Un día de mediados de 2020, cuando las calles estaban semivacías y muchos edificios permanecían cerrados, el músico uruguayo Mariano Gallardo Pahlen golpeó las puertas del cielo. Lo hizo en nombre de la experimentación artística. Fue hasta la Iglesia Alemana de Montevideo y pidió permiso para usar el órgano de tubos Walcker que está allí desde hace más de cien años.

“Fue ir, tocar timbre y preguntar”, dice, al recordar aquel atrevimiento que se le ocurrió mientras caminaba por su barrio, Parque Rodó. Fue una idea que anduvo bien, porque no sólo le dijeron que sí, también le dieron una copia de la llave de ese templo que el año pasado fue declarado Monumento Histórico Nacional por el gobierno uruguayo.

Quizás en la iglesia hayan aceptado por una característica que Mariano posee y que se percibe casi de inmediato cuando se lo conoce: la pasión por la música que tiene desde que era un chico de cuatro años y ya coleccionaba casetes con sus canciones preferidas. Un amor correspondido que Mariano se toma muy en serio y que lo lleva a desarrollar proyectos ambiciosos, como Los sueños de los otros, su primer disco, que deslumbró en Uruguay y todavía espera ser descubierto en nuestro país.

Gracias a Los sueños de los otros, Mariano fue nominado a los Premios Graffiti y elogiado por su admirado Luciano Supervielle, que reconoció sentir “una sana envidia” al escucharlo. Además, el diario uruguayo El País lo señaló como "la revelación del año", una categoría que podría seguir vigente, ya que el álbum, publicado de forma digital en 2020, todavía se las arregla para parecer un disco nuevo gracias a la presentación en vivo que se realizó recién en octubre pasado y a las ediciones en vinilo y CD que aparecieron en 2021 de la mano del sello uruguayo Little Butterfly Records y el japonés Think! Records.

Pero el disco es todavía más antiguo que su fecha de edición. Los primeros borradores surgieron en 2017. Fue un proceso largo que a Mariano le sirvió para saber quién era a la hora de hacer música: “Me dediqué a grabar todo, a producir todo, a componer todo y a arreglar todo. Entonces también me di cuenta de que me gusta dedicarme el cien por ciento en algo así. Yo hasta ese momento tenía otros laburos creativos. Laburaba filmando y estaba en varios proyectos musicales. En ese momento lo que hice fue dejar todo, conseguir un trabajo en un café y el resto del tiempo dedicarme completamente a grabar”.

El disco de Gallardo Pahlen es pop orquestal, aunque en realidad es mucho más que eso. Son diez canciones en cincuenta minutos que transitan por la psicodelia, el jazz, la música brasilera y todo lo que Mariano escuchó y metabolizó desde su infancia en una familia repleta de estímulos artísticos.

“Mi bisabuelo era pianista concertista en Viena. Mi abuelo, Kurt Pahlen, se dedicó a la música en muchísimos sentidos y es una figura muy importante. Nació en Viena, fue director del Teatro Colón en Buenos Aires, se vino a Uruguay y publicó más de sesenta libros sobre música”, cuenta.

Kurt Pahlen, que falleció en Suiza en 2003, cuando tenía 96 años, fue una de las primeras influencias de Mariano, que lo iba a visitar una vez por año. “Él tenía un palco en la Ópera de Zúrich. Era una experiencia súper fuerte ir ahí, ver todo ese mundo”, sigue.

La intensidad musical no bajaba al volver a Montevideo: “Mi hermano es pianista, se dedica a eso. Mi madre es coreógrafa, es bailarina, estuvo vinculada al teatro. Mi padre no se dedica a la música pero es de las personas que conozco que más ama la música. Conoce muchísimo de música brasilera y de todos lados. En mi casa se escuchaba música griega, bandas sonoras, Stravinski, Los Beatles, música de acá: Jaime Roos, Rada, Mateo. Entonces, yo creo que si vengo de algún lado es de ahí, de mi casa, de escuchar música todo el día. La música es algo que me conecta a mí con mi familia, que nos conecta”. Los sueños de los otros también es una forma de contar su historia.

Como bien dice Mariano, entre risas, con esos antecedentes “no había por dónde zafar”. El recorrido siguió en la Escuela Universitaria de Música, en Montevideo, adonde llegó con 18 años, en 2008. Ahí estudió guitarra clásica y conoció a varios de los músicos con los que iba a desarrollar proyectos en los años siguientes. Algunos más jazzeros, y otros, como el colectivo de bandas La Órbita Irresistible, más inclinados al indie y al pop. En la Escuela también tomó contacto con el contrabajista Antonino Restuccia, que en 2020 lo invitó a tocar el piano en su magnífico disco Otro camino, una propuesta que a Mariano le parecía fuera de su alcance. “Cuando Antonino me invita le digo 'Pero a la música que vos hacés yo no sé tocarla'. Y estuvo buenísima la respuesta que me dio: 'No, vos tenés que tocar lo que vos hacés'. Y ese encuentro fue brutal”, cuenta.

Esa falta de preparación que Mariano sintió cuando Antonino lo invitó a grabar también apareció a la hora de tocar el órgano de la Iglesia Alemana. Mariano estudió tres meses para poder adaptar una sola de sus canciones al instrumento. El proceso puede verse en YouTube: Mariano probando el órgano, Mariano practicando en su casa con los pedales dibujados en el suelo, Mariano ensayando con el saxofonista Vittorio Pagani y el guitarrista Manuel Gallardo. Los tres golpeando libros y bancos de la iglesia para grabar sonidos que funcionaran como batería. El resultado es una versión entre clásica y electrónica de “La flor que alumbra”, una de las mejores canciones de Los sueños de los otros.

Más tarde, Mariano repitió el proceso cuando trabajó en la presentación en vivo del disco, un show que cuenta con once músicos en escena y suena más actual, con elementos del trap y la electrónica. “Las versiones que hago en vivo son remixes. Tomo las canciones y las rearreglo por completo de cero. Las produzco nuevamente pensando en qué es lo que a mí me gustaría ver y escuchar en vivo”, dice.

Para el 2023, Mariano espera tocar en Buenos Aires y seguir un poco más en la etapa de su primer disco, aunque lo cambie por completo. “A mí me gusta mucho la experimentación. Cada vez que hago algo empiezo a probar. Eso me devuelve frescura, me mantiene alerta, y me parece que también le inyecta algo a lo que escuchás. Es un condimento que tengo que sentir para ponerlo ahí adentro y que quede encapsulado. En este momento te diría que estoy contento con eso. Si en algún momento empiezo a sentirme incómodo, lo cambiaré. Pero ahora venimos bien, venimos con el viento en la camiseta”.