Dante, Diego, Jaime, Roberto Carlos y Uriel, eran amigos de la infancia. Tenían entre 19 y 24 años y vivían en Lagos de Moreno, estado de Jalisco. El 11 de agosto quedaron en encontrarse en un mirador al que solían ir en su barrio como lo hacían habitualmente. Pero esta vez fue diferente, nunca regresaron. El caso de los cinco amigos, como pasó a conocerse después, marcó un antes y después en una de las localidades con más desaparecidos en México. Ocurrió que, a diferencia de otros casos, esta vez el horror que vivieron los jóvenes en manos de sus secuestradores quedó plasmado en fotos y videos que se viralizaron en las redes sociales. Ya pasó más de un mes y todavía siguen desaparecidos.

Los cinco amigos pasaron a ser un número más en la abultada cifra que registra México: al día de hoy hay 111.519 personas desaparecidas, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas. La mayoría de las desapariciones ocurrieron a partir del 2006, año en el que se militarizó la lucha contra el narcotráfico. El estado de Jalisco, donde se encuentra Lagos de Moreno, encabeza este triste ranking. En Lagos de Moreno, en agosto, no hubo sólo cinco desaparecidos: en total fueron 13.

“Ser joven en Lagos es como tener una pistola en la boca, ya no sé si voy a regresar”, dijo un estudiante a la prensa al salir del Centro Universitario Lagos de Moreno (CULagos), que depende de la Universidad de Guadalajara, la misma en donde estudiaba ingeniería Roberto Carlos Olmeda (20), uno de los cinco amigos.

Los cinco amigos secuestrados, torturados y desaparecidos en Lagos de Moreno.

Estos chicos no fueron los últimos. A principios de mes, otros siete jóvenes fueron secuestrados de un centro de rehabilitación del estado de Guerrero y continúan desaparecidos. Entre ellos había un adolescente de 15 años. Sobre este secuestro circularon dos versiones: una de ellas sostenía que un grupo armado ingresó al centro de rehabilitación Renovación Espiritual de Chilpancingo, la capital de Guerrero, ubicado a 100 kilómetros de Acapulco, y los secuestró; y la otra decía que los jóvenes se dirigían a una actividad en otro centro de rehabilitación a la que nunca llegaron. En los dos casos las autoridades sostuvieron que se los buscaba con vida, que todavía no había indicios para pensar que habían sido asesinados.

Desapariciones masivas: algunas hipótesis

Entre las hipótesis que manejan los investigadores se cree que las bandas del crimen organizado realizan este tipo de desapariciones forzadas como un ajuste de cuentas, como parte de un enfrentamiento entre bandas o como para “calentar la plaza”: mostrar de alguna manera de lo que son capaces. Sin embargo en los últimos años, cobró fuerza la idea de las desapariciones forzadas como reclutamiento para sus filas ya sea para los enfrentamientos armados como también para formar parte de la estructura de producción que tiene cada banda.

La investigadora Alejandra Guillén registró en uno de sus trabajos que el cártel de Jalisco Nueva Generación secuestraba personas para esclavizarlas, entrenarlas y forzarlas a trabajar para ellos, en una especie de campos de concentración o reclutamiento.

Los familiares marcharon a la Fiscalía para exigir la búsqueda de los chicos. Imágen: Facebook Cuadrante7.

“Los meten masivamente en casas, meados, cagados, con hambre, en un estado crítico de sobrevivencia donde no van a tener solidaridad de sus iguales. Está diseñado para que sobrevivas, que pelees por un pedazo de pan o por tu vida ganándote la confianza de los superiores”, cuenta Guillén en una entrevista con el podcast El Hilo, de Radio Ambulante. La investigadora cuenta también cómo en esta cadena de maltrato los someten a pruebas atroces, como ponerlos a pelear entre ellos, para de alguna manera “trastocar su subjetividad” o “romperles el alma” y convertirlos finalmente en sicarios a disposición de las bandas.

Contar las desapariciones y darle voz a las familias

Celia Espinoza es periodista independiente y desde su sitio Cuadrante7, sobre todo desde su página en Facebook, se convirtió en una especie de megáfono para las familias que tienen algún desaparecido. Es la primera persona a la que acuden rápidamente cuándo un hijo o un hermano no vuelve. Desde su cuenta de Facebook, con 118 mil seguidores, enseguida comunica los casos, sube las fotos de la búsqueda con los primeros datos que se conocen y acompaña a las familias en su recorrido. Desde allí, como caja de resonancia, madres y padres se unen con otros para demandar con más fuerza o para denunciar las desapariciones masivas. Celia fue la primera en comunicar la búsqueda de los cinco amigos y tantas otras historias que muchas veces terminan de la peor manera.

“Nunca me voy a acostumbrar a recibir el pedido desesperado de los familiares. Cada historia es muy dolorosa. El grado de desesperación es brutal”, cuenta Celia y recuerda en particular un caso que le quedó grabado en el alma. El de una mamá con un hijo desaparecido del que finalmente se encontró solo un dedo porque los secuestradores deshicieron su cuerpo en ácido.

“Va a llegar el momento en que en Lagos cada familia tenga su desaparecido. Como no hay duelo, no hay entierro, las familias quedan en un duelo permanente y cada historia se vuelve muy particular. Nunca se acostumbra uno a este peso”, dice también.

Celia Espinoza publica las fotos de búsqueda y acompaña a las familias en su recorrido. Imágen: Ulises Ruiz.

-¿Desde cuándo cubrís la desaparición de personas?

-El primer caso que recuerdo fue en abril de 2009 y no tuvo relevancia. Todavía no estaban las redes sociales y el caso quedó aislado, no fue un caso masivo, no tuvo ese impacto en la población. En 2013 hubo una desaparición masiva de seis jóvenes y los familiares se movilizaron y lograron visibilizar el caso y atraer la cobertura de los medios de comunicación. En 2014 desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Para ese entonces yo vivía en Irlanda porque estaba estudiando inglés y trabajaba como voluntaria en la embajada de México de allí. En 2015 empiezan a crecer los casos de desapariciones. “¿Qué está pasando? ¿Qué voy a hacer?”, me decía a mí misma. Me sentía muy pasiva y muy desesperada. Quería ayudar a las familias. En 2017 empiezo con un proyecto de periodismo independiente y en 2018, finalmente, abro Cuadrante7, que existe hasta el día de hoy.

-Cuadrante7 se transformó en el primer sitio al que acuden las familias cuando tienen un familiar desaparecido, ¿por qué creés que ocurre esto?

-En Lagos la gente tiene miedo de denunciar por el trato que le dan en la fiscalía. Existe la idea desde la autoridad municipal de criminalizar las desapariciones, “si desaparecen en algo andaban”. Muchas familias además no tienen los recursos para sortear tanta burocracia ni saben cómo hacerlo. Fue por eso que decidí darle voz a quienes tienen un desaparecido, ser el espacio de los familiares y empezar a publicar los casos.

-¿Hay algún caso que te marcó o que recordás por algo en particular?

-El 4 de agosto de 2020 me empiezan a reportar que no aparecen cuatro jóvenes. Hago la publicación y al día siguiente me busca la hermana de uno de ellos y me dice que regresaron tres menos un chico que era menor de edad. Me dice que uno de los chicos que volvió quería decirme algo. Me lo pone al teléfono y dice: “No te voy a contar nada. El mensaje es que bajes la nota en la que se nos busca a los cuatro. Puedes dejar la publicación del chico que falta pero no la otra… para que no te pase nada”. Ahí me asusté mucho y enseguida bajé la nota. Una nota no vale la vida de un periodista.

-¿Y cómo siguió?

-Fui a buscar a la mamá del chico que no había vuelto, que era menor de edad, y le conté lo que había pasado. Me comprometí a subir un nuevo posteo con los datos de su hijo. Ese fue el momento más difícil que me tocó vivir, ver a esa mamá llorar y gritar de manera desesperada porque su hijo no había vuelto y el resto sí. Pero ahí no terminó. Esa mamá convocó a una manifestación a la fiscalía para exigir la búsqueda de su hijo y estando en el lugar empezaron a llegar familiares de otros desaparecidos que estaban viendo la transmisión por Facebook. Madres, hermanos, padres, empezaron a contarme las historias de sus desaparecidos. Estamos ante desapariciones masivas acá en Lagos pero no se registran como tales porque los familiares no acuden a denunciar al mismo tiempo. El año pasado hubo una desaparición masiva de siete mujeres pero las mamás no se unieron para visibilizar. En 2018 hubo una desaparición masiva de 19 jóvenes pero muchas familias ni fueron a denunciar.

-¿Por qué las familias no denuncian?

-Hay muchos factores. Uno es el miedo a la criminalización: en la fiscalía les preguntan a qué se dedicaba su familiar, si consumía droga, en qué andaba… Otro es que muchas veces las familias son amenazadas directamente por quienes se llevan a sus familiares cuando entran a las casas. Hay zonas que quedan muy alejadas y para denunciar tienen que movilizarse muchos kilómetros y las condiciones de las víctimas no son favorables. Piensan que por ser pobres no les van a tomar la denuncia. Lagos está entre los distritos con más desaparecidos en las cifras oficiales y eso es solo una parte, faltan todos los que no están en el registro oficial. Va a llegar el día en que todas las familias de Lagos tengan un desaparecido.

-¿Creés que el caso de los 5 amigos marcó un antes y un después?

-Yo creo que sí. Este caso tuvo la particularidad de que circularon fotos y videos. La población sabe que se llevan a los jóvenes pero ahora saben también el horror que viven. Hoy se vive con miedo, cualquier joven te dice que es peligroso vivir aquí. Cambiaron los horarios de la universidad para que los estudiantes no entren tan temprano ni salgan tan tarde por la noche, cambiaron los horarios de salir a la calle a socializar en los espacios públicos. Ahorita el escenario es de mucho temor. Los jóvenes te dicen: si salimos nuestro miedo es no regresar.