La cámara hace foco en la sala de espera de la seccional 3ª de Quilmes. Invierno, noche. Sobre la pared del costado de la sala, un cuadro con la imagen de San Miguel Arcángel, jefe de los Ejércitos de Dios y protector de la Iglesia. Las imputadas, una con capucha completa y la otra con cara descubierta, son acarreadas hacia el interior de la sede policial. El video, realizado por un medio zonal de Florencio Varela, está disponible en internet.

Hasta el día anterior, Gisela (37) y Mónica (48) -vamos a llamarlas así- salían a conversar en la vereda, se probaban ropa en los negocios del barrio. Hacían cálculos para instalar un gimnasio de zumba y spinning en su casa. Era una pareja que no llamaba la atención, reservada. Gisela era más chonga y Mónica, más atenta a las pilchas y el maquillaje. La Porteña es un barrio de clase media de Hudson (léase Udson) que nació como una zona apartada y tranquila. Casas bajas con techos de zinc relucientes. Los vecinos son antiguos y se conocen. Los niños juegan a la pelota sobre el asfalto y las nenas, en las hamacas de la plaza. En las calles angostas se respira la estructura de géneros de los años 70.

Durante mucho tiempo La Porteña estuvo aislada del transporte público, sin líneas de colectivo. Ahora llega el 603 ramal 4. La autopista y el peaje le dieron más conectividad. Desde hace poco más de un mes, el tren eléctrico llega a la nueva estación de Hudson, a cinco cuadras de la entrada al barrio. A esta Porteña, conectada y transformada, llegaron a vivir Gisela y Mónica hace un año y medio. A nadie le extrañó una pareja de lesbianas en el barrio. El mundo no se reduce a los resabios de algunos juegos de niños.

Gisela trabajaba de remisera con su camioneta Partner blanca. De Mónica no se sabía gran cosa en el barrio. Pasaba mucho tiempo en casa.

La noticia bomba

“Pareja lesbiana umbanda, detenida por el crimen de una kiosquera”. De un día para otro, La Porteña ocupó los portales de noticias policiales de zona sur. 

-No las detuvieron acá. Se las llevaron de la estación de Plátanos.

La casa amarilla y negra quedó con una luz encendida, hasta la llegada de sus dueñas. O de nuevo ocupante. No hay mascota huérfana.

-Gisela no quería tener perro. Decía que dan mucho trabajo. Ella tenía que ocuparse del remís.

El video circuló entre todos los vecinos. O casi todos. El material audiovisual (4 minutos 41 segundos) titúlase “Mujeres asesinas matan a una kiosquera”.

Al comienzo del video, se echa mano cautelosamente del potencial. “Habrían matado”, dice el audio. Pero lo usan mal: “Mujeres asesinas, habrían matado a una kiosquera. Eran una pareja de lesbianas conocidas de la víctima”. Desde el vamos las declaran esencialmente asesinas. La imagen acompaña: dos policías las bajan del patrullero. Se le ve el rostro a Gisela. Sí, es ella, la más chonga.

“El mes pasado dos mujeres, una maeumbanda con antecedentes por trata de personas y su pareja, fueron aprehendidas imputadas por el homicidio”. El relato es fiel al parte policial. A la locutora se le traba la lengua varias veces (“cedular” por “celular”), se come las eses de algunos plurales (“la pareja de lesbiana”). Pero se esfuerza por pronunciar Jadson en lugar de Udson. Usa jerga policial: “las pesquisas”, “la treta que usó la pareja de lesbianas asesinas”, “tras una profunda investigación”, “relación preexistente entre las sindicadas”.

Primeros planos del allanamiento a la vivienda de las susodichas, a saber: ofrenda de pochoclo sobre mantel rojo, Biblia negra con cruz en la tapa, altar con Jesús y Virgen de Luján, pava eléctrica (presúmese robada) junto a sartén con aceite, macetas con pinchos, miniaturas de ataúd y calavera de yeso, vasijas de cerámica blanca con nombres y fechas, dos cuchillos clavados en una madera, un ave en un changuito de supermercado, estatuilla de diablo sobre una repisa. 

Combo perfecto: religión y sexualidad 

¿Cómo enumeraría un ateo o un feligrés de religión que no permite imágenes en los templos, los objetos de la liturgia hegemónica católica? Corona de espinas, un hombre semidesnudo clavado a una cruz, velones de sebo vacuno, jaulas de madera (confesionarios), pulseras con pinchos (cilicios), maderas donde hincarse, mural de hombre que recibe latigazos, huesos de difuntos exhibidos como “reliquias” en urnas de vidrio, bancos con chapas de bronce con el nombre de un difunto.

Fieles de la religión umbanda comentan indignados por la presentación de los hechos en el portal de noticias Jesús V dice: “La gente tiene que leer más en vez de gastar su tiempo opinando sobre la religión de los demás. El día que se den cuenta de dónde viene nuestra hermosa religión afro brasilera, vengan a opinar y van a ver que hablan sin saber porque les falta más conocimiento”. 

Otra página de la red social, “Oficina de Relaciones con la Comunidad” (sin garantía de ser un sitio oficial de la policía), publica: “Cae pareja lesbiana umbanda que vendía objetos robados por Facebook”. Estigmatización sí, pero prudencia: las detienen en Plátanos con una vaporera que perteneció a la mujer asesinada. No está probado que hayan asesinado a la mujer y que le hayan robado el electrodoméstico. “Están detenidas por el crimen” no es lo mismo que “asesinas de”. Los comentarios a esta publicación no aluden a la condición de “pareja lesbiana umbanda”. Dan por hecho, sí, que asesinaron y robaron. 

La lesbiana perversa 

En su libro La construcción de la lesbiana perversa (Barcelona, 2008), Beatriz Gimeno analiza cómo arma la prensa un estereotipo de lesbiana disponible para el linchamiento. Mucho de esto, sí. Mientras tanto en la Argentina de 2017, los foros virtuales de seguridad replican cotidianamente la perspectiva punitivista, restituyen la antigua función moralizadora de la policía (la misión de las desmanteladas divisiones de Moralidad) y sostienen el paradigma cultural único de una argentinidad esencial blanca, sexista, heterosexual, racista, xenófoba, con recursos económicos. Entre ellos, la página Nuevo Mapa del Delito Quilmes matiza las noticias policiales con solicitudes de paradero de personas, la política del municipio y pedidos de adopción de mascotas. En ese contexto, un miembro de la fuerza policial publica “Pareja lesbiana umbanda, detenida por el crimen de una kiosquera”. Con prudencia: son “presuntas autoras”. Dos pájaros de un tiro: si son lesbianas y umbanda seguro son culpables (estigmatización garantizada), y evitamos consecuencias judiciales si resultan absueltas. Comentarios de lectorxs al posteo del comisario: “Completitas, chorras, asesinas y estúpidas, ja”, “Lesbianas o no son asesinas. Perpetua y obvio separadas”. Una asidua comentadora en foros de seguridad agrega: “Qué asco de personas. Me cuesta creer que una mujer caiga tan bajo”.

Estimada, replicaría Beatriz Gimeno a la forista: “Las noticias que nos ofrecen a través de los medios de comunicación no son los hechos, sino que son siempre narraciones de hechos ‘fabricadas’ por el poder. Se construyen manejando y mezclando de manera interesada creencias y estereotipos. En este caso para legitimar un modelo concreto de mujer, la mujer heterosexual, la mujer buena respecto de la mala, antinatural, perversa, como el superior valor de la heterosexualidad respecto de la homosexualidad”.

Los comentarios te traen sorpresas

En los foros de seguridad aparecen comentarios disidentes. “¿Es necesario hacer hincapié en ‘lesbianas’?”, “Jamás van a ver una noticia que titule la sexualidad de un heterosexual”.

El caso no tuvo repercusión nacional. De los periódicos con peso histórico en Argentina, solo lo tomó el diario Los Andes. Y de allí lo levantó la página de Facebook Observatorio de Violencia LGBTI Contra los Derechos Humanos, que propala el odio a la población lgbti. El fracaso de esta página está a la vista: tiene solamente 9 fans.

Entretanto, en La Porteña pocxs se perdieron el video. Pero no aparecieron vecinxslinchadorxs. Sí hubo sorpresa, porque no esperaban esta noticia. Son señales de que el lesboodio de superficie y la discriminación hacia el culto afrobrasileño ya no tienen carta absoluta de legitimidad. El meollo se encuentra en lo que pasa inadvertido, por debajo de la mesa. Y en este caso, lo que pasa por debajo es el manual punitivista: dar por sentada la culpabilidad de alguien, sobre la base de un documento audiovisual producido a partir de un parte policial. El lesbianismo y la pertenencia umbanda, como estigmas, operan aquí para escamotear el principio de inocencia: el Estado tiene la obligación de demostrar la culpabilidad de cada detenidx. Mientras contemplamos hipnotizadxs un compilado de imágenes sensacionalistas y nos indignamos únicamente porque nos discriminan, nos pasan los grilletes y los barrotes por detrás. La estigmatización es el aderezo que encubre y a la vez hace posible la trampa punitivista.