Mijail Baryshnikov y Robert Wilson ofrecieron ayer una conferencia de prensa en el Teatro Coliseo, en la que brindaron detalles de Letter to a Man, nuevo trabajo en conjunto después de The Old Woman. Se trata de una adaptación realizada por el director sobre los Diarios de Nijinsky, documento en el que el legendario bailarín ruso (1890-1950)relata su lucha por no caer en la locura y que ayuda a entender los sucesos que, sin embargo, lo llevaron a terminar en el manicomio. “Este trabajo no es de danza, en realidad. No voy a bailar. Algo tiene de danza, pero tiene muchas cosas que no son de danza. No es la historia de vida de Nijinsky, sino la interpretación de su diario. No es más que el documento de un hombre perturbado que cayó en la oscuridad de la locura”, definió el intérprete. Y describió al espectáculo como “un fascinante collage de ideas”: la relación del bailarín con Dios, el pacifismo, su vida como artista. 

“Probablemente sea mi última presentación en este país”, advirtió Baryshnikov, que dijo amar la cultura, la danza y la vitalidad de la Argentina. “El talento de Nijinsky era un don de los dioses, era una persona con un talento destacadísimo, con una mentalidad inusual, muy privado. Tenía un poder interno, en sí mismo. El dúo Nijinsky-Diaghilev fue muy poderoso. Le abrió las puertas al mundo a muchísimos diseñadores, coreógrafos, artistas y vestuaristas”, expresó. Diaghilev era el empresario que lanzó a Nijinsky la fama. Las funciones de Letter to a Man serán en el Coliseo, del 7 al 17 de septiembre.

Según adelanta la información de prensa, se trata de un trabajo en el que la luz, el texto, la escenografía y la música son partes iguales de la misma obra. “Todo el teatro es danza”, definió a su vez Robert Wilson. “Ya sea que estemos quietos, sentados, de pie, es todo danza. Si somos conscientes del movimiento y de la quietud, en cualquier cosa que estemos haciendo, cuando salimos de eso, la línea continua”, amplió. Sus respuestas incluyeron humoradas sobre la situación política de Estados Unidos y detalles técnicos sobre lo estructural, aunque finalmente aclaró que no es eso lo más importante. “Me llama Donald Trump, pero tengo cosas mucho más importantes que hacer”, bromeó, cuando su teléfono celular interrumpió una de sus respuestas. 

“A la mayoría de mis trabajos no los pienso en términos narrativos. Son una creación, una sucesión de tiempos y espacios. Pienso mucho a través del cuerpo. Pienso en momentos más interiores en oposición a otros más exteriores. Momentos más rápidos y lentos, más coloridos que otros. En el teatro y en la vida también, hacemos leyes para romperlas”, definió el artista estadounidense. “La estructura no es lo importante, lo que importa es como se llena, qué se pone adentro”, sugirió. 

“El trabajo que hago no es interpretativo. No quiero decir que no tenga significado, por supuesto que lo tiene. Pero tiene muchos. Como artistas es importante que nos preguntemos, siempre, qué estoy diciendo, qué estoy haciendo. Tenemos ideas, sentimientos sobre eso. Pueden cambiar y ser distintos de anoche a hoy, de un momento a otro. Es importante no decir qué es una cosa, sino preguntarse qué es. Es la razón por la que trabajamos”, señaló Wilson.

Cada uno de los artistas se expresó y luego se abrió la ronda de preguntas. Consultado sobre cómo ha hecho para reinventarse a sí mismo todos estos años, el bailarín respondió: “No tengo idea. He actuado en muchos escenarios. Empecé a dedicarme a la danza a la temprana edad de 10 años. Llevo 60 en los escenarios. No hay diferencia entre la vida y el escenario. No importa en qué país trabaje, que lugar del mundo o qué esté bailando. Siempre traté de simplificar, de manera instintiva, esta conexión. Es un equilibro delicado, frágil, entre los momentos felices y los fracasos”. También aseguró que experimenta como una “responsabilidad” el hecho de representar “la mente de un hombre perturbado”, aunque la intención es, ante todo, “resucitar su voz, su espíritu”.