivir aprendizajes permanentes con la música, ir descubriendo nuevos conceptos y sonidos”, precisa Marisa Monte y suelta unas últimas palabras de evocación de alegría, como no podía ser de otra forma.

“Estoy muy feliz de volver a encontrarme con el público después de dos años. Entre sonrisas y lágrimas de felicidad, abriendo puertas para la imaginación, para la poesía, para el sueño de pensar un mundo mejor. Ese es mi último mensaje para que me esperen los argentinos”, dice, en tono jocoso. Su último tema, “Feliz, alegre e forte”, es un samba rock compuesto con Pretinho da Serrinha y que quedó fuera de su último disco, ya que la cantante originalmente se lo reservó para estrenar en escena, durante su presentación planeada el año pasado en Rio de Janeiro, un show que finalmente se canceló por la pandemia. Lanzado finalmente como simple en mayo, y por supuesto incluido en el repertorio de esta gira, en él Marisa canta que no importa si el tiempo ha pasado, que no importa un tropiezo sino que lo que vale es levantarse, que lo que importa es el aquí y el ahora, el estar en movimiento y que cada vez es tiempo mientras se pueda estar. “Es un tema que representa mi presente, en el que pienso que depende de nosotros creer, amar y transformar todo mal, toda hostilidad, todo desánimo. Puede sonar ingenuo, pero siento que la gente necesita palabras cálidas, simples y directas, porque ya abundan por todos lados los discursos del odio y de la destrucción del planeta. Fue tal la recepción que ahora el público me la pide, se arma un eco festivo, y esa fue la idea, de lanzar la canción para interpretarla en los escenarios. Por eso la mantuvimos en espera, y ahora es increíble lo que se genera en vivo, con la emoción compartida. Es todo lo que una puede aspirar como artista”.

Marisa Monte se estará presentando el 23 de septiembre en el Teatro Gran Rex, y dos días después en El Círculo (Rosario). La gira continúa el 27 en Montevideo y el 1 de octubre en Santiago de Chile.