¿Qué ciudades hay en esta ciudad? Esta es una de las preguntas que quedó resonando después de un mes de discusiones abiertas y actividades en Casa Pringles ATR, Autónoma, Territorial y Reparadora, una sigla que es una declaración de principios en esta casa de Almagro donde viven de manera comunitaria diez mujeres y quince niñes que encontraron una manera de gestionar la intemperie en un inmueble donado al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en 1918 y declarado ocioso por el GCBA actual en 2021, es decir destinado a la subasta pública sin ningún fin específico, aunque mirando alrededor prácticamente en cualquier barrio de Buenos Aires se puede registrar que allí donde hay una casa vacía se construyen edificios destinados a la “inversión”, una manera más emprendedora de llamar a la especulación inmobiliaria o al “apto blanqueo” que declaran las constructoras en los lindos carteles que prometen “amenities” y precios exorbitantes en los alquileres que tienen que competir con los precios en dólares de los alquileres temporarios para turistas.

¿Cómo interrumpir la crueldad y hacer lugar, dar aire, a cada interrupción? Ahí en Almagro hay un modo de hacer casa en esta ciudad inhóspita. Una casa abierta que ofrece merendero para les niñes del barrio que lo necesitan y también espacios de reflexión, mateada y “segundeo”, esa forma de acompañar haciendo la segunda, sin juzgar pero sin conceder, para aguantar colectivamente la violencia machista, la violencia institucional, la violencia cotidiana cada vez más exasperada en medio de una crisis económica que ya ni parece crisis porque nunca llega a su pico y nunca deja de escalar. En esta casa hay jornadas de trabajo colectivas para hacer reparaciones, se enhebran canciones para resistir el desalojo y se traman estrategias e investigaciones para rastrear los orígenes de este inmueble que forma parte de un predio que se supone que originalmente fue del artista Eduardo Sívori y que lo donó con fines culturales que nunca se realizaron. Junto a Casa Pringles hay un jardín de infantes, público, que también está amenazado por el desalojo ya que la subasta abarcaría las tres direcciones: Pringles 340, 342 y 344.

¿Dónde viven quienes no son propietarixs? ¿Y quienes no llegan a alquilar? ¿En qué parte del mapa están? Son otras de las preguntas que se plantearon en las conversaciones abiertas que vienen potenciando, cada viernes por la tarde, las actividades que ya tenían lugar en la Casa, las conversaciones para mejorar la convivencia, la puesta en común de las dificultades para construir comunidad y gestionar las cosas de todos los días. Nutrir las conversaciones amplificando lo que pone sobre la mesa la propia existencia de esta casa donde viven mujeres y niñes que piensan la autonomía y la reparación como una dinámica de ida y vuelta que necesita anclarse en un territorio fue un acuerdo de asamblea. Se reunió de manera espontánea frente al desalojo inminente y acudieron organizaciones de inquilines, activistas, intelectuales, artistas, vecinos y vecinas del barrio, organizaciones feministas, docentes, de la disidencia sexual. A partir de entonces, Casa Pringles se ensanchó un poco más para disputar el derecho a la vivienda pero no sólo, también el derecho a vidas dignas, libres de violencia, contra el fascismo que amenaza tanto como ese expediente en el que se acumulan razones para buscar alternativas al desalojo que a fin de marzo parecía la única opción, al menos la única que proponía el Gobierno de la Ciudad. La calle o la cárcel, esas eran las posibilidades, cárcel para las imputadas por usurpación, la calle para quienes quedarían sin techo salvo por la chance de pasar la noche en paradores donde las familias son separadas, donde a la madrugada hay que volver a tener nada.

¿Con qué potencias de fabulación, con qué imaginación colectiva, combatimos el fascismo? Esa pregunta interroga cada vez que hay una actividad en Casa Pringles pero también cada vez que se leen las noticias o se escuchan en la radio o en las conversaciones callejeras. ¿Por qué el malestar se convierte en potenciales votos para la derecha? ¿Por qué no se puede articular un proyecto común que permita volver a soñar con una Justicia que sea algo más que castigo? ¿Cómo imaginamos futuro si lo que se propone y anuncia es sólo tempestad, hambre e intemperie? Entre las actividades que tuvieron lugar los viernes, el último que pasó se armó un fanzine, una publicación coral con letras manuscritas, diversas que contestaron a tres preguntas: ¿Qué es una casa? ¿Qué es Casa Pringles? ¿Cómo es una casa soñada? Algunas palabras e ideas se repitieron a la hora de soñar, soñar para recuperar la imaginación, para inventar otras maneras de hacer Justicia: una casa elástica para que entren todes, una casa con espacio para descansar, una casa con verde alrededor, una casa con cuartos propios, con puertas que apaguen los conflictos sin obturarlos, casas que hagan las peores tareas domésticas solas. Casas con libros, con películas, con huerta, con sol, casas para vivir y descansar. Mientras se armaba el fanzine, les niñes de la casa vociferaban a su modo sus propios conflictos entre elles, un marcador que no se compartía, la empanada que estaba caliente, un autito que chocó con un tobillo. Esos gritos que se escuchan en una casa, cuando es un territorio vivo, cuando ampara, cuando es refugio; todas definiciones que fueron surgiendo entre el deseo y la resistencia en cada jornada abierta de Casa Pringles ATR.

Hoy, viernes 5 de mayo, habrá desde las 19.30 un taller de autodefensa colectiva y transfeminista. El viernes 12 de mayo se inaugura una muestra efímera y colectiva curada por Ana Longoni y Mariela Scafatti. El resto de las actividades se pueden consultar en el Instagram casaculturalpringles.