En 2019, 1810 personas vivían en los neuropsiquiátricos bonaerenses donde la tasa de mortalidad era superior a la de las cárceles. El 45% tenía, como mínimo, diez años de internación en salas de pacientes crónicos, otros superaban los veinte, treinta y hasta cuarenta años y muchos de ellos estaban indocumentados. No elegían qué hacer ni qué comer. En los establecimientos, los baños no tenían cortinas ni espejos y las condiciones de vida eran inhumanas. Desde entonces, algunas cosas han cambiado y la atención de los pacientes con padecimientos mentales se encuentra en plena reestructuración.

Julieta Calmels es la subsecretaria de Salud Mental y conversó con BuenosAires/12 sobre esta transformación: "El cambio en el modelo de manicomios, que apunta hacia formas de atención más modernas, es lo que está recomendado a nivel internacional por la OMS. Desde el inicio de esta gestión, primero con Daniel Gollán y ahora con Nicolás Kreplak, tuvimos la decisión y la obligación legal de implementar la Ley de Salud Mental. Uno de sus capítulos tiene que ver con la reforma de los hospitales neuropsiquiátricos y su reemplazo por dispositivos de salud más acorde a los derechos humanos". Y asegura que el trabajo no termina con la clausura de los manicomios: "Se cierran pabellones pero se abren las Casas de la Comunidad. Eso es lo más hermoso de contar", dice con una sonrisa. Las que menciona son 182 viviendas destinadas a 540 pacientes que egresaron de los pabellones neuropsiquiátricos. "Se trabaja mucho con las personas previo a su egreso de los hospitales. Arman grupos de a cuatro, cinco y seis personas en los pabellones para que luego vivan en su propio hogar. Todas tienen pensión por discapacidad, ingreso fijo, y un subsidio del Ministerio de Desarrollo de la Comunidad para la externación. También están incorporados a través del programa Promover Trabajo de Nación, hay 700 pacientes aprendiendo oficios", afirma Calmels.

El manicomio es un dispositivo implementado hace más de cien años. Por entonces, la gente con trastornos mentales quedaba a la deriva y todavía no existían los psicofármacos por lo que quienes padecían alguna enfermedad psquiátrica solían quedar en situación de calle. Las instituciones manicomiales oficiaban como un espacio de recepción y apartación social para un conjunto de personas que siempre estuvo asociada al peligro. Para Calmels, la relación entre el padecimiento mental y las acciones de peligro está más ligada a "una idea de la gente" que a "algo que tenga q ver con la evidencia científica, es un número ínfimo el de las personas que puedan hacerle daño a alguien."

Ese antiguo modelo se replicó en todo el mundo. El hospital de Luján, por ejemplo, llegó a tener a 3000 personas internadas en simultáneo. "Eran grandes infiernos. Con grandes pabellones de noventa personas, una cama al lado de la otra. Eso disminuyó, hay menos internados, pero la lógica de esas instituciones sigue siendo la misma. Se acuestan todos a la misma hora y comen la misma comida. Nadie come ni una milanesa ni un churrasco hace décadas, son todos alimentos procesados. Quienes viven ahí no saben viajar en colectivo, manejar dinero, hacerse un paty en la parrilla. Por más buena voluntad, ese aislamiento social tiende a producir un empeoramiento en las condiciones de vida. Para las familias es penoso ir a un loquero, a los pacientes los han dejado de visitar", asegura Calmels.

La funcionaria hace hincapié en la discusión sobre las internaciones de los pacientes. Ese fue el blanco de quienes se oponen al proceso de desmanicomialización. Tras el cierre del pabellón del Hospital Alejandro Korn, en Melchor Romero, una ola de críticas impulsada por diversos profesionales de la Salud recayó sobre la política que lleva adelante la cartera sanitaria bonaerense. De 2019 en adelante, el Ministerio de Salud cerró la mitad de los manicomios existentes, pero Calmels explica que la acción estatal no finaliza allí: "La discusión no es 'internación sí' o 'internación no', buscamos mejores formas de vida. De eso se tratan las Casas de la Comunidad. Estamos cerrando las salas de pacientes crónicos, no las de internaciones de urgencia. Cuando alguien tiene una crisis de salud mental y debe internarse, esa opción está. No las cerramos ni las vamos a cerrar, de hecho, están todas las camas ocupadas. Incluso abrimos camas nuevas en los hospitales generales. En la Provincia, desde nuestra gestión, hay un 60% más de camas y el año pasado se internaron 25.000 personas, entre las instituciones provinciales y las municipales", asegura.

Según la subsecretaria, en los informes realizados por la cartera sanitaria de Buenos Aires se observó que la tasa de mortalidad de los manicomios era superior a la de las cárceles: "El abandono de personas generó que no tengan DNI. En algunos casos no sabemos sus nombres ni su país de origen. Hay trabajos muy intensos con las embajadas para restituir esas identidades. La lógica de los manicomios es un modelo que nunca se modificó, la diferencia es que ahora hay psicofármacos, pero no deja de ser una cárcel. No hay gente mala ahí adentro, hay lógicas que reproducen estructuralmente la vulneración de los derechos."

Actualmente, la provincia de Buenos Aires cuenta con cuatro manicomios públicos, ubicados en las ciudades de Necochea, La Plata, Temperley y Luján. "Para esos cuatro hospitales tenemos un plan de reforma por cada uno, basado en componentes de salud y de construcción de viviendas, proyectos culturales, socioproductivos, de memorias. En esos grandes planes ya cerramos la mitad de los pabellones de larga estadía. Personas que están ahí sin motivo de salud, sino por motivos sociales, que fueron olvidados por todos", destaca la subsecretaria.

A través del programa "Buenos Aires libre de Manicomios", los directores de los hospitales y el Ministerio de Salud trabajan junto a inmobiliarias para encontrar casas en buenas condiciones. Las viviendas destinadas a los pacientes con padecimientos mentales, salvo algunas excepciones, son alquiladas por ellos mismos. Todas funcionan bajo un sistema mixto de financiamiento y cuentan con una garantía del Banco Provincia. Las autoridades bonaerenses equipan los hogares, planifican los subsidios y le brindan a cada inmueble un equipo de salud, encargado del cuidado de quienes lo habitan. En la actualidad, son 337 los trabajadores de la salud destinados a esta tarea.

"El personal de salud que vive constantemente en el hogar, lo hace en aquellos donde hay personas con dificultades de movilidad. Muchos habitantes vivieron treinta años de manicomio y por ese motivo tienen una persona las 24 horas del día a su cuidado. En otros casos sólo es al principio. Cuando pasan a vivir solos tienen equipos que los visitan una o dos veces por semana. Les enseñan a ir al supermercado, a comprar, a cocinar y a organizar la vida", explica. Y narra una anécdota que ilustra el cambio de paradigma que implica esta modificación, incluso para los propios trabajadores de la salud: "Una enfermera que trabajó 20 años en una sala y lloró cuando la cerramos, me decía que no creía que esto funcione. Después de varios meses, la encontré y me contó que el día anterior estaba comprando en el supermercado, escuchó una voz conocida y era un paciente comprando con otro de sus compañeros de la casa. Ella quedó conmovida, le cayó la ficha y vio a otra persona. Una persona que estaba básicamente viviendo", relata emocionada. Y agrega: "Hay sectores de trabajadores que arman un Boca-River y se siente ofendidos como si se los identificara a ellos como maltratadores. Nosotros estamos lejos de pensar que la culpa es del laburante, el problema es la estructura. El paciente recuperado debe seguir su vida, ya se constató que esto dejó de servir." En 2022, la Organización Mundial de la Salud publicó un documento donde destacaba las reformas de buenas prácticas que está teniendo la salud mental en todo el mundo y mencionó la de la Provincia de Buenos Aires.

El ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, afirmó que "transitamos un cambio de paradigma" en el cual "estamos todos adentro". Y agregó: "No es contra nadie, es con todos. Es importante acompañar y reflexionar. Sigue habiendo muchos manicomios, hay municipios que no hacen nada por cerrarlos y avanzaremos fuertemente para transformar esos manicomios en espacios alternativos. Les pedimos colaboración. Es una vida mucho más linda y más digna la que estamos pensando y llevando adelante." Y aseguró que "el proceso de desmanicomialización de la provincia es uno de los más rápidos y más grandes del mundo", y remarcó que para realizarlo "se requiere mucho esfuerzo, dedicación y trabajo". En sintonía, Calmels sentencia: "Es una de nuestras obsesiones. Hay una deuda con nuestro pueblo y con los pacientes. Nuestra provincia merece otra cosa y tenemos a un gobernador completamente comprometido para que eso pase."