Agarrate Catalina es una de las murgas más populares y reconocidas de Uruguay. A fuerza de un estilo que logró conjugar un humor irreverente con reflexión político-social, “La Catalina” trascendió las fronteras de su país y alzó las banderas de la murga por todos los rincones del mundo. Un trabajo profesional que elevó la vara artística en toda la comunidad murguera de su país y que también abrió las puertas para internacionalizar este combo de música, teatro, cuplés y retiradas. 

“Tocamos en 21 países y nos han entendido en todos, incluso hemos subtitulado la murga a más de quince idiomas y está buenísimo todo lo que pasa, pero la tranquilidad de saber que hasta la más mínima ironía en Argentina se entiende es maravilloso”, celebra Yamandú Cardozo, director responsable de Agarrate Catalina, en relación a las coincidencias culturales compartidas en el Río de la Plata y el fuerte vínculo con Argentina.

“Cuando dos pueblos comparten hasta el lunfardo es como prestarse el celular sin clave”, grafica Cardozo. Agarrate Catalina regresará a Buenos Aires, pero no será un show más. La clásica murga uruguaya presentará este viernes 8 de septiembre a las 21 en el Luna Park (Madero 470) el espectáculo XX Años (+2), una retrospectiva de 22 años de recorrido por diversos tablados y escenarios del mundo. “Obviamente no podemos repasar toda la obra porque sería insoportable y la gente se nos desmayaría de cansancio”, bromea el también letrista sobre el espíritu del espectáculo. “Pero la idea es intentar recorrer y abarcar lo más querido por la murga; lo que sentimos que la gente tiene ganas de volver a ver y lo que nosotros tenemos ganas de cantar”, explica.

“Lo que soporta el paso del tiempo y lo que ha envejecido bien. El desafío de este tipo de espectáculo es sentarte frente a tu obra y tener que, con un amor despiadado, elegir qué dejar afuera”, se explaya Cardozo. “Te da la posibilidad de hasta discutir con cosas que hoy podés estar en franco desacuerdo y está buenísimo también tener la chance de decir ‘me enorgullezco de avergonzarme de tal cosa que hice o que dije’. Abrazar la contradicción desde ese lugar está bueno. Y también hay cosas que cantamos hace diez o veinte años que nos siguen representando y sigue siendo una caricatura certera. Por más que sea un cumpleaños y que tengamos la libertad de ser un poco más laxos con nuestro hilo conductor, es un show que pretendemos que tenga dinámica, que no deje a nadie afuera y que no se vuelva solamente un show de festejo para coleccionistas”.

-¿Y cuáles son las claves para perdurar tantos años y no perder el entusiasmo de seguir haciendo obra?

-El hecho de que somos un colectivo cooperativo en el que muchas personas entendemos que esto transformó nuestra vocación más profunda en una profesión y en una manera de ver el mundo de manera colectiva. Esa es una de las razones. Para muchos de nosotros este colectivo artístico se ha transformado en una parte importantísima de nuestra vida. Y que incluso ya nos define. Si alguien nos ve en la calle o en algún lugar como primera referencia dice "el de La Catalina o la de La Catalina". Y que de alguna manera te definan en tanto tu colectivo me gusta mucho y me hace dar cuenta que hay mucha pasión y amor puesto acá. Amor en el más embarrado de los sentidos: el amor laburado a costo de vida y de energía, el amor del overol arremangado, el que es recontra difícil y que es hecho a veces a base de enojo y desesperación. No el amor concebido como un filtro milagroso que pone todo color de rosas. Eso hace que este colectivo se anime a hacer un montón de cosas que yo como director responsable valoro y agradezco tanto. Es un colectivo que elige saltar siempre sin red ni paracaídas. Lo más importante es la honestidad artística brutal a la hora de producir un espectáculo. Pero la conexión no está garantizada nunca: cada función es una posibilidad de enamorarte o de desenamorarte.

-¿Una de las virtudes de Agarrate Catalina fue haber encontrado un equilibrio entre la ironía y la reflexión social, entre el humor y el pensamiento político?

-Ojalá que sí. Siempre la murga, en general, y en particular La Catalina intenta ser crítica, humorística y reflexiva, desde el lugar que se pueda. Si se logra ese equilibrio se logra el éxito total. Si yo voy a ver un espectáculo de murga me quiero reír, quiero putear un poco, quiero reflexionar y me quiero emocionar. Lo que intentamos en La Catalina es que el humor sea duro pero leal, crudo pero tierno también, que la crítica sea lúcida todo lo que podamos y que si podemos construir desde nuestras heridas una carcajada estamos más cerca. Y que si además podemos transmitir, a pesar de lo cruda que sea la foto frente al espejo que nos saquemos, que la esperanza siempre está en la vuelta también nos parece importante. Defender la alegría, como decía Benedetti. Combatir artísticamente desde ahí, desde el intento de luminosidad y una bronca canalizada hacia lo esperanzador. Y sin olvidar que nuestros espectáculos son accesibles a todo el mundo, porque esta es una obra popular y la ofrecemos al corazón de los barrios.

-Hay una tradición de murgas que durante la dictadura cívico-militar uruguaya empezaron a tener una carga ideológica más fuerte como forma de resistencia y disputa de sentido: Araca La Cana, Falta y Resto, y Contrafarsa, por ejemplo. ¿Se sienten parte de esa tradición de murgas más políticas?

-Yo creo que sí. Por lo pronto son las murgas que a mí me hacen ser murguista. Creo que La Catalina elige hablar muy comprometidamente de nuestra realidad. A veces no tiene que ver con la coyuntura político-partidaria inmediata, pero sí hablamos del trasfondo, de la foto que está a nuestro alcance, como podemos y como nuestros radares abollados detectan la realidad. Es siempre nuestra interpretación; por más objetivo que intente ser el análisis, es un corte de la realidad porque está filtrado por nuestra lente. La Catalina sí ha profundizado en lo ideológico y lo político, pero también en un momento, en 2006 y 2007, pegó un giro hacia lo humanista. Y La Catalina, además de hablar sobre el contexto político coyuntural, habla del problema del bicho humano en general, siempre relacionado a la realidad. Pero a veces también nos permitimos escaparnos de la realidad y hablar de los dilemas de nuestra especie, como Dios, la muerte, la educación o la ideología. Entonces, quizás sí La Catalina recoge ese guante, empieza a cantar y escribir sobre eso y siempre tendrá puntos de conexión con ese estilo de murga, pero también empieza a ahondar hacia lo humanista de manera comprometida. Y me parece que estos últimos años eso está recontra marcado en la murga. No por una decisión estratégica, sino porque precisamos decir eso.

-Hace más de diez años se hizo muy popular y hasta viral el cuplé "La Violencia". ¿Por qué creen que pegó tanto?

-Puedo llenarlo de halagos sin rubor porque es una cosa que escribió íntegramente mi hermano, Tabaré Cardozo, y me parece que es una genialidad. Porque es un registro social muy claro, muy crudo, muy desnudo, pero a su vez es muy bello. Tiene una poesía dolorosa, desgarradoramente linda, construida con frases o puñaladas tremendas. Y me parece que es un gran análisis de lo que hace esta sociedad desigual. Y que además no es ninguna apología ni ninguna justificación ni un festejo de la delincuencia, aunque entiendo que no siempre toda la gente lo comprendió tal cual nuestra intención. Tampoco es una exaltación de la cultura tumbera, como en algún lugar se esbozó. Está claro que tiene una intención analítica, como podemos y a nuestra escala, simplemente porque somos personas sintientes y que se interesan por lo que pasa en nuestra sociedad. Y el cuplé expone esta violencia generada por la exclusión en una sociedad que nadie puede negar que es desigual y que tiene a un montón de nuestros compatriotas hace varias generaciones perdiendo siete a cero el partido. Y hasta el día de hoy nos duele tremendamente que gente que nace con lo digno, con lo que todas las personas deberían tener, vea con tanto miedo y desprecio a veces a la gente que desde hace dos o tres generaciones sufre la pobreza estructural de su familia.

-Qué hacer con la desigualdad y la exclusión es un tema muy vigente hoy…

-En un sistema de mercado que nos escupe todos los días en la cara esa realidad, no hay más alfombra bajo la cual barrer tanta diferencia en favor de tan pocos. Cada vez más personas fuera del reparto y cada vez menos concentrando más riqueza. Eso es así, no podemos no verlo. Lo que hacíamos con "La Violencia" es poner la cámara subjetiva en la mirada de quien agrede y de quien había sido excluido o excluida, sin intento de justificar ni alegato pro violencia. Todas las personas sufrimos con ese flagelo fratricida: nadie quiere que le empujen a la madre para afanarle la cartera, que le maten un hermano para afanarle el celular o que te copen la casa. Solamente estamos sacando una foto y preguntándonos en qué lugar estamos. ¿Qué estamos haciendo para esto? ¿Cuál es nuestra responsabilidad? ¿Qué podemos hacer al respecto? Sin recetas de solución. Con dudas descarnadas. Siento que esa problemática y esa pregunta la compartimos los países de Latinoamérica. Esa foto nos calza bien desde el 2000 para acá y hoy tristemente sigue estando vigente.