Si hay grandes derrotados en lo que va de Qatar 2022, cuyas semifinales ya están definidas luego de una voraz seguidilla de fútbol y batacazos, entre esos no estarán ni Japón ni Corea del Sur, que se despidieron hace unos días del Mundial. Y no porque nadie esperaba nada de ellos; al contrario, millones de hinchas seguían partido a partido el devenir de los seleccionados asiáticos. Si se fueron a casa enojados por la eliminación en octavos de final pero esbozando alguna sonrisa se debe a que han trabajado duro y profundo en las últimas dos décadas, con visibles resultados, desde que fueran anfitriones de la recordada cita mundialista en 2002.

En el Mundial que devolvió la máxima competencia del fútbol al continente asiático, los Samurai Blue -como le llaman en el país nipón a su selección mayor masculina- repitieron su mejor actuación histórica. Los japoneses alcanzaron los octavos de final por cuarta vez en su corta vida mundialista, que comenzó en Francia ’98 (el primero que jugaron), y que ya repitió el hito en sus últimas dos presentaciones: tanto en Rusia como en Qatar se metieron entre los mejores 16 seleccionados del mundo (las restantes fueron en 2002 y 2010).

Si hace cuatro años llegó hasta cuartos junto a Colombia eliminando a Polonia y Senegal (le cobró cara la eliminación a Bélgica en un recordado 2-3), este año los japoneses fueron quizá la sorpresa más grande de la fase inicial: como parte del Grupo E, vencieron por 2-1 a España y a Alemania para asegurar su clasificación en el “Grupo de la Muerte” de la cita qatarí, conquistando además un valioso e inesperado primer puesto y eliminando a los germanos otra vez en primera ronda. Ni siquiera la curiosa derrota ante Costa Rica por 0-1 les impidió celebrar todo eso.

El Mundial 2002: el despegue

Pero Japón tiene un rico detrás de escena para contar esta historia de crecimiento a largo plazo que, sin embargo, no pudo evitar los ojos húmedos de sus simpatizantes. Y esos camarines que hicieron de los Samurai Blue una selección respetuosa pero no temerosa de ningún rival empiezan con Corea-Japón 2002, hace veinte años, y tienen en común con su coanfitrión mundialista las variables que hicieron de esa localía un aprovechado y rico despegue futbolístico para las dos naciones.

La primera vez que Asia recibió una Copa del Mundo cambió para siempre la cultura futbolística de ambos países. Según el artículo “Effect of 2002 FIFA World Cup: Point of Attachment That Promotes Mass Football Participation”, publicado este año en la revista académica Frontiers in Psychology por Taeahn Kang, Jeongbeom Hahm y Hirotaka Matsuoka, aquel Mundial promovió significativamente el fútbol tanto en Corea del Sur como en Japón y cambió considerablemente su escena futbolística. En su valiosa investigación, los autores destacan, por ejemplo, que 17 de los 20 estadios utilizados en aquel Mundial fueron construidos especialmente para el evento, lo que aportó una infraestructura necesaria para el desarrollo del deporte una vez finalizada esa competencia. A su vez, señalan tres efectos más de aquella Copa en el ecosistema originario del despegue futbolístico de ambas naciones: según sus datos, “propició el crecimiento de las ligas de fútbol profesional, dada la expansión del número de clubes entre 1996 y 2020”, pasando de 9 a 22 equipos en Corea del Sur y de 16 a 56 en Japón; duplicó además el número de estudiantes atletas de fútbol en Corea del Sur (de 10.692 en 1996 a 26.812 en 2016); y generó “un aumento masivo en espectadores de la División 1 de la liga de fútbol profesional japonesa en las últimas dos décadas: de 13.353 por partido en 1996 a 20.751 en 2019”.

Los juveniles, el Príncipe y la Emperatriz

Pero a ese ecosistema necesario para el crecimiento futbolero, cada uno le agregó su estilo y su propio camino de desarrollo. En el caso de Japón, quizá la principal fortaleza pase por dos claves de un programa a largo plazo: la proyección desde edades tempranas y el fuerte trabajo en las juveniles, sumado a la importancia dada a la difusión del deporte. La cara más visible de ello es la Liga Sub 18 de la Asociación Japonesa de Fútbol (JFA, por sus siglas en inglés), un campeonato que involucra a regiones de todo el país y es más conocido como Trofeo Príncipe Takamado, aunque a su vez ofrece torneos similares en las categorías Sub 12 y Sub 15, así como la Copa de la Emperatriz en la rama femenina.

Según señala la FIFA, que respalda económicamente esas competiciones, la existencia del Trofeo Príncipe Takamado tiene impactos reales en el fútbol del máximo nivel: solo en 2021, 25 jugadores provenientes de allí fueron fichados por equipos de la Primera División de Japón y 32 fueron convocados por la selecciones nacionales juveniles. “Se trata de elevar todo el nivel de la liga japonesa Sub 18 para que pueda competir en un mismo plano que las de Alemania e Inglaterra, por ejemplo, en esa categoría de edad. Queremos igualarlas e incluso superarlas para poder ser reconocidos a escala internacional”, reconoció el exseleccionador Sub 20 de Japón, Masanaga Kageyama, en declaraciones al máximo ente del fútbol mundial.

El volante Takefusa Kubo y el delantero Takumi Minamino, ambos presentes en Qatar 2022, son posiblemente dos de las máximas estrellas surgidas de ese semillero que alimenta el fútbol nipón y que crea dedicadas y simpáticas guías de juego para sus niñes y adolescentes. Pero el plan japonés de largo aliento también tiene otros efectos directos, como el atractivo de sus jugadores para el mercado europeo. A nivel de selecciones, las mujeres llegaron todavía más alto que los varones, cuando se proclamaron campeonas del mundo en Alemania 2011.

La fórmula de Corea del Sur

La Corea del Sur que en Qatar eliminó a Uruguay y le ganó al Portugal de Cristiano Ronaldo en fase de grupos, también tiene detrás una historia de apuestas por el crecimiento futbolístico, esa que le permitió a la selección masculina su clasificación a los últimos diez Mundiales. Una historia que se inspiró de la escuela neerlandesa del fútbol total: desde que fue derrotada 0-5 en Francia ’98 a manos del combinado naranja conducido por Guus Hiddink y luego fue a buscar al DT holandés para hacer historia cuatro años después y llegar a semifinales (su mejor actuación de la historia), hasta estos días, en los que planea hacer un centro de entrenamiento de altísima gama inspirado en el Johan Cruyff Arena y en su admiración por el fútbol de la Naranja Mecánica.

Pero los coreanos han tenido otras fuentes de inspiración para hacer crecer su fútbol. Tal fue el caso del Liverpool, con el que firmaron en 2017 y llevaron adelante una academia de desarrollo de jugadores en el país asiático, para enseñarles a niños desde los 4 a los 18 años a jugar con el estilo del club inglés.

Las lágrimas no se negocian: tras la eliminación en octavos, a manos de Croacia (por penales, tras un 1-1) y de Brasil (por 1-4) respectivamente, nadie en Japón ni Corea del Sur pudo evitar la desazón de quedarse afuera del Mundial. Y sin embargo, hace 20 años inició en esos países una historia que viene a explicar más que una sorpresa, un buen presente. Y quién sabe aún lo que les depara el futuro.