Conmoción en Santá Fe. Una niña de 12 años, Milagros murió al aceptar el desafío en la red social Tik Tok llamado “el juego del ahorcado”, se trata de aguantar la respiración el mayor tiempo posible hasta desmayarse. El juego ya ha cumplido muchos años, lo han “cumplido” muchísimos niños y niñas y también cuenta con decenas de casos que terminaron siendo mortales.

Quiénes conocen el reto se quedan estupefactos pues se trata de colocarse un objeto alrededor del cuello para de esta forma poder evitar respirar, la naturaleza humana impide el bloqueo de la entrada de aire en forma “natural” y entonces resulta necesario para conseguir ese objetivo la utilización de algún objeto que bloquee la entrada de aire, el juego se referencia en una vieja forma de tortura y muerte: el ahorcamiento.

¿Por qué alguien aceptaría ahorcarse a sí mismo sólo para cumplir un reto de una red social que se transmite en vivo? No parece una pregunta fácil de contestar aún para quienes desde hace muchísimos años analizan los efectos de las redes sociales, las múltiples pantallas y esa relación tan estrecha, casi de pegoteo que viene aconteciendo entre un objeto muy especial como es el celular inteligente y la frágil subjetividad humana. Y no es fácil porque en estos momentos hay familiares llorando y no sabiendo qué hacer, todo un pueblo, Capitán Bermudez, a 15 kilómetros de Rosario, conmocionado.

Agreguemos algunos elementos sobre las redes sociales, las múltiples pantallas y los celulares inteligentes. Mucho se ha alertado de la peligrosidad de acercarles a los bebes demasiados rápido esos objetos con pantalla chata y pantalla translúcida que cuando se prende es una catarata de sonidos, luces, palabras con la cual resulta imposible competir, ningún otro objeto sobre el planeta es comparable, se trata de una batalla perdida antes de comenzar. Esa pantalla será la intermediaria entre ese bebé y la realidad. Comenzará a reconocer la cara de sus padres a través de la superficie opaca, si están enojados o contentos, luego le será aún más simplificada la comprensión a partir de lo que llaman “reacciones” que no suelen ser más de ocho, entre las que se destacan: me gusta, me enamora, me enoja, me entristece.

Todo intento de contextualización histórica se vuelve infructuosa frente a la vertiginosidad de las redes sociales, cada nueva generación acude a las redes sociales, a formas de interactuar, a desafíos en las que no se cruzan con las otras generaciones. Las redes sociales producen una homogeneización segmentada. A grandes rasgos, Facebook es para los adultos, Instagram para los adolescentes, Tik Tok para los más jóvenes. Si bien hoy se va notando un entrecruzamiento etarios entre las distintas redes sociales, esta distinción se sigue manteniendo y, un desgraciado ejemplo es que los casos de personas fallecidas por el “juego del blackout” son niños y niñas en la red Tik Tok menores a quince años. Son más de diez al presente.

Este poder de homogeneización de las redes sociales y las múltiples pantallas no alcanza para explicar este atroz acontecimiento del llamado “blackout”, que siguiendo una traducción posible trata de no dejar pasar la luz, de poner una cortina a la conciencia, de dejar todo a oscuras, llegar al límite de la propia luz, de la propia vida y sentir esa sensación de ahogo que sólo se suelta cuando el desmayo y la inconsciencia, paradójicamente nos salva la vida.

Se trata de los mandamientos digitales. He publicado un libro llamado Mandamientos digitales (2023) donde analizo alguno de ellos: “Matarás al otro como a ti mismo”, “No espoiliarás el final”, “Cambiarás al objeto obsoleto”, “Sentirás bullyng”, “Vivirás en tu burbuja”, “Dormirás con tu celular”, “Quedarás fuera de juego”.

El mandamiento del “black out” atraviesa muchos de estos mandamientos, ahorcarse haciendo streaming, es una manera de matar al otro matándose a sí mismo. En Estados Unidos, el “desafío” es público y aparece diariamente con jóvenes atacando con rifles semiautomáticos las escuelas y matando a escolares al mismo tiempo que siendo acribillados ellos mismos, mientras transmiten en vivo, no pudiéndose distinguir si lo que están transmitiendo es algún juego de Play Station o la realidad en vivo.

No queremos ser escabrosos ni escandalosos, pues atrás de estos sucesos están el sentimiento de los familiares, las compañeras que sin saber lo que acontecería le acercaron este desafío, y ese instante que atravesó la niña frente a este exceso que la llevó a la muerte. Los mandamientos, desde siempre, intentan dar curso a algo de la naturaleza humana que se relaciona con los excesos que son estructurales y no una perversión, no una anormalidad. Los niños y niñas cuando llegan a la prepubertad intentan saber cuánto aguantan la respiración, en general lo hacen aguantando el aire en alguna pileta o en una bañera, se trata de tocar los límites de la propia naturaleza, al mismo tiempo sentir ese “placer por la desmesura”, lo que se va más allá de lo imaginable, que el psicoanálisis llama goce pero esto no tranquiliza a nadie preocupados todos y todas por el qué hacer, por los escandaloso de este desafío en redes sociales utilizados por niños y niñas.

 

Los mandamientos son desmesurados, como lo vemos en “aguantarás la respiración hasta desmayar”. Llama la atención por su descomunal exceso, y la pregunta atraviesa a toda la comunidad con un angustiante qué hacer. No alcanza con remarcar que los espectadores de las redes sociales, que somos todos y todas tenemos una “atención colmada”, que sólo se viraliza lo que rompe los límites entre ellos de la naturaleza humana, las redes sociales se alimentan de los escándalos pero para nombrar dos o tres cuestiones que nos ayuden como población vulnerable: el celular se debe prender y apagar, sería necesario encontrar zonas y tiempos libres de celulares y diferenciar usos creativos de las múltiples pantallas de utilizaciones mortificantes. Y sobre todo seguir pensando en estos sucesos para evitar nuevas pérdidas que no tienen sentido en un tiempo histórico con mandamientos desmesurados. 

*Psicólogo, psicoanalista, docente universitario y escritor. Ha publicado los libros Generación Play y Homo Selfie.