Abucheo en la función de prensa, ovación de pie en la presentación oficial. Eso fue lo que sucedió con Okja, la película más reciente de Bong Joon-ho, realizador de Memories of Murder y The Host, en mayo pasado en Cannes. El abucheo fue doble. Primero, cuando apareció el logo de Netflix. Enseguida, porque la película se proyectó durante los primeros siete minutos en un ratio incorrecto (el ratio es la relación entre el ancho y el largo del cuadro cinematográfico). La ovación fue de cuatro minutos, al cabo de la primera proyección oficial, el 18 de mayo. De todos estos datos, el más importante es el que podría llamarse “factor Netflix”, consistente en el rechazo que provocó la aceptación en competencia, por parte de las autoridades del festival, de dos películas producidas por esa plataforma líder de contenidos para televisión, que, se sabía de antemano, no serían estrenadas en cine. Una de ellas era la de Bong Joon-ho, la otra The Meyerowitz Stories, la nueva de Noah Baumbach, realizador de Frances Ha Ha. 

El propio Almodóvar, presidente del Jurado Oficial para la ocasión, puso el dedo en la llaga cuando señaló la paradoja que representaría una ganadora de la Palma de Oro que no se estrenara en salas de cine. La sangre no llegó al río (el jurado se ocupó de no premiar a ninguna de ellas), la dirección de Cannes se comprometió a que nunca más incurriría en la misma barbaridad y Okja acaba de llegar a Netflix. Ése es en definitiva –acalladas las batallas de política y economía de la imagen– el motivo de esta nota. Después de la notable recepción internacional de The Host, Bong Joon-ho (Daegu, 1969) comenzó a preparar su desembarco global, y éste tuvo lugar con el film de ciencia ficción Snowpiercer (2013), que ya había sido lanzado por Netflix pocos días después de su estreno en mercados occidentales. Okja representa, en este sentido, un paso más. 

Coproducida entre otros por Tilda Swinton y Brad Pitt, coescrita por Bong junto al guionista y periodista de investigación de origen galés Jon Ronson, fotografiada por el célebre Darius Khondji (Delicatessen, Seven, Amour), Okja –en la que Bong vuelve a fusionar, como en Snowpiercer, elementos occidentales y asiáticos– es algo así como una suma de Heidi, Mi vecino Totoro, una fábula de Terrence Malick, E.T. y sátira anticorporativa.

En el año 2007, la corporación Mirando logra dar a luz una raza de súper cerdos, anunciando que enviarán a veintiséis de ellos a distintos puntos del planeta, para elegir al mejor diez años más tarde (o sea, hoy). Corte a la región boscosa de Corea del Sur, donde una niña llamada Mija vive felizmente con su abuelo y Okja, imponente bestia con aspecto más de hipopótamo que de cerdo, tan querible y buenazo como el Totoro de Hayao Miyazaki. De hecho, cuando Okja se tira panza arriba, las patas abiertas, Mija se arroja sobre ella (es hembra) y así duermen la siesta, tal como lo hacía Satsuki en la obra maestra del maestro nipón. Okja es su mascota, tan fiel que en una situación de peligro, con Mija colgando de un acantilado, la giganta de varias toneladas es capaz de tirarse al agua para salvarla.

A este paraíso malickiano llega el hombre occidental, y ya se sabe lo que pasa cuando pasa esto. Transcurrieron aquellos diez años y como representantes de Mirando aparece un grupo de exploradores bastante desecho, luego de subir y bajar montañas, conducidos por un presunto zoólogo marcadamente ridículo (un inusitado Jake Gylenhaal), quien rápidamente dictamina que Okja es el mejor ejemplar. Habrá que trasladarla a Nueva York, donde le espera un cruel destino que su dueña aún ignora. Okja está claramente dividida en dos partes. La primera funciona como típico film infantil “de mascota y naturaleza”, al estilo El libro de la selva, y Bong logra toda la magia que se requiere para derretir las defensas del escéptico adulto, hasta tenerlo entregado chorreando sonrisas. La digitalización de Okja es lo suficientemente extraordinaria como para que sea necesario recordar que se trata de un animal digitalizado para no suponerlo real. Un elemento clave, que permite relacionarse con él tal como la protagonista.

La segunda parte de Okja es la exacta contracara de la primera: frente a la naturaleza en plenitud, la inocencia y el estado de armonía con el entorno, el gran mundo urbano, New York, la corporación, Occidente. Representada por la hija de su fundador (Tilda Swinton, que ya estaba caricaturesca en Snowpiercer y vuelve a estarlo aquí), Mirando tiene segundas intenciones detrás del concurso por el mejor supercerdo, y lógicamente son de despiadado aprovechamiento económico. Frente a la corporación, ¿puede ser que el Frente de Liberación Animal sea una solución? Se trata de un grupo ilegal de defensores de los derechos de los animales, acaudillados por un tal Jay (Paul Dano), que desde ya no portan armas, aunque eventualmente su líder puede llegar a reaccionar con inusitada violencia. Daría la sensación de que le falta algo de filo a esta segunda parte, de que la crueldad de la compañía se queda corta, el grupo pro-animal está poco desarrollado. En compensación, el final es una preciosura del más legítimo cuño oriental. Ah, ojo que hay un segundo final, cuando todos los títulos terminan de desfilar. Están avisados.