Página/12 en Perú

Desde Lima

Con la proyección de una copia restaurada del clásico La muralla verde, largometraje de 1970 dirigido por el peruano-estadounidense Armando Robles Godoy, se inauguró el jueves 10 una nueva edición del Festival de Cine de Lima, que desde hace 27 años es organizado por el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Los habitués de este encuentro anual saben de sobra que la programación intenta reunir lo mejor del cine latinoamericano a través de dos competencias centrales, divididas en películas de ficción y documentales, y varias secciones que se transforman en una ventana abierta a la producción del continente durante los últimos 365 días, amén de diversos homenajes y retrospectivas que este año incluyen la presencia de la productora argentina Lita Stantic. Asimismo, el programa “Aclamadas” convoca la atención de la cinefilia local, reuniendo una docena de títulos internacionales que tuvieron un paso destacado por festivales como Cannes, Venecia y Berlín, entre otros. Todo ello amenizado con la mejor gastronomía limeña, un atractivo nada despreciable para los realizadores, productores, jurados y periodistas que visitan el festival.

La muralla verde, uno de los largometrajes peruanos recuperados que se presentan en esta 27° edición del FCL, fue exhibida en formato digital a partir de una copia de exhibición en 16mm que se encontraba depositada en la Filmoteca PUCP y que ya comenzaba a mostrar síntomas de deterioro inexorable. Con algo de La costa mosquito (aunque fue realizado una década antes de la publicación de la novela de Paul Theroux) y bastante de crítica social, el film de Robles Godoy narra la historia de Mario, su esposa y su pequeño hijo mientras intentan sobrellevar la dura existencia en un pequeño lote en la selva de Tingo María, en el centro del Perú. Relato de colonos –la pareja deja Lima para iniciar una nueva vida en un ámbito muy distinto a la ciudad–, La muralla verde describe las infinitas trabas burocráticas para obtener formalmente el terreno y la insensibilidad de los políticos en eterna campaña, al tiempo que el pasado y el presente del vínculo marital es reconstruido a partir de flashbacks disruptivos, de raigambre definitivamente moderna en términos cinematográficos.

Lita Stantic estará en el encuentro. Foto: Guadalupe Lombardo

La sección competitiva en el terreno de la ficción reúne 16 títulos de países como la Argentina, Brasil, Costa Rica, México, Chile, Nicaragua, Colombia y, desde luego, Perú, algunos de ellos en coproducción con países europeos. Es el caso de Eureka, el último film del argentino Lisandro Alonso, nuevamente con Viggo Mortensen como uno de sus protagonistas, que el director de Los muertos y Jauja rodó en parte en los Estados Unidos y se estrenó hace algunos meses en el Festival de Cannes. También en la Costa Azul tuvo su lanzamiento mundial Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, épica minimalista de más de tres horas de duración que tendrá estreno comercial en la Argentina hacia finales de octubre. El trío de títulos argentinos que integran la sección se completa con La barbarie, segundo largometraje de Andrew Sala, que ya pasó por las salas porteñas.

En el mismo contingente exhibirán, durante los próximos ocho días, títulos como la luso-brasileña Crowrã , nueva colaboración transoceánica de João Salaviza y Renée Nader Messora luego de la celebrada Chuva é cantoria na aldeia dos mortos, y la peruana Diógenes, de Leonardo Barbuy La Torre. Ambas películas tienen temática aborigen, uno de los temas trasversales que recorren una porción de la sección (el film de Alonso también forma parte ostensible de ese grupo). La sensible Tótem, de la mexicana Lila Avilés, y la provocadora Tengo sueños eléctricos, de la costarricense Valentina Maurel, acercan sendos relatos de crecimiento durante la infancia y la adolescencia, respectivamente. Los 16 largos de la competencia de ficción serán juzgados y premiados por un jurado integrado por cinco figuras destacadas del cine latinoamericano presidido por el cineasta argentino Iván Fund.

El juicio, de Ulises de la Orden, y la aún inédita en la Argentina El castillo, dirigida por Martín Benchimol, serán las encargadas de representar al país en el terreno del documentalismo. La sección competitiva centrada en el “cine de lo real” también está integrada por notables films recientes como Retratos fantasmas, del brasileño Kleber Mendonça Filho; La memoria infinita, de la chilena Maite Alberdi;  y El eco, de la mexicana Tatiana Huezo, demostrando estas dos últimas el peso específico de las jóvenes realizadoras de la región, más allá de cuotas y agendas. Fuera de competencia, y dentro del homenaje a Stantic, la fotógrafa devenida cineasta Adriana Lestido está de visita en Lima para presentar Errante, que continúa en cartel en el cine del museo Malba, y acompaña aquí otros dos títulos de la frondosa filmografía de la productora: La ciénaga y Yo, la peor de todas.

Además de entregarle un premio por su trayectoria a la legendaria productora española Esther García, responsable en ese rol de una gran cantidad de películas de Pedro Almodóvar, el Festival de Cine de Lima homenajea asimismo a dos realizadores franceses con sendos focos. Por un lado, Jean-Luc Godard, de quien se cumplirá un año de su muerte el próximo 13 de septiembre: del gran cineasta se verán títulos insoslayables en su obra como Sin aliento, Pierrot el loco y El desprecio. Por otro lado, el casi siempre inclasificable Leos Carax, que dirá presente con dos de sus creaciones más recordadas, Mala sangre y Boy Meets Girl, y la reciente Annette.

Durante la ceremonia de apertura de ayer a la noche, que contó con discursos del director general del 27° FCL, Marco Mühletaler, y de su director artístico, el realizador Josué Méndez, se destacaron las palabras del rector de la PUCP, Carlos Garatea Grau, quien disparó una radiografía poco amable sobre el estado de las cosas en la sociedad y la política peruana, pero destacó la necesidad de responder al “pesimismo profesional” con una mirada optimista sobre el futuro, haciendo hincapié en la necesidad de apoyar la mirada crítica, la creación y el arte. De eso se trata también un festival de cine: encontrarse con miradas diversas que reflexionan sobre el mundo y, con un poco de suerte, hacer de él un lugar un poco mejor.