Era la época en la que presentaban Tommy. Las presentaciones que tuvieron una de sus puntos más altos en el famoso concierto de Leeds. El iluminador de los shows de The Who era amigo suyo y, en 1969, le hizo escuchar a Pete Townshend una de sus obras, A Rainbow in Curved Air. El guitarrista aseguró después que esa pieza de 18 minutos donde Terry Riley superponía y trabajaba electrónicamente una infinidad de partes improvisadas y grabadas por él mismo lo volvió loco. Que no podía parar de oírla. La influencia puede oírse en el primer tema de su disco inmediatamente posterior, Who’s Next. Las superposiciones rítmicas del piano son, tal vez, aún más elocuentes que el título del tema, “Baba O’Riley”, un homenaje al gurú indio Meher Baba y, claro, al bueno de Terry.

Townshend, no obstante, no fue el único al que influyó. Un grupo –tal vez uno de los más notables y secretos del rock de esos años, donde revistaban el violinista Darryl Way y la cantante y actriz Sonja Kristina–, tomó su nombre, Curved Air, de aquella composición de Riley. Antes, John Cale había abrevado en su obra para crear la parte de piano de “All Tomorrow’s Parties”, el famoso tema de Lou Reed incluido en el primer disco de The Velvet Underground. En el 63, Chet Baker había grabado la parte de trompeta que Riley procesó en Music From The Gift. Y, desde luego, tal vez todo el minimalismo le deba su existencia a una composición suya, En Do, que en 1964 revolucionó para siempre el campo de la música de tradición académica. “Nunca me interesó demasiado el minimalismo; más bien yo les interesé a ellos”, dice a PáginaI12 con la condescendencia de un maestro zen.

Riley llegaba desde otra parte. “Me interesaba el rock, que en ese momento era una música muy abierta y muy osada, y el jazz. Amaba el sonido del cuarteto de John Coltrane y del Quinteto de Miles Davis. Amaba lo que sucedía allí con el ritmo y con la improvisación. Mi experimentación con loops, cortando las cintas y superponiéndolos, tenía que ver con eso e incluía, necesariamente, la improvisación”, explica. Hoy, este viejo defensor del LSD y la marihuana como medios para expandir las fronteras perceptivas, se presentará por primera vez en Buenos Aires. La actuación, a las 20 y en el Centro Cultural Kirchner, será junto a su hijo, el guitarrista Gyan, y culmina una serie de charlas, clases y encuentros con músicos argentinos que desarrollaron en ese centro cultural desde el martes pasado. Terry Riley, que tiene al órgano como uno de sus instrumentos preferidos, probó el que está en esa sala y se manifestó entusiasmado. “Por lo menos tocaré allí un bis”, aseguró.

Parte de su actividad creativa de los años recientes tiene que ver con una continuada coloaboración con el Kronos Quartet. “Coincidimos una vez con David Harrington, uno de los violinistas y el fundador del cuarteto, y nos hicimos amigos”, cuenta. “Yo no había escrito cuartetos de cuerdas hasta ese momento y para mí fue un desafío porque ellos no improvisan. Entonces debí imaginar sistemas para que lo escrito suene libre y no sujeto por esos límites”. Entre las composiciones dedicadas al Kronos Quartet se cuentan Salome Dances for Peace, un ciclo de más de 100 minutos de música tan épica como sensual, y Sun Rings, un conjunto de piezas para cuarteto, coro, efectos visuales y grabaciones de sonidos del espacio, tomados por la NASA. Y también ha colaborado con otro cuarteto pero de naturaleza bien distinta, el Rova –un cuarteto de saxos consagrado al free jazz–, con quien ha grabado el inquietante Chanting the Light of Foresight, publicado en 2006.  

Si la música europea ha fundado su desarrollo en una progresiva especialización y separación de los papeles del compositor y del intérprete, para Riley, que se considera sobre todo un improvisador, la cuestión es exactamente la inversa. “Cuando escribo busco dejar lugar a la improvisación. Creo que En Do no puede ser tocada por músicos que no sepan improvisar”. Y es que esa obra fundante, en la que superpone 53 módulos musicales diferentes –y para cuyo estreno Steve Reich y Pauline Oliveiros integraron la orquesta– tal vez se haya vuelto en su contra. “Nunca pensé en un esquema ni en una fórmula. Jamás pensé en nada que tuviera que ver con lo mínimo. Las estructuras rítmicas repetitivas venían del jazz y de la música africana. Se trataba de algo místico; del conocimiento y de la libertad.”