Recortes de presupuesto, problemas de infraestructura, viandas alimenticias que no alimentan y prácticas laborales como "trabajo no pago". Todos esos reclamos resuenan en las voces de los y las estudiantes porteñas y se resumen en uno más fuerte: "Queremos que nos escuchen y dejen de perseguirnos", dicen a Página 12 desde las escuelas secundarias que esta semana impulsaron el masivo proceso de tomas contra las políticas del Ministerio de Educación de Soledad Acuña. Tras meses de protestas sin ser oídos, los chicos y chicas se cansaron y ahora se organizan en los colegios con prácticas asamblearias para pedir "que Acuña dé la cara". Del otro lado, denuncias penales y patrulleros.

Los reclamos

Cae la tarde en el barrio de Almagro y la puerta del Colegio N°3 Mariano Moreno retrata el cierre de una semana intensa en buena parte de las secundarias porteñas: "Colegio tomado", avisa un cartel junto a otro que advierte: "No hablen de los pibes si recortan el presupuesto de educación". Precavidos ante los hechos de violencia y persecución que vienen sufriendo varios de los colegios tomados, los y las estudiantes mantienen la reja de ingreso cerrada con candado, pero dejan entrar a este diario hasta el hall para hacer escuchar sus reclamos: "Condiciones edilicias, viandas, persecución política y las Actividades de Aproximación (ACAP) al mundo del trabajo", enumera Camila, integrante del centro del Moreno y secretaria general de la Red Nacional de Centros de Estudiantes (Renace), sobre los cuatro ejes que articulan el reclamo en las escuelas.

Colegio N°3 Mariano Moreno. Foto: Guadalupe Lombardo


Sobre las condiciones edilicias de esa escuela, declarada patrimonio histórico de la Ciudad en 2010, la estudiante asegura que "las puertas no cierran, muchas tienen pedazos de metales sueltos y muchas veces los pibes se lastiman. El salón de actos se rompió hace cinco años y nadie invirtió para arreglarlo". "Los pibes se cagan de frío porque no funciona la calefacción", alerta y agrega que "hace 15 años que gobierna el macrismo en la Ciudad y los colegios no son un lugar habitable, los techos se caen a pedazos".

Desde el Mariano Acosta, que el viernes pasado inició el proceso de tomas, Isabella Spátola, coordinadora del centro, profundiza en el reclamo por las viandas alimenticias. "Las viandas no nos llegan ni en cantidad ni en calidad. No alcanzan ni para menos de la mitad del estudiantado. No puede pasar que un pibe tenga que pasarse todo el día en un aula sin haber comido", sostiene y añade que, además del reclamo por la cantidad, "pedimos que sean de calidad, que tengan valor nutricional, que no sea solamente un sanguchito o una barrita de cereal".

El reclamo por la modalidad de las ACAP, las "pasantías" que el Ministerio de Educación inició en 2022 en el marco de la nueva Secundaria del Futuro, tiene su punto más fuerte en el Lenguas Vivas Sofía Esther Broquen de Spangenberg. Allí, como informó este diario el martes, los y las estudiantes denuncian casos en los que terminaron empaquetando sánguches o sirviendo café en una oficina, o lavando platos en un hotel. Entre varios puntos, el eje de ese reclamo es por la nula vinculación que tienen las ACAP con los contenidos educativos y con las orientaciones que eligen los chicos y chicas.

Escuela Normal Superior en Lenguas Vivas Sofia Esther Broquen de Spangenberg. Foto: Sandra Cartasso

"Es un proyecto inconsulto, se hace en horario curricular y por lo tanto se pierde contenido educativo que no es recuperable", suma a Página 12 Julia, estudiante del colegio y militante de la agrupación Juana Azurduy. "Otro problema es que, con la Secundaria del Futuro, les profesores necesitan tener muchas notas porque la reforma plantea una instancia de evaluación constante. Entonces les profesores nos toman cosas que no vimos porque perdimos las clases por las ACAP. Ahí hay un desfasaje: les pibes pierden clases, no vienen al colegio, pero después les toman las pruebas", indica Julia.

En el Moreno, Camila cuenta que a los chicos y chicas del turno tarde "los mandaron a una facultad que no tenía nada que ver con su orientación y terminaron sin hacer nada, jugando al truco y comiendo medialunas, parecía más una excursión que una aproximación al trabajo". "Por los medios se dice que no queremos laburar, pero la realidad es que tenemos muchas propuestas para pensar el mundo laboral. Lo que no queremos es que sea de esta forma", añade y asegura que en muchos casos, como los del Lenguas Vivas, las ACAP son una forma de "trabajo no pago". Además, los y las estudiantes cuestionan que las ACAP se realizan sin ningún acompañamiento del colegio y sin relación pedagógica con el contenido curricular.

Violencia y persecución

Tras la agresión que sufrieron el jueves por la noche, en el que una pareja atacó y escupió a una estudiante, sumado a la presencia de policías en la puerta del colegio y en las casas de sus familias, los y las chicas del Lenguas Vivas decidieron reforzar las instancias de prevención. "Decidimos no salir a la puerta ni siquiera a dar notas porque vinieron personas demasiado violentas y hubo situaciones de violencia física hacia personas de la comunidad educativa", cuenta Julia desde adentro de la toma, luego de las situaciones de violencia vividas el viernes pasado. "Acá pasan por la puerta e insultan", afirma Florencia, integrante del centro de estudiantes del Moreno.

"Durante la toma hubo varias situaciones de persecución política hacia nuestras familias. A algunas llegándoles notificaciones de denuncias penales y a otras de que iban a tener que pagar un millón de pesos por día de toma. En otros casos, a por lo menos diez casas directamente les cayeron patrullas y eso es muy grave porque quiere decir que se pasaron datos de quiénes estábamos en la toma", advierte Julia. Para Camila, la utilización de las fuerzas policiales para amedrentar a las familias de los y las estudiantes "es una persecución que recuerda a los momentos más oscuros del país".

"Acá en el Acosta se nos infiltró una persona apenas arrancamos la toma, diciendo que venía por un llamado de emergencia a arreglar unos baños y era una persona que mandaron a cortar la luz. Nos dejó sin luz 24 horas", recuerda Isabella, quien asegura que el Ministerio comandado por Soledad Acuña ya venía desplegando una política de persecución hacia los centros de estudiantes desde antes de esta semana. Camila concuerda y sostiene que "vivimos todos los días la persecución de la supervisión y una falta de acompañamiento a los centros".

En el Lenguas Vivas, según comenta Julia, "la supervisión nos amenazaba con que si tomábamos el colegio íbamos a quedar libres, que íbamos a repetir o que los viajes de estudio ya pagados por la familia no se iban a hacer. Hubo mucha presión de las autoridades para bajar la militancia". En el caso del Moreno, Camila señala que la supervisión y las autoridades del colegio intentaron impugnar la votación de la asamblea estudiantil que decidió tomar el establecimiento el lunes pasado. "Nos decían que teníamos que pasar con urnas por los cursos y que el voto tenía que ser secreto, algo ilegítimo porque no es la forma que tienen los centros de estudiantes de decidir, estaban atentando contra la autonomía de los centros. Todas las tomas fueron decididas por mayoría en asamblea", asevera.

Sobre la dinámica organizativa de las tomas, Camila asegura que "es justamente todo lo contrario de lo que dicen los medios, le recomendamos a la gente que se acerque a charlar y van a ver que es todo lo opuesto. Hacemos asambleas, discutimos los reclamos, los repensamos y también pensamos en conjunto cómo seguir". "A nadie le gusta estar durmiendo todos los días en el piso, pero es parte de intentar conseguir un diálogo con el Ministerio para buscar soluciones", concluye Julia.

Un pedido de diálogo de larga data

El pasado 16 de septiembre, en el aniversario de la noche de los lápices, los y las estudiantes realizaron una marcha educativa. Antes, el 31 de agosto hicieron un paro estudiantil y se movilizaron a la Jefatura de Gobierno. El 29 de junio lo hicieron a la Legislatura porteña en conjunto con los gremios docentes, mientras que el 28 mayo habían realizado una caravana educativa. En el medio hubo sentadas, semaforazos e innumerables notificaciones enviadas al Ministerio. En todas esas instancias los y las estudiantes reclamaban lo mismo que reclaman en las tomas. "Tuvimos muchas instancias en las que todo el movimiento estudiantil se movilizó. Tuvimos asambleas, movilizaciones, llevamos cartas y nunca nos prestaron atención. Esto no es un capricho de ahora, venimos arrastrándolo desde hace años y en estos meses se profundizó", señala Florencia en este sentido.

El viernes, la Renace, la Coordinadora de Estudiantes de Base (CEB) y la Unión de Centros de Estudiantes Secundarios (UnCES) brindaron una conferencia de prensa en conjunto para volver a reclamar "una instancia de diálogo con el Ministerio de Educación". En la conferencia, los y las estudiantes anunciaron que marcharán el martes junto a los gremios docentes y señalaron que "la escalada de violencia es culpa de Rodríguez Larreta y Acuña que mandan a la policía a buscarnos a nuestras casas. Pedimos que se nos escuche y den respuesta a problemáticas que vienen desde hace muchos años".

El pasado 6 de septiembre, antes de iniciar las tomas, las tres coordinadoras habían elevado una carta conjunta al GCBA "para que, de una vez por todas, exista una instancia de diálogo entre estudiantes y el ministerio". Ningún representante del GCBA asistió tampoco a la reunión organizada este jueves por la Defensoría del Pueblo para acercar a las partes.

"Les pedimos que dejen de provocar y que se nos dé un espacio para escuchar nuestros reclamos. La comunidad educativa tiene que ser parte de las discusiones sobre el modelo de educación", sostiene Isabella. "La escuché a Acuña decir que no entendía nuestros reclamos, pero esto no fue de cero a cien, debe tener el buzón lleno de cartas que mandamos con lo que le pedíamos y reclamando infinitas instancias de diálogo. Queremos que escuchen y dejen de perseguir", asegura Camila, quien concluye con un pedido concreto: "Que Acuña dé la cara".