Es una verdad universalmente reconocida que, en estas fechas que marcan el 200 aniversario de la muerte de Jane Austen, el Banco de Inglaterra encabeza los tributos a la querida autora con un homenaje fetichista: un flamante billete de 10 libras esterlinas que, en paquete naranja nacarado, reemplazará el rostro del señor Darwin por el de la damisela que ha hecho invaluable contribución al mundillo de las letras. Y aunque el mentado billete será puesto en circulación a partir de septiembre, aprovechó el director de la institución, Mark Carney, el 18 de julio –preciso día del deceso, en 1817– para presentar en sociedad el diseño final, en un acto donde incurrió sobre “los méritos certeros de quien se ha ganado un lugar en el selecto grupo de figuras históricas que aparecen en nuestra moneda”. Diseño que no tardó en despertar acaloradas controversias, dicho sea de paso... En principio, entre veganos militantes, enojadísimos con el material –más seguro, durable, resistente– utilizado para la impresión: el polímero, sustancia que denuestan por tener rastros de grasa animal. Luego, entre acérrimos fans que han visto con malos ojos que el famoso retrato de Austen que emperifollará las 10 libras ha sido levemente photoshopeado para hacerla lucir “más bonita”. Y finalmente, acaso el debate más encendido de todos, entre quienes han puesto el grito en el cielo por la frase elegida para acompañar denominación e imagen. Y es que, de las vastas líneas regaladas por Jane, optó el Banco de Inglaterra por la siguiente: “Declaro que, después de todo, no hay placer como la lectura”. A priori bienhechora, pero dicha en Orgullo y Prejuicio por un personaje engañoso, Caroline Bingley, más preocupada por conquistar el corazoncito del rico señor Darcy que por entregarse a las bondades de un buen tomo. Una elección por lo menos irónica, sino desafortunada…