Las hojas muertas del título original en finés y las hojas caídas del título internacional en inglés se transformaron en español en hojas de otoño. Pero la película es la misma y la metáfora similar. Hablamos de Kaurismaki. Por lo tanto, hay un bar. Y hay una banda (en este caso de chicas) tocando en el bar. Y hay personajes solitarios, de mirada y andar melancólicos, intentando rehacer algo parecido a lo que, dicen, es la vida. Se trata de Kaurismaki y, por lo tanto, hay cosas kaurismakienses. O kaurismakianas. El método, las formas, los tonos, son los de siempre y, sin embargo, se sienten novedosos, frescos, irresistibles. En Hojas de otoño Aki Kaurismaki -el más famoso de los hermanos Kaurismaki, aunque Mika, algunos años mayor, tiene sus propios y firmes seguidores- vuelve a ser el mismo para reinventarse una vez más. La de Aki Kaurismaki es sin duda una de las películas del año y, afortunadamente, llega a las salas de cine el próximo jueves 30 de noviembre, varias semanas antes de su estreno en Mubi, plataforma que por estos días incluye en su oferta 24 títulos dirigidos por el realizador, virtualmente una retrospectiva integral de su filmografía.

Ganadora del Premio del Jurado en el Festival de Cannes, Hojas de otoño es la historia de amor atípica, sensible y tristona entre un operario de fábrica un poco alcohólico y una empleada de supermercado, ambos dispuestos a darse una oportunidad. Un film que se ampara en la historia del cine y que confía nuevamente en la complejidad presente en las cosas simples. Cuando Holappa conoce a Ansa aparece la posibilidad de una chispa -en principio diminuta, exigua-, la chance de un empuje que los acerque y, tal vez, les permita iniciar eso que suele llamarse “una relación de pareja”. Eso es todo y, sin embargo, para el director de El hombre sin pasado, Nubes pasajeras y La chica de la fábrica de fósforos es suficiente para construir otra de sus grandes obras. Lejos de convocar rostros presentes en sus películas anteriores, Kaurismaki contó con dos protagonistas que debutan en su peculiar universo: el actor Jussi Vatanen y la actriz Alma Poysti, quien hace un par de años brilló en la biopic de la realizadora Zaida Bergroth Tove, dedicada a la escritora Tove Marika Jansson. Ambos tienen detrás una carrera frondosa en su país natal, pero se animaron a una primera vez junto a la leyenda viviente del cine finlandés. El resultado es confortablemente familiar y, al mismo tiempo, único e irrepetible.

DE FINLANDIA CON AMOR

Trabajar con un mito, a veces, puede ser arduo y complejo, pero Alma Poysti guarda los mejores recuerdos de su colaboración con Kaurismaki, a quien llama Aki y no Señor Kaurismaki. “Nací y me crie en Finlandia y hace bastante tiempo que Aki es toda una leyenda. Por supuesto, él ha dirigido todas esas películas, pero también es dueño de un par de salas de cine y de varios bares en Helsinki. Es una figura que está presente desde hace mucho tiempo, pero lo cierto es que no lo conocía personalmente”. La actriz conversó con Radar en una charla exclusiva desde Morelia, donde Hojas de otoño se exhibió como parte del festival de cine que se realiza anualmente en la ciudad mexicana. “Un día recibo una llamada telefónica y del otro lado me dicen que Aki quería conocerme, que tenía una propuesta para una película. Fui a ese almuerzo y bueno... ahí estaba Aki, en carne y hueso. También estaba Jussi Vatanen, que interpreta a Holappa, y fue una reunión fantástica. Hablamos de todo un poco, incluso de política, y al final me dijo que tenía una idea general para un film, ya que en ese momento aún no estaba escrito el guion, y me preguntó si me gustaría participar. Un momento increíble, tenía que pellizcarme a mí misma. Un año más tarde el guion estaba listo, nos juntamos a hacer una primera lectura y fue algo realmente hermoso. Un texto breve, muy alla Kaurismaki, con pocas palabras pero muy bien elegidas. Hay algo conmovedor en la historia, pero al mismo tiempo es todo muy gracioso. Kaurismaki es un sensei de las frases cómicas breves”.

Sus películas son tan idiosincráticas, tan sencillas de distinguir, y la influencia en otros cineastas tan evidente, que no resulta difícil imaginar un proceso de rodaje también distintivo. Poysti recuerda que, desde el principio, Kaurismaki les pidió a los actores que no ensayaran las escenas. “Eso fue un poco aterrador. La orden era ‘aprendé la frase, pero no la prepares’. Aki siempre prefiere hacer los planos en una sola toma, sin repeticiones. Al principio esa combinación da mucho miedo, pero luego te vas acostumbrando y entendiendo las razones. Cuando algo ocurre delante de la cámara no hay manera de que vuelva suceder de la misma manera. Es algo precioso. Él viene trabajando con el mismo grupo de gente desde hace cuarenta años, así que se entienden muy bien y es como formar parte de una gran familia. Tienen hasta su propio idioma y juro que el rodaje fue en el set más tranquilo en el que haya estado en mi vida. También el más divertido. Aki se toma su tiempo para probar los encuadres y las luces, pero una vez que la cámara se enciende todo debe salir bien. El nivel de concentración de las personas involucradas es muy elevado y cada uno es muy cuidadoso de cada detalle. Además, Aki está ahí todo el tiempo, moviendo cosas del mobiliario y la utilería. Sabe muy bien qué quiere lograr y cómo se deben ver las cosas, lo tiene todo en la cabeza. Además, y esto es muy importante, sigue rodando en 35mm, por lo tanto, el material es precioso y todo el mundo respeta eso”.

EL DIRECTOR AKI KAURISMAKI

 

Holappa recorre los pasillos del supermercado reponiendo artículos, quitando de las bateas aquellos cuya fecha de vencimiento ya ha sido alcanzada. A veces, esos alimentos que usualmente se tiran a la basura todavía rinden, y Holappa se lleva algo a casa para consumo personal. Solitaria, callada, como tantos personajes en el mundo del cineasta, la radio en la cocina del departamento le recuerda que en Ucrania tiene lugar una guerra (un almanaque muestra el año 2024, micro futurismo inesperado). En otro lugar de la ciudad, en una fábrica metalúrgica que parece especializada en ruedas de metal de algún tipo, Ansa se pone el traje especial y casco a tono para realizar las faenas que le corresponden. Antes de eso, un par de traguitos de alcohol, la botella cuidadosamente escondida en una caja de electricidad, lo suficiente para seguir adelante. Por la noche, el primer encuentro entre las criaturas, en un karaoke donde los clientes practican el berretín del canto, de un rockabilly a un solo lírico. Punto de partida de una banda de sonido tan ecléctica como irresistible, marca registrada del autor, que incluye una rendición en finlandés de “Mambo Italiano”, la versión original cantada por Carlos Gardel de “Arrabal amargo” y un bello tema pop del dúo finés Maustetytöt. Las miradas se cruzan, tímidas y algo incómodas, las palabras aún no llegan, pero el amor proletario comienza a palpitar.

Si el mundo laboral en el cine de Kaurismaki suele ser un espacio de alienación (las miradas torvas del agente de seguridad del supermercado a Ansa son un indicio claro) la falta de trabajo lanza a los personajes a una desesperación muda. A lo largo de los ochenta minutos de proyección, la protagonista será repositora, luego mesera y, finalmente, empleada fabril, mientras los encuentros y desencuentros con Holappa delimitan el universo de las relaciones personales, amén de las citas con sus amigas. Entrevistado por Radar hace seis años con motivo del estreno de El otro lado de la esperanza, Kaurismaki declaró que “siempre hay esperanza, pero algunas barricadas contra el capitalismo global no harían daño alguno. Por el contrario, serían de bastante ayuda”, máxima que puede aplicarse a la esforzada resistencia taciturna de los personajes de su nueva película.

ALMA MÍA

Hija del realizador Erik Poysti y nieta de los actores Birgitta Ulfsson y Lasse Pöysti (este último también dirigió un par de películas en los años 50), Alma Poysti, nacida en Helsinki en 1981, es un rostro conocido en la pantalla finlandesa. En la conversación surgen los recuerdos de infancia y de cómo la joven Alma soñaba con ser actriz algún día. “Mi abuelo empezó a actuar en las películas a los trece años, así que su carrera es casi tan larga como la historia del cine finlandés. La mitad de mi familia forma parte del mundo del cine y el teatro y la otra mitad no, pero para mí esa primera mitad fue siempre algo mágico. Cuando era chica solía pasar horas y horas en el teatro, viendo ensayos, sentada calladita en un costado y viendo como la gente se transformaba en otra cosa, en un personaje. Fue algo que me cautivó desde muy pequeña. Pero de ahí a ser actriz no hay un solo paso y durante mi adolescencia hice toda clase de trabajos. La idea de actuar era apenas un sueño. Es un trabajo duro, realmente, y el hecho de formar parte de esta familia no hace que el talento surja de manera espontánea. Hay que trabajar mucho, es un proceso de aprendizaje constante”.

En pantalla, Alma/Ansa no cesa en su marcha hacia adelante, más allá de los golpes y frustraciones que parecen llegar de todos lados. En tiempos en los cuales tanto cine internacional construye personajes para burlarlos, atacarlos y señalarlos con sorna, Aki Kaurismaki defiende a ultranza la posibilidad de amarlos. “La verdad es que no dice mucho, no da muchas indicaciones”, reflexiona la actriz antes de definir rotundamente la actitud del realizador. “Tiene una gran confianza en los actores. La descripción de los personajes está en el guion y sólo se trata de aprender a leerlos bien. Por ejemplo, en el texto estaba claro que Ansa era dueña de un único plato. O la breve descripción que ella da de su padre, que murió de alcoholismo mientras que su madre lo hizo a causa del dolor. Eso explica de dónde viene ella, cómo entiende la confianza y el amor. Lo importante para Aki es que el actor sea lo más puro y honesto que le sea posible, y dejar que la cámara capture eso. El ritmo es muy importante, como sabe cualquiera que haya visto una de sus películas, pero los ensayos son minimalistas, justo antes de comenzar a filmar, apenas un esbozo con dos o tres indicaciones. En raras ocasiones suele poner cara enojosa, pero su corazón es realmente tierno. Es un romántico. Y eso se transmite a todo el equipo, que todo el tiempo intenta hacer la mejor película posible”.

UN PERRO LLAMADO CHAPLIN

“Me encanta el carácter honesto y frontal de la historia”. Alma Pöysti es consciente de que el estilo es parte esencial en el cine de Kaurismaki, pero al mismo tiempo entiende que detrás de los particulares ritmos, diálogos y encuadres existe una cualidad humana sincera, sin vueltas. Hojas de otoño es una comedia romántica, de alguna manera, pero es bastante más que azúcar puro. Los personajes tienen una vida dura, ya no son adolescentes, y cargan con muchas decepciones en sus vidas. Irónicamente, la película es muy realista y, al mismo tiempo, se siente casi como un cuento de hadas. El destino los acerca durante una rendición de Schubert y, a partir del momento en el que sus ojos se encuentran, sus vidas cambian. Son personajes muy fuertes, con mucho coraje”. La primera cita formal entre Holappa y Ansa tiene lugar en una pequeña sala de cine arte, el Ritz, rodeados de posters de películas como El desprecio, Rocco y sus hermanos, El dinero y (muy, muy importante), Breve encuentro, el clásico drama romántico dirigido por David Lean en 1945, en el cual una pareja se encuentra y desencuentra en una Londres de posguerra gris y abrumadora. La película que se proyecta en la pantalla es Los muertos no mueren, la reciente comedia de zombis de Jim Jarmush. A pesar de ese diálogo cinéfilo con la historia del cine, Kaurismaki no le pidió a los actores que vieran tal o cual película para preparar los personajes. “Sin embargo, él habla de películas todo el tiempo”, recuerda Pöysti. “Es como si mantuviera un constante diálogo mental con otros directores. Lo que sí hice, por mi cuenta, fue rever todos sus films, no para intentar copiar algo, pero sí para reafirmar que este es apenas un eslabón en una larga cadena. Hablamos de una historia muy larga de creaciones entrelazadas”.

Hay algo del espíritu de Luces de la ciudad en Hojas de otoño, y no es casual que el perrito que la protagonista adopta en cierto momento del relato se llame Chaplin. El plano que cierra la película, ciento por ciento chaplinesco, resulta significativo, no tanto homenaje superficial como resignificación de una manera humanista de entender el cine. Un pequeño triunfo del amor proletario entre tanta deshumanización y dolor. “No todo se trata de cine, porque Aki también tiene muy presente la literatura y, desde luego, la música. Y no lo hace de una manera solemne, polvorienta. Él está realmente al tanto de todo lo que se produce. Por eso incluyó a la banda contemporánea Maustetytot. Así construye su propio mundo y juega con las temporalidades: la película podría transcurrir en los años 60 o ahora mismo”.

 

En Cannes, durante la conferencia de prensa luego de la premiere mundial del film, Kaurismaki –quien no suele ofrecer entrevistas a la prensa– reflexionó sobre el estado de las cosas en el mundo, refiriéndose en particular a la guerra en Ucrania, cuya presencia en la historia no deja de ocupar un lugar importante, a pesar de su carácter aparentemente secundario. “Es imposible, inevitable, no hablar de eso. Las películas duran y la gente las seguirá viendo en el futuro. Pienso que el amor es el tema más importante y eso contrasta de alguna manera con el trasfondo bélico. En ese sentido, creo que se trata de la película más realista que he hecho desde... la anterior”.