Desde Berlín

Por segunda vez en los 73 años de historia de la Berlinale (la primera fue Fuocoammare, del italiano Gianfranco Rosi, en 2016), un film documental ganó este sábado el Oso de Oro a la mejor película. Se trata de Sur l’Adamant, del gran cineasta francés Nicolas Philibert, a quien en Argentina se lo recuerda especialmente por el estreno en 2002 de Ser y tener, además de otros títulos suyos que se exhibieron en diferentes ediciones del DocBuenosAires. “Me hace feliz este premio porque el jurado y el festival han considerado que el documental es cine en toda su dimensión, al margen de divisiones o etiquetas”, celebró el director de 72 años al recibir el galardón de manos de la presidenta del jurado, la actriz estadounidense Kristen Stewart.

Fue Stewart quien celebró “el humanismo” del film de Philibert, que transcurre íntegramente a bordo de un barco amarrado a orillas del Sena, en pleno centro de París, que funciona como un centro diurno de acogida para pacientes en situación de fragilidad psiquiátrica. La película se sumerge en ese mundo “sin hacer distinciones entre pacientes y cuidadores”, como destacó el propio Philibert. Se trata de un film que ostenta la sensibilidad y capacidad de observación habituales en el director de El país de los sordos y La Ville Louvre, pero que sostiene también una posición política. No sólo es evidente que sobre ese barco llamado Adamant se privilegian las terapias artísticas y de grupo por sobre la farmacología y la manicomialización institucional. Varios de sus visitantes, que pasan allí buena parte del día, son sobrevivientes de la generación de Mayo del ’68, que con sus canciones, sus poesías, sus solos de guitarra o sus movimientos de danza siguen dando pelea por lo mejor de la vida.

A su vez, la película argentina Adentro mío estoy bailando ganó este sábado el First Feature Award de la Berlinale, que premia al mejor debut en el largometraje, un galardón especialmente importante porque se trata de un premio transversal, que atraviesa todas las secciones de la muestra y que está dotado de 50.000 euros. La realización de Leandro Koch y Paloma Schachmann –que participó de la sección Encounters- es la primera película argentina que gana este premio. Los realizadores utilizaron elementos de su propia historia personal para hacer una ficción vinculada con el título internacional del film, The Klezmer Project

Se trata de una road-movie de múltiples capas que está muy lejos de un documental musical convencional. Los directores, que son también protagonistas, viajan desde Buenos Aires a las fronteras de Ucrania, Rumania y Moldavia en busca de un patrimonio cultural en vías de desaparición. Enhebrando hábilmente una historia personal con una exploración de las tradiciones yiddish, los codirectores asumen los papeles principales en la metaficción central de la película.

Volviendo al palmarés oficial, el Gran Premio del Jurado, el segundo en importancia, fue para Roter Himmel (Cielo rojo), del Christian Petzold, a los 63 años todo un veterano de la Berlinale, donde compitió en seis oportunidades y ya había ganado el premio a la mejor dirección en 2012 por Barbara. Film mutante, capaz de pasar sin transición de la comedia a la tragedia, Roter Himmel es una película constituida, desde el comienzo, por fallas, equívocos, errores y malentendidos que hacen a su materia dramática. Sus personajes no son necesariamente queribles y pueden llegar a ser irritantes, pero nunca deja de haber en ellos cierta nobleza.

El Oso de Plata a la mejor dirección fue para otro francés, Philippe Garrel, por su película Le grand chariot, noble fresco de una familia de titiriteros que lucha por continuar con una tradición a punto de extinguirse. “Viva la revolución iraní”, afirmó Garrel desde el escenario del Berlinale Palast antes de dedicarle el premio a sus hijos, Louis, Esther y Lena Garrel, “que hicieron esta película para mí”, en tanto y cuanto son sus protagonistas. El director también aprovechó para dedicarle el premio a Jean-Luc Godard, “que sigue siendo un maestro para muchos de nosotros y que aquí en la Berlinale ganó en 1965 el Oso de Oro por esa maravilla que sigue siendo Alphaville”.

Considerando que la Berlinale siempre fue –y sigue siendo- un festival pionero en la defensa de las diversidades sexuales, los premios a la mejor interpretación –que ya no distinguen géneros- fueron consecuentes con esa línea. El Oso de Plata a la mejor interpretación secundaria fue para la alemana trans Thea Ehre, “dueña de un aura” como la definió Kristen Stewart, por su interpretación en melodrama policial Bis ans Ende der Nacht (Hasta el fin de la noche), de Christoph Hochhäusler. Y la mejor interpretación protagónica fue para la española Sofía Otero, de apenas 10 años, por su trabajo en 20.000 especies de abejas, de la directora Estibaliz Urresola Solaguren, donde su personaje es una niña que está atravesando un cambio de identidad de género. A su vez, el poeta y pensador queer Paul B. Preciado recibió –fuera del concurso oficial- dos menciones de distintos jurados por su brillante debut como director, titulado Orlando, ma biographie politique.

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