Pensar la realidad es pensar en un determinismo ligado al pasado, pero también en un devenir. Vista así la historia --a la vez destructora y creadora-- volvemos a pensar las series complementarias. Abarcar una historia no es tomar partido por una estructura inmutable ni por un caos de acontecimientos aleatorios: es entender tanto lo que permanece como lo que cambia. Es comprender a la vez coherencias y acontecimientos. Las coherencias lo son en tanto pueden resistir a los acontecimientos. Otras veces son destruidas o transformadas por algunos de ellos. Los acontecimientos son tales en tanto pueden hacer surgir nuevas posibilidades de historia.

Verdad material / verdad histórico-vivencial / realidad psíquica. Veamos si tienen alguna relación y cuál es. Lejos de oponerse simplemente como interna y externa, como subjetiva y objetiva, la fantasía y la realidad están estrechamente ligados. Ni la fantasía es una producción psíquica independiente de los acontecimientos vividos, ni existe una realidad exógena que se inscriba indiferente del mundo fantasmático y de las interpretaciones subjetivas.

Desde el comienzo Freud trató de articular las escenas infantiles con la realidad psíquica. Y en sus últimos trabajos continuó buscando verdades históricas. La vacilación entre realidad y fantasía que marcó los primeros pasos de su descubrimiento se encuentra al final de su obra. ¿Dónde terminaba una y comenzaba la otra? La verdad histórico-vivencial (esa fuente del Nilo que en 1896 buscaba en ese trauma o serie de traumas) fue siempre una de sus principales preocupaciones. Retoma la problemática del trauma en “Moisés y la religión monoteísta”: “Llamamos traumas a esas impresiones de temprana vivencia, olvidades luego, a las cuales atribuimos tan grande significatividad para la etiología de las neurosis”. Lo traumático no está limitado a ciertas situaciones excepcionales sino que “la influencia compulsiva más intensa proviene de aquellas impresiones que alcanzaron al niño en una época en que no podemos atribuir receptividad plena a su aparato psíquico”.

La producción social de individuo es un proceso histórico por el cual el sujeto abandona (aunque nunca totalmente) sus objetos y su mundo inicial. El sujeto deviene dando a su pasado y a su porvenir un sentido, eligiendo un proyecto identificatorio y una interpretación de su historia reelaborada sin cesar. El sujeto está abierto a su historia, no sólo en el pasado sino en la actualidad. Está entre la repetición y la creación. No es un sistema abierto porque algunos psicoanalistas hayamos decidido aplicarle la teoría de la complejidad. Es abierto porque los encuentros, vínculos, traumas, realidad, duelos recrean aquello que recibe. Se requiere soslayar una teoría traumática simplista así como el idealismo de pensar el mundo fantasmático sin tener en cuenta las reactualizaciones que sobre la realidad psíquica genera lo actual.

Hay un porvenir en la ilusión. Porque la ilusión no es expresión de deseos sino registro fundante. Vivir exige vislumbrar el futuro de la realidad. Estamos acostumbrados a los cambios. Sólo las catástrofes implican un cambio total. Llamamos catástrofes a aquellas inclemencias del entorno (natural y social) de las que aún no hemos logrado independizarnos. Una catástrofe multidimensional (sanitaria, política, social y económica) se ha abatido sobre el mundo. Casi nunca estuvimos tan desconsolados y abatidos ¿Ese malestar derivará en construcción colectiva? Es necesario investir un futuro... ¿hay futuro? Sólo hay tristeza, angustia y pánico. Sobre las ruinas habrá que trabajar en la reconstrucción de los niveles de vida pero sobre todo de los proyectos de vida.

Para un argentino hoy su casa es un búnker. Y lo mismo la oficina, la fábrica o cualquier ámbito. De los otros y de la realidad parecen venir sólo afrentas. La indiferencia se convierte en escudo. Esa bajada de brazos no siempre será permanente. A veces son repliegues tácticos, para volver a la carga. Abordar psicológicamente los sufrimientos actuales implica bastante trabajo interdisciplinario, mucho más que una ojeada a las otras disciplinas.

Una historia que se inicia con el desamparo no puede sino ser traumática. Es traumática cuantitativa y cualitativamente, porque es difícil de ligar y porque el niño carece todavía de las posibilidades de elaboración simbólica. Un niño expuesto a excesos: sentidos, gratificaciones, frustraciones. El niño está hiperestimulado. Al principio, es la madre quien cumple esa función de “protección antiestímulo”. El niño podrá filtrar cuando cree representaciones simbólicas que organicen y depuren ese mundo pleno de excitaciones.

La madre es un escudo protector contra estímulos externos e internos. Se ocupa de la autoconservación de su bebé, quien necesita no solo calorías sino internalizar esa fuente de todo placer (el pecho). La internalización de aspectos contenedores, protectores, identificantes, erotizantes, narcisizantes del pecho permite el pasaje de la angustia traumática a la señal. Proceso indisociable de la constitución del sujeto y sus grandes ejes: identidad y diferencia, deseo y prohibición, yo y alteridad.

La madre ofrece un pecho deseante, historizante e historizado. Transmite casi todo: palabras, caricias, gestos, cuidados. El bebé tiene momentos fusionales con la madre, pero pasa largos períodos a solas. Esa alternancia entre fusión y separación es esencial y de su ritmo depende que el otro sea presencia estructurante en vez de presencia arrasante. Se necesita una madre capaz de decodificar las comunicaciones de su hijo con ella y de comprender su necesidad, están copresentes en esos primeros sorbos de leche. Un intenso tráfico simbólico. Cualquier satisfacción de la necesidad desprovista de investimiento libidinal o postergada más allá de lo tolerable, cualquier difusión de las angustias de la madre altera esta acción, constitutiva del narcisismo trófico. Gracias al narcisismo trófico, el yo mantiene la cohesión, la estabilidad y la valoración. En el narcisismo patológico los objetos no pudieron construir los objetos transicionales, que son y no son el pecho. Su lugar, que debió ser ocupado por el lenguaje, la simbolización, la creatividad, se verá invadido por las somatizaciones, las actuaciones o por la depresión vacía.

La crítica al determinismo nos conduce a diferenciar potencialidades abiertas a partir de la infancia y nos libra de prejuicios fatalistas. ¿Con qué categorías pensar el advenimiento de lo nuevo? ¿Habrá que optar entre un psiquismo determinado o un psiquismo aleatorio? Exijamos más de nuestro pensamiento. Epistemológica y ontológicamente desbaratemos los falsos dilemas: entre orden y desorden, historia y traumatismo, permanencia y cambio. En un psiquismo totalmente determinado no podría suceder nada nuevo y un psiquismo totalmente abandonado al azar --que fuera sólo desorden-- no constituiría organización y no accedería a la historicidad.

¿La realidad desmiente o confirma las fantasías? “Si un conflicto pulsional no es actual, no se exterioriza, es imposible influir sobre él mediante el análisis” (Freud, 1937). Los conflictos pulsionales latentes se reactualizan en función del vivenciar actual. En “Moisés” Freud habla de una pulsión emergente, que se manifiesta clínicamente: 1) cuando hay una disminución del funcionamiento yoico (en los estados depresivos y en el dormir, por ejemplo) porque disminuye el sistema de contrainvestiduras; 2) cuando hay un refuerzo de lo pulsional y, 3) cuando lo actual reactualiza lo inconsciente infantil.

¿Qué es Eros sino la búsqueda de nuevas relaciones? Y aquí debemos echar mano a alguna noción de creatividad para explicar cuándo una relación es nueva y cuándo es la reactualización de las que ya se tuvo en la infancia. Después de Freud, el énfasis puesto en la pulsión de muerte ha impedido discernir cómo el interior de la repetición está afectado por la diferencia. Ese psicoanálisis lúgubre convirtió las determinaciones infantiles en fatales, en inanalizables y parecería que todos los analizandos estuvieran en manos del Destino.

Luis Hornstein es psicoanalista. Premio Konex de Platino a la trayectoria en psicoanálisis. Su último libro es Ser analista hoy, Paidos, 2018.