El contexto económico global no da respiro. La guerra y los cambios en las condiciones financieras internacionales, que se han vuelto muy restrictivas producto de la suba de tasas de los principales bancos centrales, son fenómenos que impactan de lleno en la economía argentina.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) analizó algunos de los efectos que el conflicto bélico genera para la Argentina. Señaló que, si bien los vínculos comerciales con Rusia y Ucrania son mínimos y las exportaciones de alimentos se han beneficiado temporalmente del incremento de los precios mundiales, “el aumento de los costos de las importaciones de energía ha empeorado la balanza comercial, ya que Argentina es un importador neto de energía”. A los fines cuantitativos, se supo que el Gobierno le presentó un documento a Kristalina Georgieva, directora gerenta del FMI, donde se calcula un costo de casi 5000 millones de dólares producto de la guerra.

En otro frente crítico como el de las reservas internacionales, en el marco de la última reunión del G20 los presidentes de Argentina y de China acordaron ampliar en 5000 millones de dólares la parte del swap vigente que puede ser considerada como de libre disponibilidad.

Algunos medios especializados trataron de minimizar la noticia señalando que el programa con el FMI no permite contabilizar estos recursos en la meta de reservas. Es una observación que carece de total relevancia práctica ya que las mismas se terminan fortaleciendo de una forma u otra. Incluso si el swap sólo se utilizara para cubrir parte del abultado déficit comercial que existe con China, la posición externa se termina volviendo más robusta.

También se pusieron reparos en cuanto al reclamo del gobierno argentino por los sobrecargos y algún analista lo tildó de “obsesión”. Sin embargo, el Gobierno cuenta con el apoyo de diversos economistas y organizaciones que señalan el carácter regresivo de los sobrecargos, que afectan a los países que tienen más necesidades de balanza de pagos.

Un ejemplo extremo que ilustra la arquitectura financiera internacional es el de Ucrania, país que accedió a un crédito para hacer frente a las necesidades de la guerra y que también enfrenta los sobrecargos.

La dinámica financiera reciente deja más expuesta la necesidad de que se introduzcan cambios. La tasa básica que pagaban los deudores del FMI antes de la guerra se encontraba en el 1,19 por ciento y hoy llega al 3,72 por ciento, un aumento significativo de 2,5 puntos porcentuales. Este salto es una consecuencia directa de las decisiones monetarias de las principales economías, que han venido subiendo fuertemente las tasas de referencia con el argumento de que es necesario anclar las expectativas de inflación. Si se suman el componente básico y los sobrecargos (3,0 por ciento) se llega a una tasa del 6,72 por ciento, una alícuota sumamente gravosa.

En el comunicado final del G20 en Bali, Indonesia, se indica la “continuidad de las discusiones” sobre este tema y Kristalina Georgieva se comprometió a llevarlo al directorio. Vale recordar que el G20 está integrado por los principales países del mundo y son ellos los que definen las políticas del FMI. La pregunta entonces es por qué aún no se ha resuelto este asunto. Al respecto, un punto que casi no se menciona es que con los intereses de los créditos que otorga el Fondo mantiene su estructura de funcionamiento. Por eso la revisión de los sobrecargos requiere de una decisión política y de una compensación presupuestaria por parte de los países miembro.

Es esencial que haya una resolución favorable para que baje significativamente la tasa de interés que pagan Argentina y las otras economías que sufren la cuestión de los sobrecargos. Una medida de este tipo generaría un ahorro fiscal y de divisas muy importante.

En un mundo injusto e incierto, el Gobierno continúa gestionando en los múltiples frentes con el objetivo de garantizar un sendero de crecimiento con inclusión. 

* Diputado Nacional del Frente de Todos. Presidente del Partido Solidario.