Lucía Ruiz es campesina y productora caprina. Vive en el paraje El Pértigo, en el departamento salteño de Rivadavia, y es la cuarta generación en habitar el lugar. Lucía es presidenta de la Asociación Civil Unión y Progreso, integrante de la Comisión directiva de la Federación Nacional de la Agricultura Familiar (FONAF), cofundadora de la Coordinadora Zonal de Tierra de la Ruta Nac. 81, fundadora del grupo de “Mujeres Campesinas Sembrando Esperanza” y ganadora en 2020 del premio Berta Cáceres que otorga el Senado de la Nación. Pero quizás el título que le sienta mejor es defensora de la tierra.

“Siempre se habla de que nosotros (los campesinos) no queremos el progreso y que vamos en contra del medioambiente, pero eso no es cierto. Nosotros sí queremos el progreso, queremos un progreso donde cuidemos el medioambiente, donde hagamos ganadería de bajo monte, como estamos haciendo, recuperando los peladares echando semillas. No es cierto que nuestros animales talen más que una topadora, por ejemplo”, dijo a Página|12.

Lucía viajó a Formosa para participar de la presentación de proyectos sociales dirigidos a mujeres rurales e indígenas del norte argentino impulsados por ONU Mujeres, la Fundación Gran Chaco y Pro Mujer, con el financiamiento de Google.org, el brazo filantrópico de la empresa tecnológica. Unión y Progreso, que forma parte de la iniciativa de ONU Mujeres “Womek, emprendedoras del Gran Chaco” y que articula con Fundación Gran Chaco, recibirá fondos para la construcción de una sala de faena de cabritos y para comprar camionetas que les permitan transportar los animales. El proyecto beneficiaría a 250 familias de la zona.

“Queremos que las mujeres tengan herramientas para trabajar con ganadería menor para que sigan siendo el pilar de la familia, pero con reconocimiento - subrayó-. Antes era algo que sucedía dentro del hogar, que el cabrito era obligación de la mujer, al igual que darle al hombre para que vaya a vender la mercadería. Pero muchas veces la mujer le daba al hombre y la plata no volvía y la mercadería tampoco. Antes la mujer no tenía vaca, solamente el hombre. Hoy la mujer tiene su vaca, tiene Renspa (Registro Nacional Sanitario de Productores Agropecuarios) y eso también le da la posibilidad de vender todo y salir, si hay una situación de violencia de género. Porque siempre es el hombre el que lleva a la mujer a vivir a su territorio. La mujer luchó mucho por tener autonomía, por tener la documentación de sus animales para, de alguna manera, poder salir. Es complejo, pero no imposible”.

Desde 2010 Lucía y otros campesinos enfrentaron amenazas por desalojos. Se plantaron, resistieron. Pero ella fue encausada por empresarios que compraron “derechos de posesión” en zonas en las que viven campesinos. La acusaron de presuntos robos que jamás se comprobaron hasta que fue absuelta en mayo de 2021.

“Los pequeños productores hemos vivido por décadas y generaciones sin saber lo que es un título (de propiedad). Simplemente se vivía, se sobrevivía. Los pequeños productores tienen tanto o más derecho que quien tiene un título porque son quienes trabajaron la tierra, le dieron valor”, reflexionó Lucía.

La lucha derivó también en la sanción de la ley provincial 7.658, que prohíbe los desalojos y creó el Programa de Regularización Dominial y Asistencia para Pequeños Productores Agropecuarios y Familias Rurales, que brinda seguridad jurídica a quienes habitan y trabajan la tierra en Salta. Una situación diametralmente opuesta a la de su vecina Jujuy, con la reforma de Gerardo Morales.

“Jujuy nos duele muchísimo, debería dolerle a toda la gente. Lo que está sucediendo es un atropello”, sentenció Lucía y advirtió que es necesario cuidar las aguas subterráneas, que cada vez están más lejos como consecuencia del uso que hacen empresas petroleras y del auge del litio. “Para ellos somos un grupo de personas que hacemos problemas, pero lo que estamos haciendo es cuidar el medioambiente y el agua para las generaciones venideras. Eso nadie te lo paga y lo hacemos gratis porque amamos nuestra tierra, amamos lo que nos ha dado Dios, que es la madre tierra, y no queremos que sigan desapareciendo animales silvestres, algarrobos, palosantos, quebrachos y tantítismos árboles -enumeró-. Queremos que la Argentina despierte, no solamente la de los campesinos y pueblos originarios, sino la de las grandes ciudades también. Que despierten porque sin el agua no sobrevivimos”.