Los jóvenes que comienzan la universidad descubren un mundo nuevo, bastante alejado de las prácticas a las que se habían acostumbrado durante los años del secundario. El proceso de adaptación a la vida universitaria está atravesado por diferentes factores: el ambiente, el lugar físico, las expectativas sobre la institución y la carrera elegida, las representaciones sobre el futuro profesional, la relación con docentes y pares, y aspectos personales vinculados con la motivación, los estilos de vida y la cultura. Es por eso que las universidades nacionales implementan distintos mecanismos para acompañar a los estudiantes hasta su graduación.

“La complejidad del primer año en la universidad enfrenta a las instituciones académicas a desafíos pedagógicos aún pendientes de resolución”, sostiene la investigadora Marta Kisilevsky. En diálogo con el Suplemento Universidad, asegura que “hay muchas investigaciones que presentan las dificultades que tienen los estudiantes. Una de las principales cuestiones tiene que ver con la desarticulación entre los niveles secundaria-universidad, un serio problema, sobre todo en los primeros años”.

Kisilevsky es docente en la Especialización en Docencia Universitaria de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN), la Maestría de Educación de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y la Maestría en Gestión Universitaria de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Para la pedagoga, “el estudiante esperado debería tener un capital cultural esperado: se supone que el estudiante debe saber estudiar, aprender, pensar. Debe tener habilidades para tomar apuntes en clase, elaborar síntesis, comprender y resolver consignas, organizar la bibliografía, seleccionar, parafrasear, resumir las citas, citar adecuadamente –que no es un hábito intelectual adquirido en la secundaria–, trabajar en una biblioteca y menos aún aportar la mirada propia, que muchas veces es solicitada. Se espera que tenga competencias metacognitivas, por ejemplo, que tenga el control del propio aprendizaje, es decir, que el propio estudiante sepa si aprendió o no”. Sin embargo, advierte que “en las franjas sociales que están ingresando cada vez más a las universidades, ese capital no se genera porque no viene”.

Para paliar la falta de capital cultural de los ingresantes, “es muy variado lo que hacen las universidades”, opina la coautora de Dos estudios sobre el acceso a la educación superior en la Argentina y señala que incluso “algunas instituciones se ocupan de seleccionar los docentes más formados para que enseñen en primer año, aunque no siempre se logra”.

La necesidad de fortalecer las trayectorias

“Las trayectorias de los estudiantes de la Universidad Nacional de Córdoba son diversas y es necesario abordar las situaciones de manera integral”, indica Carmen Clark, directora de Inclusión Social, un organismo que depende de la Secretaría de Bienestar Universitario y Modernización de la UNC.

En diálogo con este suplemento, Clark pone el foco en la figura de estudiante “esperado” que señalaba Kisilevsky: “Aparecen dificultades propias de la construcción de una ciudadanía universitaria y la incorporación de hábitos de estudio acordes a las exigencias de la universidad, que gradualmente van incorporando a medida que se apropian de la cultura universitaria”.

El Departamento de Investigaciones de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) realizó en 2019 el trabajo "Evaluación de hábitos de estudio y ansiedad. El examen en la Universidad", que se centró en el análisis del estrés académico, que puede generar insatisfacción, malestar subjetivo, disminución del rendimiento académico y numerosas respuestas psicosomáticas. La investigación señaló que “la exposición constante de los alumnos a estas dificultades y la creencia en la imposibilidad de modificarlas configura un estado que los sobrepasa, quedando reducida su capacidad de adaptación”.

Desde la UNC coinciden con este diagnóstico: a los estudiantes se les dificulta la acreditación de contenidos en instancias evaluativas y de exámenes finales; también la incorporación de la escritura académica con terminología específica de cada disciplina, las estrategias de estudio y la organización del tiempo para manejar bibliografía y contenidos curriculares, entre otras. “El programa de talleres complementarios de la UNC se propone fortalecer la inclusión, permanencia y graduación de los estudiantes, y atiende a las múltiples dimensiones que implica la inclusión (académica, socio-afectivo, social, institucional y contextual)”, puntualiza Clark y señala que “la participación estudiantil en estos talleres fue en aumento y hoy se inscriben más de mil estudiantes por año”.

Muchos de los estudiantes de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO) también son portadores de ciertas dificultades que ralentizan sus recorridos académicos. “Desde la Dirección de Trayectorias Educativas de UNCUYO detectamos que las dificultades en general tienen que ver con demora en sus estudios, la dificultad para organizarse, usar estrategias de estudio y afrontar exámenes, problemas personales o con determinadas cátedras o docentes. Ocasionalmente, reorientación vocacional”, afirma Mónica Coronado, directora del área, en conversación con el Suplemento Universidad. Coronado explica que “el abordaje es complejo y se considera lo curricular (planes de estudio), la formación docente, los sistemas de becas, las estrategias tutoriales y de acompañamiento, porque el problema debe ser considerado en forma sistémica”.

UNCUYO, al igual que la UNC, cuenta con un Programa de Inclusión que desarrolla actividades destinadas especialmente a detectar y atender la pluralidad de necesidades socioeducativas que surgen de la propia dinámica universitaria. En 2020, Gabriela Alaniz, estudiante con discapacidad visual, ingresó al Profesorado Universitario de Pedagogía Terapéutica en Discapacidad Visual, en la Facultad de Educación de UNCUYO. Allí conoció el proyecto que brinda acompañamiento en las Trayectorias Académicas Estudiantiles (TRACES), que le permite contar con una tutora que la ayuda a adaptar el material. “Si son fotocopias o no está en pdf que me lo pueda leer la computadora o el teléfono, ella me lo pasa a un Word en macrotipo con negrita y me lo hace visible; también me lo pasa a mp3 o audio. Eso me facilita mucho el estudio”, explica Gabriela. “En TRACES los tutores ayudan a estudiar si te cuesta la comprensión y ofrecen técnicas de estudio. Por ejemplo, para Anátomo-neurofisiología me ayudan con maquetas para comprender el sistema nervioso, porque se me dificulta mucho ver las láminas”, señala la alumna.

La difícil adaptación a la vida universitaria

En la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM) entienden al acceso y permanencia en los estudios superiores como un derecho social que debe ser encarado con responsabilidad por parte de la institución y también de quienes desean seguir una carrera. En ese sentido, brinda un servicio gratuito de orientación vocacional y tutorías.

“El objetivo de los talleres de técnicas de estudio es favorecer que los estudiantes puedan apropiarse e incorporar herramientas metodológicas que optimicen su aprendizaje y adaptación a este nuevo ámbito educativo”, coinciden Patricia Visciglia y Jorgelina Monti, de la Dirección de Pedagogía Universitaria de la UNLaM.

A lo largo de los encuentros se abordan temáticas vinculadas con el diagnóstico de hábitos de estudio, la organización del tiempo y del material, la concentración y la atención y el proceso de estudio y temáticas para entender la lógica institucional del nuevo ámbito educativo. Las mayores dificultades que plantean los estudiantes son la acumulación de actividades/material para estudiar y la adaptación a nuevas rutinas de estudio, familiares y laborales. “Insistimos en la importancia del desarrollo de la autonomía del alumno universitario, les aconsejamos la anticipación en el estudio y que hagan una lectura informativa del material antes de que el profesor explique el tema en clase”, señala Visciglia.

Gracias a estos dispositivos, el 85 por ciento de los alumnos ingresantes de la UNLaM mantienen su regularidad en el primer año.

Por su parte, la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ) despliega mecanismos para favorecer la permanencia en los primeros y en los últimos años. “Tenemos un conjunto de dispositivos de acompañamiento en la trayectoria de estudiantes que tiene un foco más profundo en los primeros años y después toma otras características”, apunta Patricia Alí, de la Dirección de Gestión de Alumnos y Orientación Educativa de UNAJ.

“Disponemos de un ciclo de preparación universitaria que se encarga de trabajar algunos aspectos de matemática y lengua e incluye un taller de vida universitaria. La UNAJ cuenta con el Instituto de Estudios Iniciales que abarca cuatro materias que son comunes a todas las carreras. Paralelamente, desde la Secretaría Académica está el Departamento de Orientación Educativa, que tiene a cargo el programa de tutorías, que ayuda en el proceso de construcción del sujeto universitario, y el de acompañamiento al estudio, organizado por las propias materias. “Los estudiantes valoran mucho estos dispositivos, que son bastante demandados”, destaca Alí al Suplemento Universidad.

La responsabilidad de las instituciones

Las iniciativas para achicar las brechas culturales y digitales son múltiples. “Me preguntaría si están articuladas o no respecto de lo que hace la universidad para mejorar la deserción, que no necesariamente tiene que ver con la responsabilidad puesta en el estudiante, sino también en las instituciones”, reflexiona Kisilevsky.

A modo de síntesis, la pedagoga plantea: “Seguramente habrá estudiantes que se desaniman por cuestiones personales, pero sobre todo hay cuestiones institucionales en este choque entre lo que es un sujeto-alumno o estudiante esperado dentro de la universidad respecto de lo que es en la realidad”.