“La emigración, la memoria y el exilio son connaturales a mi vida”, dice la poeta, narradora, ensayista y académica María Rosa Lojo, que será distinguida como Personalidad Destacada de la Cultura este viernes a las 18 en la salón Dorado de la legislatura porteña por iniciativa de la diputada Cecilia Ferrero. “Nací porque hubo migración, porque hubo exilio, de padres que no se conocían en España y que se encontraron en la Argentina. Cómo no escribir sobre aquello mismo que me constituyó”, plantea la autora de la novela Árbol de familia, donde se define como “exiliada hija”, y cuenta que la “insuficiencia” de la realidad inmediata la llevó a sumergirse en la historia del país donde nació y que sus padres no podían legarle. Tuvo que “parir una patria” y encontró una “familia sustituta” en el siglo XIX, que alimentaría sus investigaciones y ficciones: la de los Rosas-Mansilla, con dos escritores “deslumbrantes”, como los define a Lucio y Eduarda Mansilla, transformados en personajes de novela.

Lojo, que acaba de publicar Lo que hicieron ahí (Corregidor), un libro de cuentos encadenados que terminan formando, a la manera de un rompecabezas, un todo novelesco, también realizó otro movimiento, un “vaivén transoceánico” que no se detuvo jamás, como lo dice Isolina, una de las protagonistas de la novela juvenil Solo queda saltar: “Yo soy el vaivén. Cuando me voy, nada dejo, porque todo viaja conmigo. Soy la casa sin anclas, soy mi propia barca que cruza los abismos llevando la memoria de todas las orillas”. La autora de las novelas La pasión de los nómades, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Las libres del Sur y Todos éramos hijos asegura que la poesía es para ella “un concentrado de la experiencia humana capturada por el poder revelador y transformador del lenguaje que desautomatiza la percepción, como decía el formalista ruso Shklovski”.

La escritora, la primera mujer que recibió la Medalla Europea de Poesía y Arte Homero, observa que la ficción narrativa despliega y desarrolla personajes e historias encarnadas en el tiempo y el espacio, “nos cuenta de una nueva manera lo que hicieron ahí”. La autora del libro de poemas Los brotes de esta tierra también se mueve como pez en las aguas del ensayo, caracterizado por ella misma como “la gran aventura de los conceptos”, y precisa que el ensayo basado en la investigación se vuelve “una búsqueda obsesiva y un aprendizaje de lo insospechado”. Estas modalidades de la imaginación y del conocimiento --poesía, narrativa y ensayo-- se cruzan en sus libros, se realimentan y se provocan unas a otras. “La idea de escribir Amores insólitos (una colección de cuentos) nació de una nota al pie que leí en la biografía de Facundo Quiroga, escrita por David Peña. Poemas en prosa preceden a las novelas como visiones anticipatorias y se subsumen en ellas. Los personajes migran del ensayo a la ficción y viceversa”, explica Lojo, que ingresó como miembro de honor de la Real Academia Gallega en 2022.

El camino de las mujeres en el espacio público ha sido históricamente más largo y complicado”, recuerda y pone como ejemplo que la Real Academia Española rechazó “nada menos que ¡¡tres veces!!” la candidatura de la gran escritora gallega Emilia Pardo-Bazán (1851-1921). “La igualación de los derechos civiles y políticos, la participación femenina en los más diversos ámbitos, ha ido nivelando esas terribles asimetrías. Hoy la presidencia de la Academia Argentina de Letras es ejercida por una mujer, la lingüista Alicia María Zorrilla. El canon literario, antes cerradamente masculino, se está abriendo por la prepotencia de trabajo de las mujeres”, afirma Lojo y confiesa que con la distinción como Personalidad Destacada de la Cultura siente que también se está honrando a sus padres. “Creo que cumplí con ellos, con los valores que me legaron, con la educación que me dieron y que la Argentina me posibilitó. Adentro de mí vive la pequeña librería de mi mamá en Madrid, los libros que rescató de la quiebra y que se trajo en el barco, late el sueño de Rosa, mi abuela paterna, de que alguno de sus descendientes fuera maestro, o maestra, y la fe incondicional de mi papá en que su hija podía llegar a donde se propusiera hacerlo y estudiar lo que le pareciese”.