No es un hecho frecuente, al menos en esta época, que un club con fútbol profesional tenga como presidente a un militante comunista. Hasta 2014 Carinelli se dio el gusto en el Almagro de sus amores, pero se dieron otros casos. Juan Castillo fue presidente del Rampla Juniors uruguayo hasta el 18 de junio pasado. Lo curioso es que lo eligieron ese día secretario general del Partido Comunista de Uruguay (PCU) y renunció como director nacional de Trabajo de su país y al máximo cargo en el club. Consideró que las tres funciones no eran compatibles. En la década del 60, Edgardo Pío Rodríguez presidió el club Defensores de Belgrano. Era también comunista. El periodista Martín Sánchez cuenta una anécdota deliciosa en su libro Corazón Pintado (2006). Recuerda que Angel Labruna, el técnico del equipo, bramaba porque el club no podía pagarle lo que pretendía: “Esto no me alcanza ni para un par de boletos, y esta noche tengo una fija”. El entrenador que amaba las carreras de caballos convivía con ese “singular presidente que hizo del club una cooperativa”. Durante el amateurismo y en el despertar del profesionalismo, resultaba más frecuente encontrar dirigentes socialistas, anarquistas o comunistas. Hoy es una rareza. La mayoría son peronistas o radicales desde hace décadas, aunque la izquierda en un sentido más amplio ha tenido varios dirigentes con la mirada social y el sentido de pertenencia de Carinelli.