Durante años ha existido entre algunos intelectuales, artistas, filósofos, escritores, psicoanalistas y periodistas ilustrados un antiperonismo que tenía al kirchnerismo como el lugar al que obsesivamente dirigían sus ataques. Normalmente la matriz narrativa de esas diatribas eran las siguientes: ellos y ellas eran demócratas, republicanos, firmes defensores de la división de poderes y eso los autorizaba a definir el kirchnerismo como un régimen autoritario, populista, totalitario o tendiente a la abolición de las instituciones de la República. Todo lo hecho por el kirchnerismo en materia de derechos humanos y en relación con la memoria histórica o bien era excluido de sus razonamientos o incluso lo consideraban otro de sus ardides malignos del kirchnerismo, otra no astucia más para consolidar el poder que le suponían.

El gorilismo, una sensibilidad ideológica que nació con el peronismo, impregnaba sus razonamientos liberales.

Por todo esto nunca se pudo dar el debate pertinente.

Sin embargo, esto a pesar de estar basado en un gigantesco malentendido ideológico, aún formando parte de la polarización política de la sociedad, se podía admitir como una confrontación lógica entre sensibilidades políticas opuestas en la cultura argentina.

Ahora ha llegado el momento de la verdad; en las entrañas del macrismo acompañado de su artillería mediática fue creciendo el monstruo de la derecha. Alguien que el mundo entero, hasta los diarios liberales de derechas internacionales señalan como un fascista peligroso.

¿Cuál será la posición de nuestros intelectuales antik, cuando tienen por delante un negacionista de la dictadura y que agita los peores valores de la condición humana? 

Si aún quieren estar a la altura de ser referentes de una cultura de derechas pero democrática, lo único que se puede esperar de ellos y ellas es su condena sin ambigüedades.