Que el público en general desconozca la necesidad de las políticas que lleva adelante el Banco Central podría ser entendible, pero que ciertos economistas libertarios lo hagan o decidan ignorar sus consecuencias resulta más grave. Todo gobierno en materia económica tiene tres grandes tipos de políticas económicas para llevar adelante, la fiscal, la monetaria y la cambiaria. La propuesta de Javier Milei de eliminar el Banco Central de la República Argentina (BRCA) y dolarizar solo aumentaría la pobreza.

¿Qué hace el Banco Central?

De estas tres, dos las lleva adelante el Banco Central en forma directa. La política monetaria sirve para expandir o reducir el circulante de dinero, mediante la fijación de una tasa de interés o bien para establecer el encaje bancario del sistema financiero, entre otras cuestiones. En cuanto a la política cambiaria, el Banco Central puede ser el oferente o bien el demandante de divisas para equilibrar o fijar un determinado valor del tipo de cambio, que no es más ni menos el reflejo de cuánto vale la moneda local a nivel internacional. Esto tiene relación directa con el salario real en dólares, que es el que permite comparar el nivel de salario con otros países. Argentina en esta materia supo tener, llevando a cabo políticas keynesianas, uno de los salarios más altos de Latinoamérica en 2015, pero descendió a los últimos puestos en la actualidad.

El recuerdo de lo que pasó en el "corralito" de Cavallo

Lo que proponen los libertarios más extremos es eliminar el Banco Central, lo que significa retroceder a una discusión ya saldada dos siglos atrás. El sistema financiero necesita una regulación dictada por el Banco Central para resguardar los ahorros de los clientes del sistema financiero. La experiencia más reciente donde no se pudo garantizar los depósitos de los ahorristas fue con Domingo Felipe Cavallo al frente del Ministerio de Economía, que justamente hoy es reivindicado por toda el ala libertaria.

El Banco Central no es más que un instrumento para llevar a cabo políticas públicas y eliminarlo es una forma de cortarle los brazos al Estado en forma brusca y bastante reaccionaria. Tal es así que hoy ningún país desarrollado funciona sin un Banco Central.

¿Qué países no tienen banco central? 

Las excepciones son: Panamá, Andorra, Mónaco, Estados Federados de Micronesia, Islas Marshall, Islas de Man, Kiribati, Nauru, Tuvalu y Palaos. En estos países la moneda oficial varía entre el dólar estadounidense, el euro o el dólar australiano. A excepción de Panamá, donde la oficial es el Balboa, que tiene paridad con el dólar (moneda de circulación), y de Isla de Man, cuyas monedas oficiales son la libra esterlina y la manesa. A pesar de que carecen de Banco Central, el que cumple esa función es el banco del país del que utilizan la moneda oficial.

Esta aberración económica no camina como una propuesta aislada, sino que se impulsa a la par de una dolarización de la economía. Esto no es ni más ni menos que hacer de cuenta, en términos monetarios, que somos un estado más de Estados Unidos, por ende, nos manejaríamos con dólares para hacer todas las transacciones, ya que pasaría a ser la única moneda de curso legal, lo que cual nos llevaría a importar su inflación de base y estar atados a su ciclo económico que es distinto del nuestro.

La economía bimonetaria de Argentina y el dólar

Si bien hoy la economía Argentina es bimonetaria porque las propiedades, los automóviles de alta gama o algunos bienes de lujo se comercializan en dólares, la gran mayoría de los bienes se comercializa en la moneda local.

Con el bajo nivel de divisas actuales, esto representaría un salario en dólares aún más bajo del actual. No sólo eso, sino que al no intentar siquiera fijar una moneda local en paridad con el dólar, se estaría pagando caro que el circulante sea en dólares y que las reservas no puedan rendir una determinada tasa de interés. Por ende, aparte de ser ineficiente, baja los salarios y destruye la economía local. Al no poder emitir dólares, el prestamista de última instancia será el FMI o la Reserva Federal (banca central de Estados Unidos). Por ende, se dependería de la voluntad norteamericana para aportar fondos.

Milei, al mejor estilo lluvia de inversiones de Macri, recientemente anunció que cuenta con los dólares necesarios para dolarizar la economía al dólar financiero. Esto significa no entender el actual grado de endeudamiento del país. Proponen salir del pozo haciendo uno más grande.

A su vez, los libertarios afirman que la implementación de una dolarización generaría confianza para atraer inversiones. Una vez más los datos chocan contra esa realidad, ya que el régimen de convertibilidad, elogiado por ellos, logró niveles de inversión inferiores a los que se obtuvieron del 2003 al 2015, cuando se aplicaron políticas keynesianas. En otras palabras, los valores de inversión bruta sobre el total del PIB son muy superiores durante esos años. Por ende, la estabilidad monetaria está lejos de ser una condición necesaria para atraer inversiones.

Si bien, en general, los libertarios argentinos suelen apoyar el régimen de tipo de cambio fijo convertible y la dolarización, suelen inclinarse por la segunda opción por ser más radical. El argumento central para llevar a cabo la dolarización de la economía en comparación con adoptar una convertibilidad fija con una moneda local, es lo difícil que resulta dar marcha atrás con la misma, pero la finalidad es la misma. 

El caso más cercano de dolarización es el de Ecuador, que con un gobierno de tinte keynesiano como el de Rafael Correa no pudo revertirla. Esto es algo que los libertarios lo dicen sin el menor de los tapujos: la idea es dolarizar para que sea prácticamente irreversible y no se puedan llevar a cabo ideas “populistas”. En otras palabras, esto implicaría que las decisiones democráticas queden subordinadas al poder económico.

Lo llamativo es cuando se intenta justificar la dolarización diciendo que el argentino ya eligió como moneda al dólar, lo cual es estrictamente falso. Lo que elige el argentino como atesoramiento es el uso del dólar, pero eso no quiere decir que la elija como moneda de intercambio. Aún si así fuera, ¿por qué las generaciones posteriores tienen que quedar subordinadas a las preferencias pasadas de este tipo? Se va a imposibilitar en forma arbitraria las elecciones a futuro en materia monetaria. Una vez más las ideas de “libertad” parecen estar más ligadas a ideas autoritarias.

También es cierto que ante la creciente inflación y la falta de credibilidad en la moneda local, el dólar asoma como refugio cada vez más atractivo. En la apariencia no podría ser mejor, pero para el ciudadano de a pie, que todo lo que ingresa lo consume o incluso se endeuda para llegar a fin de mes, la moneda con la que realiza las transacciones no reviste un problema. El problema será cuando su salario en dólares se vea reducido a 150 o 200 dólares mensuales, que aún en el mejor de los casos sin inflación, no le alcanzará para llevar una vida digna.

* Economista, miembro de Fundus.

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