¿Qué es Wanda Nara? ¿Una marca o una persona? ¿Una chica como todas o una flota de aviones que viaja en clase turista para no acostumbrar a los hijos a las cinco estrellas? Buscarla en las redes supone encontrarse con muchas fotos que marcan un antes y un después en sus rasgos, sus looks y los "titulares" que la acompañan.

¿Qué matices de la femineidad tiene para ofrecer? Mucho, casi todos: ser muy pero muy trola en su aparición en los medios, tener un video hot que marque muchas máximas inolvidables (“soy virgen”, la más popular), para reconvertirse en una esposa de vestido blanco (botinera que se afinca en el exterior y es frenemy de las otras esposas de jugadores) y al mismo tiempo ser una súper mamá ocupada full life en sus chiquitos. 

Separarse para renacer y volver a encarnar como otra mujer que sigue apostando a la maternidad y porta un cuerpo respetable (más no impactante, la lupa delata algo de celulitis que no debiera estar y que ella misma critica). Una Barbie completa. Y ella además sabe hablar, es una maquinita de generar billetes.

Wanda es empresaria, recalcan en los programas de chismes: tiene buenas ideas, la llaman para programas porque garpa su nombre y negocia con los jeques del fútbol mundial los pases de Mauro Icardi. Cumple sus sueños y fantasías. No es insegura. No duda. Wanda, la doble V gigante impresa en sus rouges y sombras que llamó a la chica que revoleaba su CV en la puerta del Abasto para que trabajara con ella, la que va a todos lados con Kenny, su peluquero y maquillador histórico, la que sacó a escobazos virtuales a una bitch roba maridos de su cama inmaculada (que también tiene una doble V gigante en el respaldo) con los argumentos más rancios del machismo recalcitrante.

Sigue ahí, en el podio de la más mirada, la más idolatrada (la hizo bien, sabe lo que quiere, genera dinero) a fuerza de escándalos con todos los vínculos posibles (el padre a quien no le habla, la mujer que cuidaba a sus hijos, la novia del padre, un ex que está preso) y ahora también con el marido que la espera en Estambul y le larga amenazas en vivos de Instagram.

Wanda saliendo del agua con Icardi, en sus famosas fotos sin photoshop. ¿Le importa a ella?

¿Qué dice Mauro Icardi? Dice que ella es el hazmerreír del pueblo argentino... pero no, el muñeco es él. A Wanda se le perdona todo, como decir de si misma que parece una muerta embolsada, burlándose como una tonta que no es de los femicidios y los cuerpos descartados de cada día con la impunidad similar a la que a Susana se le perdona que haya preguntado alguna vez si tal o cual machito pegaba demasiado. Tampoco se le deja pasar nada, como su estancia relajada en una Buenos Aires que la persigue para endiosarla y también velarla. 

Es artífice de su propia destrucción pero se rehace una y otra vez, en labios más delineados, una figura más esculpida, como las figus del álbum que todos quieren llenar. La que mejor habla el lenguaje de la toxicidad: se bancó que su pareja le marque la cancha a miles de kilómetros y la amenace con perder el amor de los hijos.

A Wanda se le perdona todo, como decir de si misma que parece una muerta embolsada, burlándose como una tonta que no es de los femicidios y los cuerpos descartados de cada día, con la impunidad similar a la que a Susana se le perdona que haya preguntado alguna vez si tal o cual machito pegaba demasiado.

“¡Qué groncha es Wanda! Cambió los desfiles de Louis Vuitton por un boliche en Quilmes” dice otra rubia empoderada de ella y su romance con L Gante, el chico de los tatuajes que también boludea a la madre de su hija, en una ensalada infernal de “no le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan”. 

Wanda Nara, la empresaria, la self made woman, la que pelea los contratos como si fuera un Guillote, esto quiere decir: sin que le tiemble el pulso, aguerrida, dueña y señora de las redes y los movimientos mediáticos que la tienen siempre en la mira porque genera y genera para todos lados, es un diamante de mil facetas que también se desmarca del feminismo y dice cosas como “No sabe ni de qué sexo son la gente” (sic), mientras condena la homofobia de Gran Hermano, el ciclo que ella misma hosteó en su primera emisión.

Tanta contradicción habitando un solo cuerpo, una sola mente, ¿adónde va a llegar? Wanda diputada, Wanda presidenta, Wanda dueña de la colección más numerosa de carteras y tapados, diseñadora, dueña, icono máximo de la crianza con esfuerzo de dobles turnos y jornadas eternas en escuelas imposibles de pagar. Wanda la que no perdona la traición y se venga con el peso del rating y la exposición. 

Wanda siempre gana y en simultáneo queda atrapada en la propia red que el mundo le teje a las chicas que no se resignan a los destinos evidentes.