La inflación de marzo se ubicó en el 7,7 por ciento, el valor más alto desde abril de 2002, apenas después del estallido de la convertibilidad, cuando el índice mensual arrojó un 10,4 por ciento. Hay que remontarse a marzo de 1991 para encontrar otro valor superior, del 11 por ciento, en medio de los últimos coletazos de la hiperinflación.

El dato que dio a conocer el Indec representa un duro golpe político para el Gobierno, que no encuentra la forma para frenar el avance de la inflación. En noviembre pasado, el ministro de Economía, Sergio Massa, se ilusionaba con que el breve camino de desaceleración permitiera que en abril el IPC oficial comience con un "tres" adelante. Todo eso quedó muy atrás. Dirigentes de prácticamente todo el abanico opositor no desaprovecharon la oportunidad para criticar la política económica oficial. 

En la comparación anual, los precios acumulan un alza del 104,3 por ciento, lo cual también implica un nuevo máximo desde la hiperinflación previa al cambio en el signo monetario. En algo más de un año de vigencia del acuerdo con el FMI la inflación se duplicó: en febrero del 2022, los precios se movían a un ritmo del 52,3 por ciento anual.

Razones

El viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, señaló en un comunicado que "durante el primer trimestre, la sequía, las altas temperaturas y la gripe aviar generaron un mayor impacto sobre frutas y verduras, carne vacuna, pollo y huevos, los cuales aportaron 2,1 puntos porcentuales a la inflación de marzo". 

"Varios de estos factores esperamos que no estén presentes en abril, de modo que esperaríamos un descenso de cierta magnitud en el índice general. Seguiremos procurando bajar la inflación, combinando políticas fiscales y monetarias que sigan siendo consistentes con tasas de inflación mucho más bajas, junto a políticas de ingresos (acuerdos con empresas y otras) que coadyuden a frenar la inercia", agregó.

En tanto, la portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, dijo que "el número que vemos hoy representa el peor momento del impacto de la guerra en los precios internacionales y la peor sequía de la historia en el país". Naturalmente, la oposición a coro salió a pegarle con todo al Gobierno.

Por su parte, el secretario de Comercio, Matías Tombolini, explicó que "el 9,7 por ciento que conocimos en alimentos y bebidas tiene que ver también con el rol de los formadores de precios. Con el programa de Precios Justos establecimos un sistema de acuerdos, en donde invitamos a los formadores de precios a que sean parte de la solución y no parte del problema". 

Para agregar que "sin embargo, estamos viendo que el comportamiento de estos formadores de precios en términos del cumplimiento en los hipermercados es correcto, pero incumplen en los comercios de cercanía, allí adonde transita más del 60 por ciento del consumo de nuestros compatriotas".

Tombolini detalló que "mientras que en los programas de precios éstos se movieron un 5,1% en los comercios de cercanía estos precios se movieron 11,8 por ciento. Está claro que los formadores precios no están cumpliendo con los acuerdos que hemos celebrado de manera voluntaria".

Sin embargo, este resultado inflacionario se explica por la aplicación de las medidas económicas que se basan en el acuerdo con el FMI, con las que la oposición en gran medida concuerda. En efecto, la situación actual deja en evidencia el fracaso de la postura del Fondo, compartida por el equipo de Massa, de que la búsqueda del equilibrio fiscal y la reducción del financiamiento monetario del déficit impactarían a la baja en la dinámica de precios. En cambio, la intención de evitar que el dólar oficial se retrase, junto a la política de tasas de interés positivas y la quita de subsidios mantienen la inercia inflacionaria en un contexto durísimo por la falta de dólares a causa de la sequía.

Falta de anclas (y de divisas)

Para Fabián Amico, economista de IET-UMET, "el resultado de inflación del 7,7 por ciento de marzo es 'natural' en este contexto macroeconómico en donde la inflación es un fenómeno de costos y está vinculada al conflicto distributivo. Si el tipo de cambio oficial crece al 100 por ciento anual y los precios regulados por el Gobierno también lo hacen a ese ritmo, es lógico que la inflación se mueva en torno a esos valores". 

"Los anclas de cualquier proceso inflacionario deberían ser tipo de cambio y tarifas, considerando que los salarios están bajos. Pero eso no está ocurriendo, por ende la inflación se mueve en estos niveles. Esta política económica tiene mucho que ver con el acuerdo con el FMI, aunque hay un hecho real que es que si no estuviera el Fondo no se tendrían los dólares para hacer una política antiinflacionaria eficaz. Pero encima el FMI incide para mover el tipo de cambio y las tarifas en torno a la inflación y las tarifas. Esto implica tirarle nafta al conflicto distributivo, porque los salarios no tienen más remedio que ir atrás de eso. Este es el otro tema, la carencia de divisas y el acuerdo con el FMI", agrega Amico.

Donde más duele

En particular, el rubro de alimentos y bebidas, que marca el rumbo de la pobreza y la indigencia, subió un 9,3 por ciento, nuevamente por encima del índice general. Los segmentos que más subieron fueron carne y derivados (11,1 por ciento), frutas y verduras (14 por ciento) y leche y lácteos (9 por ciento). En doce meses, alimentos y bebidas acumula un alza del 106,6 por ciento.  

Semejante encarecimiento de los alimentos se produce en un escenario favorable a la desinflación en materia de precios internacionales. Es que a diferencia de lo que ocurrió a fines de 2021 y comienzos de 2022, los precios internacionales de los alimentos no empujan a la inflación local, sino que la contienen.

De acuerdo a la publicación mensual de la FAO, que depende de Naciones Unidas, el índice de precios de los productos alimenticios se ubicó en marzo pasado un 2,1 por ciento por debajo de febrero, disminuyendo por doceava vez consecutiva, tras alcanzar su nivel máximo hace un año. En los últimos doce meses, la baja acumulada promedio en los precios internacionales de los alimentos es del 20 por ciento.

En cuanto a los otros rubros, educación aumentó un 29,1 por ciento por el comienzo de las clases. Prendas de vestir y calzado también avanzó por encima del promedio, con un 9,4 por ciento. Por debajo de la media se ubicaron vivienda, agua, electricidad y gas, con el 6,5 por ciento y equipamiento para el hogar, con el 5,8 por ciento.