Kantuta habla suave, despacio, busca las palabras más delicadas en un esfuerzo por verbalizar la brutalidad de lo sucedido.

“La respuesta nuestra a lo que pasó en el subte no tuvo elaboración intelectual, pero así son los desafíos para nosotros, día a día, y eso cansa porque es un ataque hacia nuestra cultura. Yo podría estar con una calza y él con campera de nailon, pero nosotros pretendemos visibilizar nuestra cultura y esto es lo que atacan. Los discursos de odio hacen eso. El conservadurismo por momentos cambia de cara, pero es siempre el mismo. Nos sorprendió desde lo personal, lo intempestivo. La discriminación es algo que sufrimos a diario, sabemos que hay lugares donde siempre nos va a pasar, pero esto, esa burla con tanta violencia…”

Kantuta y Wari son una pareja quechua y bastará verlos para entender que el Chacha-Warmi, (la complementaridad hombre-mujer en el mundo kolla) en este caso funciona al revés: Wari, (el Chacha), habla bajo la mirada de Kantuta, que por momentos le acaricia la mano apenas con un dedo, intentando suavizarle amorosamente el enojo, porque él explota distinto, disparando que” Nosotros somos una realidad y creemos en la integración de los pueblos. No queremos crear problemas, muy por el contrario, pero hay poca capacidad de comprender otras culturas y tratarnos todos con cuidado. No somos un chiste. Reírnos de nosotros no es la forma, y reírte de lo que no conoces es proteger tus cosas no resueltas, reírte de un poncho que habla quechua es apenas mostrar la ignorancia, ignorando que hay otros pueblos, otras culturas. La lengua, la forma, no somos iguales, pero eso hace que todos aportemos al valor cultural desde el conocimiento, para vivir de una forma más pacífica y saludable.”

La mirada de ella y apenas una brisa que corre, intenta suavizar esta parte de la charla aquí, en la Isla Martín García, donde a pesar de que hay cuentos posteriores -y amañados- que intentaron dar por tierra con la primera versión, es en este lugar donde en el año 1898 y tras su cacería y captura, se pierde el rastro del cacique Pincén, de quien se dice que a diferencia de Calfucurá, no pactaba. Y Wari parece irle en zaga: “indios, indígenas, eso no lo dijimos nosotros, los dijeron escritores que escribieron sobre nosotros y que nos habían visto, pero no nos conocían. Nosotros tenemos naciones, nacionalidades, idiomas y creencias. Las naciones quechua, aymara, guaraní, warpe, tenemos idiomas, identidades, creencias, usos y costumbres. Pero alguien escribió “son indios, indígenas”. Y así nos colonizaron. Hay muchas cosas que corregir. Son 500 años que llevamos interactuando con esta violencia, desde ese desencuentro inventado. ¿Creen que me lastiman? La herida está viva desde tiempos, la conozco, sé qué va a pasar, ya no es la primera vez, y toca comprender, pues muy bien…pero no puedo hacerme responsable de su forma de actuar. Dicen cosas fáciles y rápidas, brutalidades, producto de ignorarnos. Y nosotros siempre estábamos aquí.”

Wari tiene el enojo tan a flor de piel como el abrazo y la risa. Todas son ráfagas que viven bajo la mirada llena de ternura de Kantuta, a quien él llama de “mi amorcito”. Kantuta lo comprende porque “el es un hombre hecho en el campo. Las cosas son así y así son. Y ya. Es un hombre fuerte y de la tierra, donde siempre hay que decidir y hacer la vida.”

El agua del Rio de la Plata calma las fieras y Wari recupera la sonrisa, “¡con estas cosas a veces me enojo muy fácil!” y la sonrisa se convierte en carcajada que le sacude el ceño. Quinientos años es mucho tiempo de lo mismo. La ignorancia es atrevida y pesa, aún en los mas felices.

La warmi con nombre de flor, decide ir por otro lado:” también es cierto que nos sorprendió la cantidad de defensas hacia nosotros, la cantidad de denuncias contra esos periodistas. Esto nos está hablando de que algo hemos madurado, crecido. Hay cosas que ya no son indiferentes, al menos para gran parte de la población. Igual algo fue raro y te habla de como nos comunicamos hoy, la mayoría de las defensas y desagravias no nos las dijeron a nosotros, nos fuimos enterando por la prensa y por mensajes de amigos que nos contaron lo que iba saliendo. Esa la forma de comunicar ahora.”

Kantuta habla siempre con una sonrisa en la boca y los ojos. Nunca la pierde, pero por momentos, aun manteniendo ese gesto, se le crispan las manos. La incomprensión es algo que late por debajo. Siempre. “Ellos pusieron un discurso de odio, y desde ahí es difícil, porque nosotros somos pre existentes, y ahora sale el pensamiento de que acá llegaron los indios y me quieren sacar mi terreno, y eso también abona a la ignorancia de cómo somos nosotros. Crearon ese monstro. No queremos echar a nadie. Nosotros los integramos y ellos nos disgregan, no quieren entender que nosotros somos de la cultura de lo comunitario.” Lo dice suave, y entonces Wari, que ve la preocupación en ella, vuelve a encenderse porque “la discriminación es un tema complejo para decirlo directamente. Todos merecemos vivir en esta tierra. No se ha trabajado mucho en la integración. Nosotros somos de la cultura de la integración. Se tocan muchas sensibilidades y nos atacan. Pero el hecho es que todos estamos aquí. Los pueblos que estamos hace diez mil años, somos, y es inapropiado que seamos los discriminados. Nosotros siempre estábamos y no discriminamos a los que llegaron, los aceptamos y el retorno de eso fue genocidio, matanza, represión, discriminación. Sin respeto.”

Yo, tu, él, nosotros, vosotros, ellos. Así lo entendimos en el idioma en que nos educaron a la mayoría de los argentinos, y no está mal. Pero esa tabla que aprendimos de memoria y nos da una característica cultural, en quechua comienza con “ñoqanchis””, o sea, “nosotros todos”, así, en plural.

Kantuta mira a Wari, que esta vez no consigue aflojar el entrecejo y esa complicidad amorosa de cuidar a quien te defiende contra lo que sea que venga, se transforma en un escudo que nada podrá perforar. Quizá ahí resida el bien ganado mote de que los kollas son la raza de bronce. Eso y la certeza de pertenecer a la tierra, a la madre tierra, a la Pachamama, como la nombran. La tierra en donde ellos -como repite Wari- estaban desde antes. Desde siempre.