Tendría seis o siete años. Mi abuela Florencia había venido a cuidarme a casa mientras mi madre trabajaba. Por la luz que evoco, debía ser otoño. Es uno de los escasísimos recuerdos nítidos que guardo de la infancia, y uno de los pocos de la abuela Florencia que no me llegan perfumados del aroma de las mejores comidas sirias que se hayan cocinado en este mundo.

Yo estaba sentado en el suelo husmeando unas pilas de discos de vinilo y elegí uno porque la tapa me llamó la atención. Mi abuela me preguntó: ¿Conocés a Spinetta? Y me cantó los primeros versos de "Muchacha ojos de papel", como cantando una canción de cuna. Intuyo que ella conocía esa canción simplemente de escucharla en la radio. Puso el disco en la bandeja Grundig, en la que unos años más tarde escucharía en loop mis primeros discos de Charly, Fito, Goyeneche, Gismonti y Piazzola.

Era el primer álbum de Almendra, con el mítico hombre de la tapa vestido de rosa, con una sopapa en la cabeza y una lágrima blanca en el rostro. Puedo recordar, de esa manera en la que es difícil identificar si lo que se recuerda es un hecho o un sueño, el asombro que sentí cuando empezó a sonar la canción "Laura Va". Era un paisaje de sonidos nuevo para mi, que no entendía y a la vez me maravillaba. Esa sensación hoy permanece casi intacta cuando la vuelvo a escuchar. Había algo de cuento infantil en ese tema, coexistiendo con cierto color misterioso y desconocido, en el que mucho más tarde reconocería al tango.

Años después descubrí que uno de los instrumentos que sonaba allí era un bandoneón, y supe entonces que desde niño y sin saberlo ya estaba enamorado de su sonido.

El arreglador del tema era Rodolfo Alchourron y el bandoneón era el de Rodolfo Mederos.

Ya de adolescente escuché El jardín de los presentes, con las intervenciones de los bandoneones de Mederos y Juan José Mosalini. Esas grabaciones de alguna manera fueron para mí una puerta de entrada a escuchar apasionadamente primero a Piazzolla, después a Troilo, a Saluzzi, hasta decidir empezar a aprender el instrumento.

El primer lugar al que fuí a averiguar por clases de bandoneón fué a la Escuela de Música Popular de Avellaneda, donde en ese entonces el profesor era el mismísimo Mederos. Fue la primera vez que escuché un bandoneón de cerca, quedé encandilado, al año siguiente mi viejo me regaló mi primer fueye, y a partir de ese día nunca más me alejé del instrumento.

En 2014, ya con unos cuantos años más, fui a tomar algunas clases con el Mono Fontana, parte fundamental del universo Spinetta, un músico con una inspiración única al que siempre admiré muchísimo. En diciembre de ese año el Mono nos invitó junto a un grupo grande de músicos para tocar en el viejo Café Vinilo de la calle Gorriti la música de Spinetta. Entre esos músicos estaba presentes íntegramente la última banda que lo acompañó en sus últimos años. Esa noche tocamos "Las golondrinas de Plaza de Mayo" uno de esos temas que me habían despertado al bandoneón. La emoción que sentí y el vórtice de recuerdos que vinieron es inexplicable.

"Laura va" es una de esas tantas canciones que nos acompañan a lo largo de la vida y que, como nosotros, se van resignificando.

De chico la letra para mí era un simple mundo imaginario: reconozco una imagen interna del "pueblo aquel donde ayer jugaba al salir de la escuela", como si lo hubiera visto alguna vez.

A mis diez años mis abuelos emigraron al exterior, y ahí supe lo que era una despedida. Así es como versos como "la valija pesa y él la ayuda a entrar, en el tren, la cubre de besos y el sol, también" se poblaron de nuevas representaciones. Luego, hace pocos años, me tocó a mi emigrar. Escuchar "aunque es grande, su vida comienza aquí", "y a la vez, termina la sed de su espera" cobra ahora nuevos significados. Intuyo que así seguirá sucediendo.

Pienso que hacer música, tocar el bandoneón, es hoy para mí una manera de entrar a ese mundo maravilloso que descubrí ese día de la mano de mi abuela, de volver a ese asombro original.

Martín Sued es bandoneonista, compositor y arreglador. Sus composiciones tienen un carácter lúdico, sensible y potente, con una personalidad que se manifiesta tanto en su sutileza armónica como en su fuerza rítmica. En estas puede encontrarse una multiplicidad de referencias como jazz, música contemporánea e incluso rock, siempre sosteniendo una fuerte y clara conexión con la música tradicional argentina. Desde hace unos años reside en Portugal donde realiza conciertos con la Martín Sued & Orquestra Assintomática, con importantes invitados de renombre internacional. En la actualidad se encuentra presentando el disco Igual estamos acá (independiente).