Nacido un 14 de julio de 1955 en el paraje Las Trampas, cercano a la localidad de El Quebrachal, distante 250 kilómetros al este de la capital salteña, Vuenaventura David creció en el humilde contexto del campo salteño.

Desde pequeño alternaba trabajos en la finca con la concurrencia a la escuela primaria rural, a la que llegaba a pie junto a sus hermanos, sorteando el kilómetro y medio que la separaba de su casa.

Transitando una infancia atravesada por la temprana muerte de su madre a sus siete años, fue su padre quien se encargó de la crianza de la numerosa familia, y también el que decidió enviar al pequeño Vuenaventura a la ciudad de Salta para comenzar los estudios secundarios.

Este tramo educativo será un tránsito sinuoso, que abandonará terminándolo más adelante, para volcarse, ante el apremio económico, a su primer empleo formal como ordenanza en la Dirección de Inmuebles. Con el advenimiento de la democracia, en 1983, Vuenaventura comenzará una etapa de lucha y formación política que lo marcará para toda la vida.

En su casa natal de El Quebrachal.

Aquellos que lo conocieron abundan en elogios, quieren hablar de él, recordarlo, poner sobre el tapete la figura de un compañero íntegro, con convicciones inquebrantables, inclusive, ante las peores adversidades políticas y sociales.

Una de las personas que lo recuerda es María Lapasset, compañera de lucha: “David era muy abierto, siempre dispuesto a aprender cosas nuevas y además, lo que él había aprendido lo transmitía sin mezquindad. Era un tipo muy conocido en todos los lugares donde caminaba, cada diez metros, la gente lo saludaba”, relata, mostrando un gesto del que pocas personas pueden vanagloriarse.

Otro que supo luchar codo a codo con Vuenaventura es el histórico ex secretario general de ATE Nacional y de la CTA Autónoma, Víctor De Gennaro, quien comenta: “Era un buenazo total, una persona absolutamente esencial, hablaba cuando era necesario, pero cuando pedía la palabra, el silencio y el respeto era total, porque decía cosas de una profundidad impresionante. Además, en el día a día era contenedor, se prendía en todas, nunca le iba a faltar tiempo para abrazar a los compañeros, a las compañeras, para ir a un asado, a un vino, a una marcha o a una charla… le gustaba animarse a soñar”.

Inicios en la lucha, encuentros militantes

“Lo conocí a Vuenaventura en los 90”, desliza rápidamente la médica Lapasset, ex secretaria general de APSADES, asociación que nuclea a los profesionales de la salud de Salta, “cuando estábamos con el Frente de gremios estatales en el 96, él ya era el secretario general de ATE. Ahí empezamos a coordinar las luchas entre los dos gremios”.

Reunión de la CTA en Pichanal. David, primero de la derecha.

En tanto, De Gennaro también comparte el recuerdo de sus primeros acercamientos con David. “Lo conocí en el medio de un conflicto, a fines de la década del 80, cuando estaba encabezando una huelga de hambre en la plaza principal de Salta, enfrentando la política de ajuste que se llevaba adelante en ese momento. El demostró ahí, a los delegados, poner el cuerpo a todas sus ideas y a sus luchas, eso me impactó. A partir de entonces fue capaz de organizar desde los sectores de trabajo, un ATE que tenía que ver con el proyecto de recuperación de nuestro gremio que había sido diezmado desde la dictadura militar, y que tuvo que reconstituirse en todas las provincias”.

Por otra parte, Daniel Escotorin, historiador y militante de ATE, también conoció a David y tuvo gran afinidad con él. “Yo trabajaba en Buenos Aires, en la Casa de Salta, era delegado gremial, y en un típico asado de fin de año del gremio, un compañero me lo presenta. Ahí me quedó la imagen, y luego sí, ya en el año 92 nos vamos viendo en diferentes encuentros vinculados al recorrido que emprendimos con la construcción de la Central de Trabajadores. Al año siguiente yo me instalo en Salta y comenzamos a vernos de manera frecuente”.

Junto a Víctor De Gennaro.

La médica Lapasset subraya que a David “le había costado mucho formarse porque no tenía estudios, había hecho a duras penas la secundaria con varias interrupciones, pero después no tuvo otra formación académica. Él decía que su escuela había sido ATE y que su maestro más importante había sido Víctor de Gennaro”.

David construye y resiste

Los años 90 fueron un gran parteaguas en la historia social y política argentina contemporánea. El tejido social comenzaba a fracturarse; las fábricas, a convertirse en esqueletos de metal y los ex empleados transitaban las calles, en el mejor de los casos, con una indemnización que se iba diezmando rápidamente.

Esta situación obliga a los gremios en resistencia a reformularse y plantear nuevas estrategias, en contraposición con aquellos que habían sido cooptados por el plan de gobierno neoliberal. De Gennaro recuerda: “Él fue uno de los pilares fundamentales de ese NOA que reconstruyó, entre otras provincias, Salta. Fue parte de ese NOA vital que terminó siendo una referencia para la política de ATE en la reconstrucción de los trabajadores provinciales, y referencia y vanguardia en todo lo que va a ser la lucha de los 90 contra el pacto de Menem y Alfonsín y la reforma de la Constitución con la imposición del modelo Cavallo, aquel que decía que la mayoría de las provincias eran inviables y tenían que desaparecer”.

El historiador Daniel Escotorín agrega al contexto de aquel momento. “Eran miles de trabajadores en la calle, y frente a eso, comenzamos a aceptar este fenómeno que se estaba dando a nivel nacional, que era el de los desocupados. No teníamos herramientas teóricas ni prácticas para pensarlo, para ver cómo hacíamos. Así que fue todo ensayo y error, probando permanentemente estrategias. Fue también un momento donde aparece un sector muy cercano a David que es la CCC, que con su referente Oscar Monzón, hubo una relación cercana y muy estrecha de amistad. Eso permitió que durante mucho tiempo articuláramos y marcháramos juntos”

Marchando junto a María Lapasset.

“Cuando empezamos con la CTA pensábamos nuclear a los trabajadores que están en los gremios, pero también nuclear a los trabajadores individuales, los que no tienen gremio, entonces había que ir a buscar a esos compañeros, no los teníamos desde el vamos”, relata Lapasset y agrega: “Me acuerdo que una vez dijimos, ‘bueno, vamos a recorrer los barrios’, porque decíamos que era la nueva fábrica, en esta etapa donde había tanta desocupación, era el barrio, entonces había que caminar, convocar y organizar a los compañeros en el barrio”.

Lapasset incorpora una semblanza que describe de cuerpo completo a Vuenaventura: “siendo secretario general de la CTA, podía dar un discurso en medio de una marcha, pero también se arremangaba y se ponía a desmalezar un terreno si era necesario. Y, algo que siempre decía y que me quedó muy grabado, es que estaba ocupando ese lugar porque había 30.000 desaparecidos que seguramente, si ellos estuvieran vivos, habría gente más capaz y más formada”, frase que desde la humildad, hace énfasis en las consecuencias sociales y políticas que dejó la dictadura militar en cuanto a la eliminación de cuadros políticos fundamentales para pensar y actuar hacia el cambio social.

El recuerdo en tiempo presente

Los recuerdos brotan a cada paso, en cada charla, en cada lucha, en cada barrio. Así fue que luego del fallecimiento de David, el 15 de agosto de 2017, sus compañeros comenzaron a recordarlo en cada una de las actividades y encuentros. En uno de ellos, comenzó a circular la idea de plasmar de forma escrita algo de toda esa experiencia compartida. Daniel Escotorín recuerda aquel momento, “Víctor (De Gennaro), que siempre tiene la capacidad de proponer y después hacer, dijo ‘hagamos algo sobre la vida de David’, y lo que originalmente se pensó como una cartilla, fue mutando hacia la idea de un libro”.

El texto está colmado de recuerdos, sobre todo de fraternidad militante inclusive en momentos de gran conflictividad. “Aprendía mucho de él, sobre todo en como se vinculaba, me gustaba verlo como abría puertas, solucionaba cosas a los compañeros y las compañeras, y después nos sentábamos a discutir política. Era muy dinámico”, resalta el historiador y militante de ATE.

“Era un hermano y un compañero de caminar”, comenta De Gennaro y agrega: “aprendí muchas cosas de él como de otros compañeros, pero con David sobre todo aprendí el estar. Uno gozaba estando, era la sensación de que no hacía falta planificar el compañerismo y la felicidad sino estando con él, se sentía la fraternidad. Por eso me gustaba encontrármelo y estar horas compartiendo cosas”.

“Yo creo que hay que recordar su humildad, su sencillez y también rescatar su honestidad”, subraya Escotorín y suma una anécdota que lo retrata tal cual lo definen sus compañeros: “Recuerdo lo que nos costó convencerlo de que se involucrara en un plan de vivienda. Él alquilaba y finalmente consiguió una casa en el barrio San Carlos, y no es que el gobierno se la regalaba, había que pagarla, pero él tenía esa idea, de no dejar ningún flanco con el cual puedan decir de él que era corrupto, o sea, lejos estaba de eso. Me parece que el mensaje que queda es de un dirigente que fue muy honesto en todo el sentido de la palabra honestidad. Muy comprometido con los compañeros, alguien que hacía de verdad de las palabras hechos. Creo que ese es el punto donde hoy muchos dirigentes, sobre todo las nuevas camadas, tendrían que tomar ese legado. Con una mirada histórica desde hoy, lo que significó su figura en los 90, tiene un valor enorme”.

Era un líder nato, tenía una capacidad de liderazgo y organizativa muy grande en todo sentido, desde organizar una actividad gremial o una medida de fuerza, hasta organizar una reunión de amigos”, recuerda Lapasset, un rasgo que resuena como factor común que reafirman sus compañeros y compañeras de ruta.

El recuerdo se vuelve vivo en las palabras de sus colegas y amigos, y de todos aquellos que pudieron compartir experiencias de organización social y sindical junto a Vuenaventura David en las diferentes latitudes por las que transitó, sobre todo, en una Salta que se rozaba picos históricos de pobreza y desempleo. Ese fue el tiempo que le tocó vivir a David y lo abordó de frente, sin dobleces ni claudicaciones. Tal como resume Víctor De Gennaro, “Hay militantes que son a tiempo completo, no partidarios, no sindicales, son militantes a tiempo completo de la vida, eso era David”,