"Desmoralizada" es una de las palabras que más ha escuchado esta periodista cuando ha pulsado el estado de ánimo de diversas feministas que este miércoles 8 de marzo saldrán a la calle para reivindicar el Día Internacional de la Mujer. "Desmoralizada y perpleja", añade otra activista que reconoce que muchas mujeres aún no tienen claro a qué marcha feministas sumarse, cuáles son sus recorridos y cuál es "la que va contra la ministra de Igualdad y la ley trans" o "la que defiende los derechos de las migrantes y a los LGTBI".

"Esa es la de las otras", comenta una feminista por teléfono, sin aclarar cuáles son esas "otras". "Por favor, aclaradme desde dónde sale nuestra mani", pregunta otra en un grupo de Telegram, contribuyendo a un esperpéntico ir y venir de mensajes.

"Hay una división en el movimiento, y eso desde fuera no se entiende. ¿A qué manifestación va una mujer que no tiene por qué saber lo que está pasando?", se pregunta retóricamente Teresa Meana, activista feminista, filóloga y experta en lenguaje inclusivo.

Las grandes movilizaciones sociales y la huelga feminista que prácticamente paralizaron el país el 8M de 2018 y el de 2019 han dado paso en muchas localidades a movilizaciones separadas de grupos feministas. Ciudades como Bilbao, Lleida, València, Madrid, Palma de Mallorca, Tarragona o Sevilla celebran este miércoles dos marchas separadas y aparentemente irreconciliables.

Las masivas movilizaciones tras el #Metoo y el #Cuéntalo a raíz de la primera sentencia de La Manada (que no consideró que hubiera habido violencia ni intimidación en la violación grupal a una joven el los Sanfermines de 2016) fueron los catalizadores de una explosión social que pocas veces se ha visto en el feminismo.

La ley trans y del 'solo sí es sí'

Pero en los últimos años algunos debates que ya estaban presentes en el feminismo desde hace décadas, como el abolicionismo de la prostitución, se han polarizado. Hasta tal punto que el debate se ha hecho prácticamente imposible.

Entre las principales causas de esta situación está la fractura que ha generado la tramitación y aprobación de la ley trans, que ha enfrentado a los socios de Gobierno y a parte del movimiento feminista. Otro punto de fricción ha sido la ley del solo sí es sí y la indeseada consecuencia de la rebaja de condenas a violadores condenados. El debate sobre punitivismo sí o no, que también ha estado presente desde hace mucho, volvió a salir con fuerza.

La violencia política desatada en relación al Ministerio de Igualdad y sus principales representantes (entre ellas la ministra Irene Montero) han abonado un campo en el que la extrema derecha siembra y recoge sus frutos. "Unas locas del Consejo de Ministros", afirmó recientemente el líder de Vox, Santiago Abascal, en referencia a las ministras de Unidas Podemos.

Sin embargo, los ataque también vienen por lo que se podría considerar fuego amigo. Esta semana, la exvicepresidenta del Gobierno y actual presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso, Carmen Calvo, afirmó en un acto organizado por el Consejo General de la Abogacía: "¿Por qué el feminismo tiene que cargar con otros colectivos como el LGTBI?". "Al feminismo le han endosado siempre que tiene que ir de la mano de las reivindicaciones de otros colectivos, como el del LGTBI, pero ¿por qué el feminismo tiene que cargar con eso?", dijo Carmen Calvo, quien añadió que "también podríamos elegir ir de la mano con los que diseñan tractores o pintan fachadas".

La alarma social provocada por la rebaja de condenas tras la entrada en vigor de la ley del solo sí es sí (unas 721, según los últimos cálculos recopilados por el Consejo General del Poder Judicial) llevaron al Partido Socialista a presentar en el Congreso una proposición de ley para modificar la norma, con el objeto de frenar los "efectos indeseados". La decisión llegó tras semanas de negociaciones entre los socios de Gobierno (concretamente, entre el Ministerio de Igualdad y el de Justicia), en las que finalmente no hubo acuerdo. El equipo de Irene Montero afirma que llegó a presentar al sector socialista del Ejecutivo hasta siete propuestas de reforma, para que no se tocara el corazón de la ley, el consentimiento. Finalmente este martes, el PSOE sacó adelante la toma en consideración de su propuesta con el apoyo de los votos del PP, llevando a la coalición de Gobierno a su punto más crítico.

Desde Justicia, sin embargo, elaboraron una reforma que vuelve a meter en el articulado los conceptos de violencia e intimidación, una inclusión que para Unidas Podemos supone un paso atrás y un ataque al feminismo. Una división en el seno del Ejecutivo de coalición que igualmente profundiza la brecha en el feminismo, con partidarias de una u otra postura.

Para la eurodiputada y jurista María Eugenia Rodríguez Palop, lo que ha ocurrido con ambas leyes son cuestiones técnico/jurídicas que se han convertido en problemas políticos: "Lo que he observado, tanto en una ley como en la otra, han sido cuestiones que se dan en otras muchas y que es normal detectar cuando entran en vigor, ya que muchas veces son indetectables antes de ese momento". Y advierte que "hay que evitar procesos inflamatorios que no conducen a nada o que nos llevan a lugares a donde no queremos llegar".

La toma en consideración de la proposición de ley del PSOE se ha producido este 7 de marzo, en la víspera de las movilizaciones del 8M, y también el día en que han entrado en vigor los artículos de la ley del solo sí es sí más sociales (seis meses después de su publicación en el Boletín Oficial del Estado), que son los que no tienen que ver con el Código Penal. Son los que incorporan toda una serie de medidas de protección, sanitarias y de reparación a las víctimas, que suponen además el grueso de la norma y que han quedado eclipsados por la polémica sobre la rebaja de condenas. "El ataque es muy feroz, tanto desde fuera, pero también desde dentro. Tenemos gente que no son feministas", dice la activista Teresa Meana.

Cambios irreversibles

Rosa Cobo, socióloga y profesora de la Universidad de A Coruña, considera que el feminismo está sufriendo un retroceso debido a la reorganización de fuerzas de la reacción patriarcal. "Por un lado, ha puesto en pie un discurso de la nueva derecha, un discurso de inferioridad de las mujeres en el que proponen que ocupemos lugares secundarios. Por otro, está el lobby económico que gira en torno a la pornografía y los vientres de alquiler, que es una fuerza brutal para el neocapitalismo. Es decir, una rearticulación patriarcal". Para esta pensadora, es difícil hacer predicciones sobre lo que ocurrirá en el futuro. "Creo que existe un feminismo subterráneo que se está rearticulando y que cuando termine de hacerlo volverá a desembocar en movilizaciones más significativas que las de ahora", sostiene.

Otras, sin embargo, son más optimistas y opinan que a pesar de estas divisiones, los cambios del feminismo son irreversibles. Justa Montero, activista feminista y social, comenta a Público que "el feminismo sigue avanzando en la misma dirección, aunque existen importantes resistencias y estos puedan ser más lentos". Logros como los alcanzados por las Kelly , las trabajadoras del sector de las fresas, o las dependientas de Inditex y las de HyM, muestran que el movimiento no se ha detenido y que se siguen conquistando derechos.

Meana resalta que el feminismo ha logrado cosas impresionantes en los últimos años. "Vengo de una época en la que no había ni divorcio, y hasta finales de los años 60 una mujer no podía presentarse a oposiciones a derecho o notaria. El requisito era ser español y varón. Yo tenía 17 años y aún sigo aquí, por lo que no estamos hablando de la Edad Media. No es un momento dorado, pero el feminismo es un movimiento muy potente", dice.

"Lo que si queda es que el feminismo se ha convertido en un movimiento de masas, pues antes era un movimiento más restringido. Yo tengo confianza, porque aunque no todo el mundo sale a las manifestaciones, cada una en su vida y en lo que puede empuja. Yo creo que, si eres feminista un día, eres feminista toda la vida", concluye la activista feminista Begoña San José.