EL KÁISER DE LA ATLÁNTIDA - 7 puntos

Argentina/República Checa/España/ Países Bajos, 2023

Dirección y guion: Sebastián Alfie.

Estreno exclusivamente en Cine Multiplex Belgrano, Atlas Patio Bullrich y Atlas Caballito.

La secuencia de animación que prologa El káiser de la Atlántida ilustra un fragmento de la ópera del mismo nombre, cuya música fue creada por el pianista y compositor austrohúngaro de origen judío Viktor Ullmann. “Ven, Muerte, nuestro precioso invitado, dentro de la cámara de nuestro corazón” se escucha, mientras los dibujos en movimiento de un grupo de prisioneros, con característica vestimenta a rayas, mueven las esqueléticas mandíbulas al son de la música. 

La elección del motivo no es arbitraria: Der Kaiser von Atlantis oder Die Tod-Verweigerung, ópera en un acto destinada originalmente para un grupo reducido de músicos y actores, fue compuesta por Ullmann en 1943 en el campo de concentración de Terezín, hoy territorio checo, con apoyo en un libreto de Peter Kien. Ambos estuvieron detenidos en el lugar, que hizo las veces de propaganda ejemplar, falseado ejemplo modélico de la ocupación nazi en territorio europeo, antes de ser trasladados a su destino final en Auschwitz.

La obra nunca tuvo su pautado estreno en Terezín y las partituras quedaron a resguardo de otro recluso. Fue recién en 1975, gracias a los esfuerzos del músico Kerry Woodward, último guardián de esas viejas hojas amarillentas, que la creación pudo ser representada en Ámsterdam, luego de un arduo y paciente proceso de reconstrucción. Esa es la fascinante historia narrada por el nuevo documental del argentino Sebastián Alfie, que utiliza como excusa una reciente puesta en Madrid de El káiser de la Atlántida –mucho más espectacular y fastuosa que las anteriores– para recorrer durante 75 minutos los pormenores de un viaje creativo con detalles fuera de lo común. 

En ese sentido, la película es un retrato de la recuperación de un legado artístico y humano que pudo haber quedado sepultado en el mayor de los olvidos, pero también una exploración del proceso creativo alrededor de una obra preexistente, en este caso –como afirma más de una vez el régisseur argentino Gustavo Tambascio– rodeada de profundas cuestiones de índole ética.

De formato relativamente tradicional, aunque nunca invadido por cabezas parlantes al uso televisivo, el film de Alfie echa mano a imágenes de archivo para ilustrar la manera en la cual el campo de Terezín fue utilizado para intentar convencer al resto del mundo de las bondades de los “guetos” diseñados para el trabajo forzado: arte, creatividad, descanso, deportes, buena comida, ancianos y niños sonrientes. La realidad era bien distinta en el resto de los campos de exterminio, pero en Terezín las libertades relativas eran moneda corriente, como lo confirma la gestación de la ópera de Ullmann, una feroz sátira sobre la guerra, Hitler, el nazismo y el fascismo en general que incluso se animaba a incluir una versión deformada del himno alemán. En Holanda, Woodward se transforma en el narrador principal del film, con idas y vueltas a España para seguir la producción de la puesta madrileña antes del estreno.

El hecho de que Woodward haya entrado en contacto en los años 70 con la médium británica Rosemary Brown, especialista en invocar a compositores fallecidos, introduce un condimento algo fantástico en el relato general, que Alfie describe sin tomar partido (el creyente sentirá una cosa, el escéptico algo bien distinto). Se discute también la pertinencia de reemplazar el corte minimalista original por una apuesta de gran orquesta, acompañada sobre las tablas por grandes y complejas escenografías. Más allá del exceso de música incidental para acompañar varias escenas –elemento necesario, dadas las características temáticas–, El káiser de la Atlántida cuenta una historia poco conocida con las mejores armas del documentalismo clásico.

Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=PPj6Mlp_iQ4