Los obispos católicos se encuentran reunidos en asamblea plenaria en el recinto tradicional de Pilar mientras el debate electoral también atraviesa a la comunidad católica. Algunos de sus miembros participan de manera explícita en estas discusiones, otros de forma solapada, usando el bajo perfil característico de ciertos espacios eclesiásticos, lo que no debería leerse como indiferencia o falta de atención sobre lo que está ocurriendo en el escenario político.  Los días previos estuvieron cruzados por pronunciamientos cargados de sentido político por parte de obispos, de organismos eclesiásticos, de sacerdotes y grupos de curas. Si se los consulta, la mayoría de los interlocutores sostendrá que no hay una posición “institucional” de la Iglesia acerca de la disputa electoral y que “la postura histórica de la Iglesia” ha sido la neutralidad, no pronunciarse en circunstancias electorales y “no decirle a la gente lo que tiene que votar”.

El Episcopado está lejos de tener una posición unificada. Ni siquiera los ataques públicos y las descalificaciones de Javier Milei contra el Papa han logrado que esto ocurra. Se escucharon voces aisladas en defensa de Francisco, pero la mayor indignación estuvo en los grupos de curas y, ciertamente, en las comunidades populares que tienen al Papa en sus propios altares. Por parte del cuerpo episcopal como tal no existió un pronunciamiento institucional e inequívoco en defensa del Papa. Quizás porque ello habría implicado condenar abiertamente las posiciones del libertario. Para eso no existe consenso entre los obispos porque existe un grupo -seguramente minoritario, pero real- que vería con buenos ojos el triunfo de la LLA en el balotaje. Porque también ellos quieren “el cambio” o directamente por su antikirchnerismo o antiperonismo. Otro sector -quizás importante- se hubiese sentido cómodo con la posibilidad de que Juntos por el Cambio se convirtiese en opción de gobierno. También hay un número considerable de obispos que votará por Sergio Massa.

Desde el costado de los curas, la descalificación del libertario fue clara y contundente. El sacerdote José María "Pepe" Di Paola, uno de los principales referentes y habitual vocero de los Curas de Villas y Barrios Populares, afirmó que "ninguna persona de fe puede inclinarse por una propuesta electoral antivalores e inhumana" como la que representa Milei. Tan claro y directo como lo fueron los curas villeros cuando decidieron celebrar una misa de “desagravio” por los “ultrajes” contra el Papa. 

Sin personalizar pero citando fuentes de la Conferencia Episcopal que nunca fueron identificadas, se puso a correr la noticia de que el Episcopado tomaba “distancia” de las afirmaciones del cura y que todo lo dicho fue “a título personal” . También el diario La Nación se hizo eco de esa postura en una nota titulada “Los obispos evitan el llamado a no votar por Milei y prefieren dar señales de neutralidad” y presentada como una desautorización a Di Paola. Antes el sacerdote Guillermo Marcó, exvocero de Jorge Bergolglio, había escrito un par de artículos defendiendo a Milei.

Otro de los curas villeros, Toto de Vedia, salió a respaldar a su colega Di Paola y aclaró que no hubo, al menos por el momento, ninguna desautorización oficial de la jerarquía hacia el sacerdote que trabaja en los Hogares de Cristo. También dijo que los pronunciamientos contra Milei se apoyan en el magisterio y en la doctrina social de la Iglesia.

Antes, cuidando no hacer mención específica a Milei pero contradiciendo los dichos del libertario, un organismo oficial de la Iglesia Católica, la Comisión de Justicia y Paz, emitió un documento titulado “Votar por la justicia y la paz”, en el que sostuvo que “no hay verdadera libertad sin fraternidad, justicia social y paz”. 

El propio presidente del Episcopado, el obispo Oscar Ojea, sin aludir explícitamente a Milei se refirió a “uno de los candidatos (que) se ha expresado con insultos irreproducibles y con falsedades” y respaldó las palabras que su colega Gustavo Carrara pronunció en la mencionada misa de desagravio al decir que “el Papa es para nosotros un profeta de la dignidad humana en un tiempo de violencia y exclusión”. 

Desde otra postura, Vicente Conejero, obispo de Formosa, adelantó su voto en blanco en una entrevista radial en la que además dijo que “cada uno es libre y responsable en un momento donde hay que hacer una profunda reflexión". No obstante, consultado respecto de las propuestas de LLA, dijo que "terminar el diálogo con una institución como la Iglesia o el Papa es una arbitrariedad”. Los dichos de Conejero llevaron al sacerdote Paco Olveira, de Curas en la Opción los Pobres (COPP), a pedir mediante una carta abierta su renuncia al Episcopado.

En medio de ese debate, el obispo Sergio Buenanueva (San Francisco, Córdoba) publicó una “reflexión personal” para decir que “las dos propuestas en danza, por diversas razones, presentan a la conciencia cristiana formada graves perplejidades que no se pueden minimizar”. Y agregó que “ni el Papa, ni tu obispo, ni tu párroco o tu cura amigo pueden decirte a quién votar”. Sostuvo además que “el voto impugnado o en blanco, (es) legítima expresión del compromiso de un ciudadano con el bien común de su país”. 

En una posición bien distante de la anterior, los COPP difundieron un largo texto de reflexión en el que asumen con determinación que el voto en blanco no es una opción. Sostienen que “como curas sabemos dónde queremos y tenemos que estar: junto a los pobres, en favor de sus vidas y sus causas. Y sabemos que, aunque siempre imperfectas, hay opciones que no son opcionales, y hay otras que son definitivamente contrarias a todo lo que creemos”. Por eso -afirman- “estamos convencidos de que es un imperativo moral hacer todo lo que esté a nuestro alcance para evitar que Milei sea presidente de la Nación”, porque, dicen, “¡la Patria y los pobres no se lo merecen!”.  

Es difícil establecer cuál puede ser la “representatividad” de estos diferentes actores clericales respecto de la comunidad católica del país y determinar cuánto pueden incidir las posiciones de obispos y curas en la decisión ciudadana de católicas y católicos. Solo a modo de hipótesis se puede arriesgar que los curas que están cerca de los pobres tienen mayor ascendiente que los obispos sobre esta población. Por cercanía, por empatía, por compartir las mismas condiciones de vida. Algo de lo que están alejados la mayoría de los integrantes de la jerarquía.

Pero en medio de estos cruces ¿qué se puede esperar de la asamblea episcopal en marcha? Es muy probable que no haya un pronunciamiento o, si este existe, será para hacer una nueva declamación general e imprecisa a favor de la democracia, asumiendo expresa o implícitamente una real o presunta “neutralidad” frente al balotaje. Cualquier declaración incluirá -a no dudarlo- la reiteración del deseo de que el Papa venga a la Argentina y alguna cita de Francisco que sirva de paraguas supuestamente legitimador de lo que se diga. Será la manera de, por una parte, lograr una suerte de “empate técnico” que evite que las disputas internas salgan a la luz y, por otro, la forma políticamente correcta de que los obispos queden bien parados en condiciones de negociar con un futuro gobierno, cualquiera que éste sea.

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