Queridos/ides/idas e idus deudores: antes de ser blanco de vuestras críticas, pasaré a autocriticarme yo mismo: sí, hace unos años publiqué una columna con el mismo nombre y apellido que la de esta semana. Me autopercibo responsable y asumo las consecuencias, que espero se remitan a una simple disculpa de su piadosa parte, comprendiendo que, si vuelvo a utilizar ese nombre, es porque de alguna manera el tema volvió a cargarse de actualidad (si es que alguna vez la perdió). Después de todo, ¿cuántos seres humanos cometieron dos, tres, mil veces el mismo error? ¿Cuántas veces tropezamos con la misma piedra… y le echamos la culpa a la piedra? ¿Cuántas veces nos dicen “síganme” y lo/la/le seguimos, sin preguntar adónde? Así que estoy tentado de preguntar: ¿tanto lío porque repetí un título? Pero no lo voy a hacer, porque en verdad usted no hizo ningún lío, querido deudor, fui yo mismo quien formuló este pequeño berenjenal.

Y discúlpeme también por eso, pero es que en serio me siento desorientado. Como lo he dicho más de una vez, soy un activo militante de la Rama Desorientada del Movimiento Nacional y Popular, que más que movimiento es un Espacio (aunque con límites no muy claros), jamás de los jamases fue una Organización, ni un Partido, ni un Sindicato, ni un grupo de Wasap o de Terapia, ni un Centro de Autoayuda… En verdad, si algo nos caracteriza es no saber demasiado bien qué es lo que somos (aunque sí sabemos qué es lo que NO somos).

Quizás eso mismo es lo que nos ha ayudado a sobrevivir en tiempos oscuros, aunque al mismo tiempo ha dificultado que nos encontremos en tiempos más claros, si tal cosa existiera.

¿Qué tiene que ver todo esto con el título de la columna?, se preguntará usted a esta altura, si es que no se lo ha preguntado antes. Si usted es lector asiduo de mis textos, ya sabrá que no debe esperar de mí respuesta alguna, pues no la tengo. Peeero... –un pero que viene del más rancio “pero-nismo”–, también sabrá que estoy dispuesto a acompañarlo/a/e/i/x/etc. en este incierto viaje de preguntas trémulas. Y acá es donde aparece el yuan, que, como sabemos, es la moneda oficial de China, uno de los países más poblados del mundo, que además está ubicado en nuestras antípodas, posee un sistema político marxista y uno económico capitalista donde el Estado interviene como nadie, y donde “crecer a tasas chinas” parece ser lo opuesto a “crecer a tasas argentinas”, ya que ahí las cosas crecen a gran velocidad, mientras que las nuestras, me refiero a las tasas de interés, hacen muy difícil el crecimiento: rinde más poner la plata a interés que a producir, y quien quiera producir deberá pagar una enorme tasa de interés si solicita un crédito.

China es el país que visitó nuestro ministro de Economía junto a funcionarios y personalidades de nuestro quehacer político. Quizás piense usted que fueron “a ver cómo lo hacen”, pero no; más bien fueron “a ver si nos prestan unos yuanes”.

Seguro que hicieron uso de nuestra tradicional simpatía argentina, viveza criolla, picardía porteña y todas esas cosas que tanto nos gustan pero no cotizan en el mercado. Deben haberles dicho, a unos chinos impávidos que los miraban con los ojos bien abiertos y los escuchaban con “paciencia china”, que Perón se llamaba Yuan, Yuan Domingo; que nos encanta la comida china; y que los queremos tanto, pero tanto, que les decimos “chinos” a coreanos, vietnamitas, japoneses, políticos (el Chino Balbín, el Chino Navarro), aunque no lo sean.

China fue siempre un país misterioso para nosotros. “Esto es un cuento chino”, “no me hablés en chino”, “esto es un chino", dicen ahora los milenials, “esto es chino básico”: todas expresiones para designar lo difícil, lo complicado. Y quizás por eso pensamos que “esta es una crisis china” y esperamos que los chinos nos la resuelvan.

Mientras tanto, para no ser menos, mandamos miles de frascos de dulce de leche a conquistar Vietnam. ¡Al fin de cuentas, somos argentinos, y creemos que vamos a poder conquistar, a puro azúcar, lo que los yanquis no pudieron!

¡Vamos vamos, Argenchinaaa, / vamos vamos / a ganar, / que esta crisis / financiera, / la arreglamos si nos prestan capital!

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “Canciones de la Guerra Civil contra la Inflación: “Viene otro aumento”” de Rudy-Sanz (RS):