Felix Augenfeld fue arquitecto y diseñador de interiores. Durante su época estudiantil inició una amistad con Ernst Freud (uno de los hijos del creador del psicoanálisis), y ese vínculo se prolongaría a su familia y sería ocasión de algunos trabajos y proyectos.

De los encargues recibidos por Augenfeld hay uno que vino a traer comodidad a una querencia. Se dice que Sigmund Freud gustaba sentarse de revés al leer, con una pierna tendida sobre uno de los apoyabrazos y la espalda descansando en el otro. Mathilde, la mayor de sus hijas, lo sorprendería con una silla diseñada por Augenfeld, para alojar la costumbre, de afinado respaldo, envolventes apoyabrazos y asiento generoso.

La silla se hizo acompañante de Sigmund y también conocería el rescate en Londres. Para las últimas semanas de la enfermedad, ella se confundiría con otros muebles del consultorio, donde se había mudado el dormitorio. La ubicaron cerca de una suerte de cama, próximos a donde se abría la mirada del jardín.

Lucie Brasch, esposa de Ernst, escribirá a Augenfeld acerca de la muerte de Freud y del destino de la silla. Dolida por la muerte y queriendo evitarle dolores al amigo, Lucie optará por relatar los bellos detalles. Ella escribe:

“Solo quiero escribirte las pocas cosas bellas. Hasta el último momento, en las pocas horas, al final, minutos del día que el sueño o los dolores no lo arrebataban, fue él mismo en su plenitud. Indescriptiblemente amable y cariñoso hacia cada uno de nosotros, con una paciencia conmovedora para tolerar y comunicando con agradecimiento cada alivio del dolor, por más breve que fuera, con brillo en los ojos. Tenía tantas ganas de seguir viviendo mientras existió una chispa de esperanza de que podría superar la enfermedad.”

Lucie escribe sobre las cuarenta horas que transcurrieron entre la primera inyección de morfina hasta el desenlace fatal. Hablará de la entrega sacrificial de Anna y de la presencia de la familia. E insistirá en el empuje de la vida que habitaba en Freud y el alivio que la muerte trajo al dolor.

“A mamá y a la tía las mandamos arriba cuando el viernes a la noche se quedaron dormidas sentadas en la silla. Solo Annerl (Anna Freud) y yo no nos acostamos nunca. (Freud) Durmió durante 40 horas respirando tranquilo. El corazón siempre quería seguir latiendo. Finalmente se hizo silencio, poco antes de la medianoche.”

Hacia el final de la carta, relata el destino de la silla de Augenfeld.

“Volvimos a subir la cama, y su habitación con tu silla, donde a veces permanecí sentada en estas noches, se encuentra otra vez como antes.

Solo que terriblemente vacía.”

Pd: La historia de la silla puede leerse en distintos lados. El libro “Sillipedia” o el sitio de historia de los objetos de la BBC se ocupan de ella. En este medio de comunicación hay un enlace con una foto de la silla y se cuenta sobre el modo de leer de Freud. 

*Psicoanalista. Miembro EOL y AMP.