Dos novelas recientes sobre el horror subyacente bajo la experiencia negra han dado lugar a dos de las series del momento: The Changeling y The Other Black Girl. Tanto la primera novela, publicada en 2017, como la segunda, en 2021, son fruto de una consciente amalgama entre los tropos del horror y una exégesis minuciosa de los asuntos más espinosos de la convivencia racial, tanto en el ámbito doméstico como en el laboral. Ambas llegan en este 2023 a la pantalla convertidas en series: The Changeling, en una versión de ocho episodios para Apple TV; The Other Black Girl, en 10 episodios de media hora para Star+. Sin lugar a dudas ambas se encuadran en la línea de recientes películas como Get Out (2017), de Jordan Peele, o Master (2022), de Mariama Diallo, etiquetadas bajo la categoría de black terror, capaces de instalar en el territorio del cine de terror las preocupaciones que en los años ‘60, en plena era Kennedy y luego de películas como ¿Sabes quién viene a cenar? (1967), eran materia exclusiva del cine social y de un abordaje más realista, más solemne. Hoy, las narrativas de un género como el terror parecen ser el terreno propicio, tanto en el cine como en la literatura, para discutir cuestiones que asoman en la agenda intelectual pero que penetran a cuenta gotas en el terreno de la discusión pública.

The Changeling

LA OTRA NUEVA YORK

Escrita por Victor LaValle, autor afroamericano enmarcado dentro del estilo conocido como weird fiction, la novela The Changeling aún no tiene traducción al castellano. Explora desde una historia que va y viene entre pasado y presente, un mundo de mitologías y leyendas que recuerdan tanto a la imaginación de Lovecraft como a la narrativa gótica de Shirley Jackson. El punto de partida es la historia de Apollo Kagwa (LaKeith Stanfield), un joven coleccionista y vendedor de libros raros que conoce a Emma Valentine (Clark Backo) en una biblioteca de Queens en 2010, insiste en compartir una cita y consigue un matrimonio soñado y un hijo por venir. “Un bebé es un sueño hecho realidad, pero los sueños son la comida favorita de las hadas” nos repite la voz del narrador que, justamente, es la del propio LaValle. Esa historia de amor ideal, que parece culminar en el “fueron felices y comieron perdices” del primer episodio, con un parto milagroso durante un viaje en subterráneo, esconde numerosos secretos. No solo el eco de las infancias traumáticas de Apollo y Emma, signados por padres que desaparecen y madres incendiarias, sino por la propia historia racial de su país, traficada en pesadillas y utopías de vindicación que la vida les va a hacer poner a prueba.

Es claro que el tema que subyace al relato, más allá de todas las bifurcaciones nacidas del género y los posteriores desafíos de trasladar la imaginería literaria del papel a la pantalla, es la angustia que inspira la paternidad. Ese hijo soñado por Apollo, reparación de sus propias carencias como infante, será de alguna manera el que exija protección y al mismo tiempo inspire pavor y desconcierto. Es lo que ocurre con Emma, quien en la antesala de su enamoramiento realiza un viaje a Brasil y recibe una extraña maldición de una bruja, que luego verá concretarse en la forma mundana de una depresión posparto. Tras su inexplicado malestar, una intuición más profunda. En una entrevista con Entertainment Weekly del 2017, fecha de la publicación del libro, LaValle –autor de Big Machine, The Ballad of Black Tom y el reciente cómic Destroyer inspirado en el Frankenstein de Mary Shelley– explica que The Changeling está inspirado su propia historia. Cuando era niño, su madre, una inmigrante ugandesa, y su padre blanco se separaron. Su padre no desapareció, pero sí estuvo ausente. “No podría haber escrito este libro antes de ser padre. Ahí entendí profundamente lo que es tener miedo de perder un hijo, miedo de ser un mal padre, miedo de decepcionar a las personas que te quieren”.

Una forma de autoficción que se cuela en los contornos del género para expandir esos temores tan domésticos como existenciales en una historia nacional que combina experiencias de inmigración, mitologías urbanas y una Nueva York oscura escondida bajo su aura cosmopolita. “La ciudad de Nueva York es increíblemente conocida, pero sigo pensando que la gente no conoce todos sus lugares recónditos. Esa magia está aquí, a la vuelta de los recorridos de todos los días, pero lejos de donde la gente realmente quiere ir”, continuaba LaValle en la entrevista. “Hay islas escondidas en el East River, un bosque grande en el medio de Nueva York, un enorme pedazo de tierra que podría esconder algunos secretos mágicos y profundos. Todo ahí, en Queens, en mi ciudad natal”. Ese viaje literario adquiere forma en los meandros del lenguaje y en las invitaciones a la imaginación. Ahora bien, ¿qué sucede cuando el lenguaje audiovisual debe darles forma de imágenes, de fotogramas? ¿Hay terror en las pesadillas imaginadas por otros?

The Other Black Girl

LA BATALLA DE LA OFICINA

La estrategia de la escritora Zakika Dalila Harris es similar, aunque el rumbo no sea el de la mitología y su horror escape a la iconografía tradicional del género tal como lo conocemos. The Other Black Girl empieza con una nota inquietante, que en el libro funciona como pequeño y austero prólogo y en la serie como un destello del pasado, un retazo de historia preñado de advertencia. La única editora negra de Wagner Books, Kendra Rae Phillips (Cassi Maddox), escapa con cierta desesperación hacia la estación Grand Central en Nueva York. Estamos en los años 80, el panorama recoge la estética de graffitis y pintadas del Nuevo Hollywood, de esa Nueva York sucia y peligrosa de Taxi Driver, un mundo amenazante, de caras acusadoras, de pesadilla diurna. Un alarido ahoga la voz de Kendra y en el presente reencontramos su fotografía enmarcada en la galería de editores de la moderna Wagner Books. Nella Rogers (Sinclair Daniel) es nuestra protagonista, única empleada negra de la firma, asistente de la glamorosa Vera Parini (Bellamy Young) y agobiada por sus tareas rutinarias, la falta de reconocimiento, los microracismos que alimentan sus mañanas. Pero Kendra es su esperanza, la confirmación de que el triunfo es posible.

Los hilos de la autoficción también alimentan la escritura de Zakika Dalila Harris, de tan solo 31 años, quien pasó parte de su vida profesional en los pasillos editoriales y trasladó a la ficción el sexismo y la discriminación racial que habitaban escondidos entre las buenas maneras y la corrección política del mundillo literario. La primera batalla de Nella será con Colin Franklin (Brian Baumgartner), el autor más exitoso de Wagner Books, mimado por los popes de la editorial por sus buenas ventas, cuya nueva novela está preñada de lugares comunes y estereotipos raciales. Pero en esa sorda disputa con sonrisitas y palabras condescendientes, una luz de esperanza parece suavizar la escena laboral de Nella. Una nueva asistente se suma al staff de la empresa, otra chica negra. Sin embargo, Hazel-May McCall (Ashleigh Murray) es todo lo opuesto de Nella: es cool y vive en el Harlem, trae bagels para los desayunos en la oficina y lleva unas rastas modernísimas y la ropa llena de colores. ¿Es verdaderamente una aliada o hay un as bajo la manga de esa pretendida sororidad?

En The Other Black Girl, Nueva York también es un escenario en el que confluyen los terrores del pasado y las incertidumbres del presente. Kendra Rae Phillips fue la artífice de uno de los best sellers de Wagner Books, Corazón ardiente, una novela sobre la experiencia negra que Nella admira y lee cada tanto para encontrar coraje y renovada inspiración. Pero después de aquel éxito, desapareció de la empresa, del negocio literario, de esa ciudad hambrienta. Nada más se supo de ella. Solo esa fotografía colgada en la pared. Al cumplirse un aniversario de la publicación de Corazón ardiente, Nella imagina una reedición con curaduría contemporánea que valore aquella gesta pionera. Además, esa idea puede reposicionarla en la editorial luego de sus traspiés con Colin Franklin. El terror asoma aquí en las formas más elípticas, menos visibles aunque bastante inquietantes. ¿Qué fue lo que pasó con Kendra luego de su misteriosa desaparición? ¿Es ella la autora de las enigmáticas misivas que recibe Nella en su oficina instándola a abandonar Wagner Books?

The Changeling

LOS MIEDOS DE LOS OTROS

Pese a las celebraciones que despertaron ambas novelas, sus versiones televisivas no corrieron con la misma suerte. Creada por Kelly Marcel –quien tiene el dudoso antecedente de ser la autora de la adaptación de Cincuenta sombras de Grey– y anunciada como un "cuento de hadas para adultos", The Changeling ha conseguido críticas dispares, que van desde señalarla como “la fantasía más original del 2023” hasta calificarla de “mediocre”. Jonathan van Tulleken, director de cuatro de los episodios y productor ejecutivo de la serie, hizo su descargo en Hollywood Reporter: “A los que les gusta la serie, les gusta mucho, y a los que no, directamente la odian”. La razón puede hallarse en el abismo que separa la fabulación de LaValle en la escritura, nutrida de impresiones en primera persona, de descripciones sombrías que amalgaman criaturas míticas con fobias sociales, con la literalidad de la puesta audiovisual, que debe dar expresión material a la ambigüedad de lo imaginado. Lo que le interesaba a LaValle era explorar desde las múltiples tradiciones de su crianza y educación literaria –folclore africano, leyendas centroeuropeas, mandatos religiosos– la responsabilidad de la paternidad, los condicionamientos generacionales y las posibilidad o no de resistir desde lo individual el movimiento de la Historia. ¿Pero eso aparece realmente en las imágenes de la serie?

En The Other Black Girl ocurre algo similar. El debut literario de Zakika Dalila Harris originó una puja entre varias editoriales, quedando en manos de Atria Books por la prometedora suma de un millón de dólares. Casi en simultáneo con la publicación y ascenso a la lista de best-sellers de la novela, la propia Harris y la actriz y guionista Rashida Jones prepararon la adaptación para Hulu, filial de Disney. Sin embargo, la recepción crítica fue tibia y muchos de los medios que habían celebrado aquella sátira sobre el mercado editorial, gobernado por una amplia galería de hombres blancos y trajeados y signado por una falsa diversidad guiada a menudo por conveniencia que por convicción, no fueron tan benévolos con la serie. Por ejemplo, Judy Berman, la crítica de TV de Time, rescata que Harris, Jones y los showrunners Jordan Reddout y Gus Hickey hayan logrado una síntesis de los temas para un medio menos introspectivo como el audiovisual sin sacrificar la complejidad temática de la novela, “pero cierta vacilación a la hora de apostar por cualquiera de los géneros es quizás lo menos afortunado. Para ser una sátira, no es tan divertida como cabría esperar. Para ser un thriller psicológico, le falta suspenso. Para ser una historia de terror, no da mucho miedo”.

El interrogante que persiste es quizás el mismo que ha inquietado a muchos realizadores a la hora de llevar a un lenguaje como el audiovisual las evocaciones del monólogo interior, de la imaginación individual, de las resonancias del lenguaje. Pero, además, en la reciente tradición del black terror y sus derivados, ya no solo se trata de anclar en imágenes recuerdos como los de Thomas Mann en Muerte en Venecia, o juegos del lenguaje como los de Virginia Woolf en La señora Dalloway, sino de dar cuerpo a pesadillas personales en un medio cada vez más signado por un realismo rayano en la redundancia y la obviedad. Las series contemporáneas, sobre todo desde la pandemia a esta parte, han acostumbrado a los espectadores –y quizás también a los críticos– a experiencias previsibles, digeribles, asimilables a lo conocido. Por ello, la ruptura de la unidad estética que ofrece The Changeling o la mixtura de géneros que intenta The Other Black Girl son insatisfactorias, frustrantes. El haberse posicionado en ese lugar en el que los miedos personales se hacen universales y exigen poder compartirlos da lugar a imágenes que hoy resultan difíciles de asimilar a la ficción contemporánea. Sentir miedo es posible, poder reencontrase con otros en esa experiencia sigue siendo lo más difícil.