El atentado contra la vida de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner podría haber obligado a Juntos por el cambio a un brusco viraje discursivo con respecto al eje polarizante que sostenían hasta ese día. Pero no fue así, en especial para el PRO. Sus diputados, menos de 48 horas después, estaban batallando - sin ningún prurito- para sacar el término "discurso de odio" del repudio institucional de la Cámara baja. Y se retiraron del recinto en medio de la sesión. Unos días más y ya ninguno de Juntos por el Cambio concurriría al Senado. Cada planteo se puede leer como un posicionamiento interno, donde cada uno fue buscando su lugar: Patricia Bullrich no repudió nada y defiende su actitud. Cree que fue un acierto ante las dobleces de Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gobierno se subió a la pelea por el feriado y contra un proyecto de ley fantasma. Mauricio Macri repudió, se solidarizó y -pasado un tiempo escueto- volvió al ataque. 

La previa

Para entender en su extensión como reaccionó cada sector de Juntos por el Cambio ante el atentado a CFK hay que recordar primero en qué situación estaban. Larreta había hecho una jugada el sábado anterior, al vallar la casa de la vicepresidenta y reprimir a los manifestantes que respondieron a esa acción de la Policía de la Ciudad. Durante toda la semana, la tensión entre el jefe de Gobierno y la vicepresidenta había sido pública, con ella reclamándole que dejara de mandar a la policía a su casa y hasta dándole consejos en la interna del PRO.

En plena semana, hubo un fallo del juez Andrés Gallardo, que Larreta salió a atacar con una serie de consideraciones personales sobre el magistrado y que dijo que, en definitiva, no pensaba acatar. Es decir que hubo un in crescendo de la tensión política.

A esto se le suma que Bullrich aprovechó para cuestionar el enfoque "tibio" de la represión de Larreta, porque cedió y sacó las vallas. Se paseó por las radios y los canales de televisión descerrajando fuego amigo sobre el jefe de Gobierno: dijo que a ella no le hubiera pasado, que él le pidió que lo apoye, pero luego se corrió de la posición dura que había adoptado en una conferencia el sábado mismo de la represión. Y que si el PRO no probaba que podía controlar la calle, las personas no los iban a considerar una opción de gobierno.

Todo esto desembocó en un almuerzo muy picante (y no por la comida) de la cúpula del PRO, donde Larreta y Bullrich cruzaron reproches como pocas veces. Al final de esa comida, la presidenta del PRO rompió con la tradición de que salgan voceros designados a contar lo que ocurrió y ella misma volvió a sentar su posición.

Larreta, si bien en lo verbal rechazó todo lo que Bullrich le planteaba, en los hechos se pasó la semana visitando dependencias policiales, sacándose fotos con los policías heridos y otros gestos para mostrarse ante el electorado como un presidenciable pro policial.

Y luego vino el intento de asesinato.

Repudiar o no

A una semana de ocurridos los hechos que conmocionaron al país es más fácil ver cúales fueron las líneas de fuga discursivas que cada dirigente opositor eligió. El casi asesinato de CFK les planteaba un problema serio: tener que solidarizarse con una dirigente que su electorado aborrece. Todos leen encuestas y actuaron bajo el supuesto de que no solo no les iban a reprochar no mostrar empatía o tener un acercamiento con el oficialismo ante semejante hecho, sino que directamente su electorado los iba a castigar por hacerlo. Larreta habría evaluado y descartado un llamado a la vicepresidenta a horas del atentado por este motivo.

Así, hubo unas primeras horas de declaraciones correctas en Twitter, pero ya esa misma noche del jueves un hecho marcó las dificultades internas: no se pudieron poner de acuerdo para sacar un comunicado único de Juntos por el Cambio, si bien -como informó este diario- tenían uno redactado.

Patricia Bullrich fue la que se diferenció: fue la única presidenta de un partido integrante de la alianza opositora que no salió a repudiar el atentado. Solo salió a hablar para cuestionar al presidente por el feriado nacional. Esto le valdría críticas internas unos días más tarde. No vinieron directo de Larreta, sino de sus aliados en la Coalición Cívica. El diputado Juan Manuel López se ocupó de traer a la luz el pasado cercano a Montoneros de Bullrich y dijo que ella formó parte de una "generación para la que la violencia era una opción válida". La presidenta del PRO no se amilanó ante estas críticas y siguió defendiendo en sus apariciones públicas su decisión de no repudiar.

"Frente a la gravedad de los hechos, viendo la bajeza del presidente al plantear que los instigadores del hecho eran la prensa, la oposición y la Justicia, yo salí con una posición muy clara: el presidente responde con una extrema radicalización y politización de los hechos", dijo Bullrich.

Ella cree que, frente a un electorado cada vez más radicalizado, su posición la dejó mejor parada que a Larreta. Lo cierto es que la dejó más cerca de Javier Milei que de sus actuales socios.

Tangentes

Larreta por su parte venía de polarizar fuertemente con CFK hasta el momento del intento de asesinato. Fiel a su estilo, el jefe de Gobierno pasó a tener una actitud más prudente durante algunos días, mientras medía el escenario político. Pasado ese tiempo, y al comprobar que había lugar para volver a la polarización, optó por una conferencia de prensa donde reflotó la polémica del feriado y dijo que iba a recuperar ese día de clases. El feriado fue, de seguro, una de las tangentes que encontró la alianza opositora para no aceptar la agenda que le imponía un intento de magnicidio.

Hay que observar la jugada: Larreta aceptó el feriado, a diferencia de dos gobernadores radicales (Rodolfo Suárez, en Mendoza, y Gerardo Morales, en Jujuy) porque venía de un escenario de choque directo con la vicepresidenta y temió las repercusiones que podía tener en su imagen. Tras los sondeos de rigor, y al ver que tenía espacio, no obstante, retomó la discusión.

También intentó discutir una "ley mordaza" impulsada con el Gobierno, pero la vocera presidencial Gabriela Cerruti desmintió que existiera tal iniciativa.

Macri, que en un primer momento había hecho una declaración sin "peros", intentó también subirse a esa pelea con una extensa carta (que contrasta con el escueto tweet que dedicó al "intento de asesinato". Allí decía que la actitud del oficialismo"puede poner en peligro la vida de periodistas, la integridad de los medios de comunicación independientes y, a continuación, a la democracia misma”. Es decir, un regreso a poner del lado del oficialismo todos los signos de la violencia.

Ningún dirigente hizo un llamamiento a su propio electorado a deponer las actitudes beligerantes, ni a la paz social.

La última tangente la encontraron en la denuncia del adoctrinamiento en las escuelas bonaerenses, a raíz de la propuesta del Gobierno provincial de reflexionar sobre los discursos de odio. A esa, ya se subieron todas las líneas del PRO por igual, en una suerte de presión de grupo por ver quién llega primero a posicionarse. Por la escudería de María Eugenia Vidal, salió Cristian Ritondo a denunciar adoctrinamiento. Bullrich sostuvo que a los niños y niñas se los ponía en una "ronda estalinista" y la ministra de Educación de Larreta, Soledad Acuña, aseguró que "cruzaron un límite".

Así, a una semana del atentado, el escenario político encuentra a las líneas internas de Juntos por el Cambio en el mismo lugar en el que estaba antes: peleando a ver quién es más duro.