Aunque hace unos meses hubiese sido casi imposible de adivinar, el suizo Roger Federer está a dos pasos de su Grand Slam número 19 y de su octavo título de Wimbledon. En definitiva, de devorar más historia del tenis. El ex número uno, protagonista este año de uno de los mejores regresos que el deporte recuerda, se enfrentará mañana Tomas Berdych por un billete a la final de Wimbledon, mientras que Marin Cilic chocará con Sam Querrey en la otra semifinal.

Berdych y después Cilic o Querrey es lo que separa a Federer del título en la hierba inglesa. Tres rivales peligrosos y de golpes potentes, pero tres rivales que seguramente habría elegido el helvético para jugarse la Copa que levantó por última vez en 2012.

Rafael Nadal, Novak Djokovic y Andy Murray se quedaron por el camino por uno u otro motivo y dejaron vía libre para Federer. En total, el campeón de 18 grandes ganó 27 de los 34 partidos que disputó ante los tres jugadores que lo acompañan en semifinales.

“No importa si soy o no el favorito”, indicó Federer, que se asoma ya a los 36 años. “Los otros son grandes pegadores, tienen un buen saque y muy buena derecha. Además, los otros tres son más altos que yo”, intentó sacudirse un poco de presión.

Encontrar a alguien que no vea a Federer como gran favorito sería una tarea complicada, tanto o más que hablar con algún hincha que vaya acudir este fin de semana al All England y pretenda no animar al suizo.

Federer se ganó el cariño de todos en Wimbledon. Sólo hay dos hombres más en la historia con siete títulos en Londres –Pete Sampras y William Renshaw–, pero ninguno tenía el talento y el carisma del suizo y mucho menos un palmarés global como el suyo.

“El sueño continúa”, dijo el miércoles tras ganar a Milos Raonic y alcanzar las semifinales sin perder un set, como en 2006 y 2008. El sueño es ganar un octavo Wimbledon, estirar su récord de Grand Slam hasta 19, colocarse en una posición de privilegio para asaltar el número uno y demostrar que saltarse la gira de arcilla fue la mejor decisión que pudo tomar.

“Estoy mucho más preparado este año que el año pasado”, avisó Federer, que tras caer en las semifinales de 2016 dijo adiós a la temporada para recuperarse de sus problemas de rodilla y espalda. Su regreso no pudo ser mejor, con títulos en Australia, Indian Wells, Miami y Halle antes de llegar a Wimbledon. Ese bagaje, su historia y el tenis que desplegó los últimos días le colocan como el gran candidato.

Pero Berdych ya sabe lo que es ganar a Federer en el césped de Wimbledon. Ex número cuatro, el checo tumbó al suizo en los cuartos de final de 2010 en cuatro sets para días después caer en la final ante Nadal. “Han pasado muchos años de eso”, tomó distancia el checo, que batió en cuartos a Djokovic por 7-6 (2), 2-0 y abandono. “Lo único que se puede rescatar de 2010 es que gané a Roger y después a Novak. Este año ya gané a Novak y ahora toca Federer. Y Rafa ya no está aquí”, dijo con una sonrisa antes de avisar: “No puedo estar mejor preparado para el partido”.

La otra semifinal medirá a Cilic y Querrey, ambos de 1,98 metros y dos de los jugadores más altos del circuito. Sin embargo, hay grandes diferencias en el tenis de ambos.

Cilic, croata y número seis del mundo, es uno de los tenistas más completos del mundo. Tiene buen servicio, sí, pero cuando está inspirado también es inabordable desde el fondo de la pista. “Siento que puedo hacer algo grande en Wimbledon, tengo esa sensación. En las últimas semanas he jugado con mucha confianza”, señaló Cilic, el único jugador en activo de fuera del “Big 5” que ganó un Grand Slam (US Open 2014) y un Masters 1000 (Cincinnati 2016).

Enfrente tendrá a un Querrey que basa casi todo su juego en el saque y en la derecha. El primer estadounidense que llega a las semis de un grande desde Andy Roddick en Wimbledon 2009 conectó 126 aces camino de las semifinales y el 61 por ciento de sus primeros saques no encuentran respuesta. Jo Wilfried-Tsonga, Kevin Anderson y Murray pueden dar fe de ello.