Ronda Cultural se podría haber extinguido cuando en enero de 2016 el Ministerio de Cultura echó de la peor manera a casi 500 trabajadores. Entre los despedidos se encontraban todos los integrantes del equipo de este programa surgido en 2014, un circuito gratuito por museos y espacios culturales nacionales, a bordo de minibuses y con guías especializados. Pero aquello no ocurrió. Los trabajadores –jóvenes dedicados a la comunicación, la gestión cultural y las artes– mantuvieron en pie la iniciativa, se incorporaron nuevos voluntarios y el programa se convirtió, en enero de este año, en asociación civil. Actualmente no cuenta con ningún subsidio y ofrece paseos caminados y programas educativos. “Y tenemos un montón de sueños”, expresa a PáginaI12 Valeria Escolar, la coordinadora, quien creó “Ronda” en los tiempos en que se desempeñaba para el Estado.

“Nuestra idea más fuerte es constituirnos como una plataforma de gestión y de comunicación, porque creemos que promover el acceso a la cultura va por las dos ramas. Trabajamos por una política cultural que genere una nueva forma de descubrir los museos y los espacios culturales. Queremos desacralizarlos y dinamizarlos y armar redes con otros espacios. Obvio que todo es súper despacito, porque el tiempo que le dedicamos es a contra turno del laburo”, amplía Escolar. Son alrededor de veinte los jóvenes que sostienen Ronda Cultural. Pensaron en cambiarle el nombre al proyecto en esta nueva etapa; llamarlo “Pasión Cultural”. Pero por qué hacerlo, si la identidad es la misma desde los inicios. “Incluso adentro del Estado era una iniciativa súper autogestionada, tenía una esencia similar. De equipo, de apropiación del proyecto”, define la coordinadora. Funcionaba dentro del Plan Nacional Igualdad Cultural y dependía de los ministerios de Cultura y Planificación.

El despido, recuerda una de las guías, Cecilia Peckaitis, “fue una situación terrible”. “Hubo una cosa grupal, de construcción colectiva: ‘o nos reincorporan a todos, es decir, a Ronda, o a ninguno’”, recuerda Escolar. En marzo de 2016, en el marco del duelo por haberse quedado sin trabajo, empezaron a imaginar este otro modo de ser de Ronda. Y, tímidamente, la organización volvió a caminar. “El apoyo de la gente fue fundamental”, sostienen las jóvenes. Unas 14 mil personas siguen a la ONG en Facebook. 33 mil recorrieron museos y espacios cuando el programa todavía funcionaba bajo la órbita del Estado, en un año y medio, entre ellas jubilados, chicos, discapacitados. Muchas entraban a un museo por primera vez. Durante la segunda mitad del año pasado, el equipo se dedicó a convertir la iniciativa en asociación civil, obtuvo la personería jurídica en enero, y ahora pelea por subsidios. “La Casona de Ronda”, préstamo de la Fundación del Sur, se encuentra en Cochabamba al 400.

El trabajo de la asociación se divide en tres áreas: paseos, comunicación y gestión. Para el público general se ofrecen circuitos caminados, como el de esta tarde, que incluye una visita al Museo Nacional de Bellas Artes y al del Libro y de la Lengua (a las 14). Estos recorridos ocurren, por el momento, una o dos veces por mes –la frecuencia depende de las condiciones climáticas– y sumarse requiere de inscripción previa a través de la página de Facebook de la ONG. Se proponen como un viaje por la historia, el patrimonio y los paisajes urbanos. Las jóvenes explican que se proponen conectar museos que no están aparentemente emparentados entre sí y mostrarle al público la diversidad de instituciones que existen en la Ciudad. Los paseos son caminados porque, claro, carecen de buses para realizarlos. “Los museos nos abrazan, nos reciben con mucho cariño. Se generó algo muy lindo, que nos da mucho respaldo. Y la verdad es que hay un montón de afluencia de público. Se junta gente nueva, que conoce esta nueva versión, con gente que ya venía, que son seguidores, que nos aman. Cuando termina el paseo contamos todo lo que nos pasó y decimos que cada quien puede valorar el paseo, libremente, ponerle el precio para colaborar. Efusividad, aplausos, quilombo. Se pone lindo”, grafica Escolar. 

Con muchos datos de color que aportan los guías, el fin es “desacralizar” el museo. “Se trata de que el público se apropie, y no te podés apropiar de algo que no te resulte cercano”, explica Peckaitis. También, Ronda busca dar apoyo a estos espacios. Por eso ofrece una agenda que actualiza los viernes, una selección de actividades gratuitas de diferentes disciplinas que suceden en los museos y no suelen contar con difusión. La ONG persigue fomentar la formación de espectadores, impulsar nuevos artistas, promover otra forma de descubrir museos y espacios culturales y tender una red de instituciones públicas y privadas.

Otra de las propuestas es un programa educativo, que comprende dos aristas: las salidas culturales, para chicos de distintas edades, promueven el aprendizaje sobre el arte, la historia y el patrimonio, con guías–educadores y de manera didáctica y recreativa. La otra es “Museo para armar”: un equipo de guías visita escuelas para experimentar con distintos lenguajes artísticos. La actividad incluye el armado de una escenografía que simula las puertas y espacios de un museo. A partir de un eje temático, los estudiantes crean obras de arte que integran su propio museo, convirtiéndose en artistas y espectadores. Estas actividades tienen un costo accesible, al igual que las salidas para universitarios.

Uno de los sueños del equipo es “trabajar con habitantes de barrios de emergencia”, según puntualiza Lautaro Heger, uno de los nuevos voluntarios, que se sumó por una convocatoria que hubo en el Palais de Glace. El estudia Artes en la UBA y también habla con entusiasmo de otro propósito, que es la creación de un circuito que incorpore a los teatros porteños. Para esto están buscando subsidios. Consistiría en ofrecer al público una visita guiada por algún teatro oficial y culminar la jornada en una sala del off, viendo una obra. “Es raro que una ONG surja de una política pública; en general pasa al revés. Todo esto que estamos haciendo ahora, con la misma energía, lo hacíamos antes. Siempre fue una construcción propia. A mí no me había puesto ningún partido político en el Ministerio. Eramos 25 trabajadores, y a todos los había entrevistado. No habían metido a nadie por la ventana. En este tiempo pasaron cosas muy lindas, crecimos, vino una escuela de Mendoza... movemos un montón de gente. Tenemos muchos sueños, y estamos construyendo”, concluye Escolar.