La débil recuperación del salario privado en lo que va del año es uno de los factores que explican el rebote también tibio de la actividad económica en 2017 con respecto a 2016. En ambos casos, salarios y actividad todavía no alcanzan a recomponer los niveles que tenían en 2015, según las cifras del Indec. El poder adquisitivo permanece 1,2 puntos por debajo del registro del primer semestre de aquel año en términos reales, mientras que la actividad es 0,2 puntos menor. Son datos que deberían preocupar al Gobierno por la intensidad de la caída que provocaron sus políticas y por las dificultades que encuentra para superarla, pero prefiere ampararse en el blindaje que le otorgan el periodismo afín, las corporaciones empresarias, organismos como el FMI y los economistas del maistream mediático para profundizar el modelo que aumentó la pobreza, la desocupación, la desigualdad social y hundió el consumo masivo por veinte meses consecutivos. Semejante cobertura para la imposición de sentido en la sociedad, con el rédito que ello conlleva en términos políticos y electorales, no despeja los interrogantes sobre las debilidades del proyecto en marcha. 

Uno central es qué pasará con el mercado interno cuando se descargue la batería de aumentos prevista para después de las elecciones, que incluye las tarifas de electricidad y gas, más el 50 por ciento del consumo de gas del período invernal que se desdobló en cuatro cuotas, más los combustibles, más el fútbol para quienes lo quieran seguir viendo por televisión y presumiblemente el transporte y el agua, entre los principales. Si a ello se suma que las partidas para obra pública en el Presupuesto de 2018 serían víctimas del ajuste del gasto que anticipan las autoridades, otro de los motores que traccionó este año para empezar a salir del pozo de 2016 quedaría comprometido. La promesa de que la inversión privada y las exportaciones vendrán en auxilio del nivel de actividad se pondrá a prueba una vez más, tras fracasar de manera rotunda el año pasado y obtener resultados dispares en lo que va de éste, con ventas al exterior que lucen estancadas y un alza moderada de la inversión con fuerte participación de productos importados.

El entusiasmo que intentan transmitir las autoridades sobre el inicio de una etapa de crecimiento vigoroso que durará veinte años, como dijo el ministro Nicolás Dujovne, tiene un problema de origen: el Indec y el Instituto Estadístico porteño desmienten que exista un despegue de esas características. Este último organismo informó que la desocupación en la Ciudad de Buenos Aires se mantiene en el record histórico de 10,5 por ciento al cabo del segundo trimestre del año, el mismo nivel que presentaba en igual período de 2016 y 1,9 puntos más que entre marzo y junio de 2015. Es decir que no hubo una recuperación del empleo en el distrito más rico del país, con el agravante de que en la zona Sur se disparó hasta un alarmante 16,9 por ciento. El número es tan alto como la cobertura de los grandes medios para que un problema de tamaña magnitud pase inadvertido por las grandes audiencias. 

La consultora PXQ, que dirige el ex viceministro de Economía Emmanuel Alvarez Agis, comparó las principales variables económicas que entrega el Indec con los números revisados por el organismo para 2015. El nivel de actividad cae 0,2 por ciento en el primer semestre de 2017 contra el mismo período de aquel año, las ventas en shoppings se hunden 17,2 por ciento, las de supermercados bajan 12,0 por ciento, la construcción permanece 5,5 por ciento por debajo de hace dos años, la producción industrial disminuye 4,7 por ciento y el salario privado es 1,2 por ciento menor descontada la inflación. Otro dato de ese informe que llama la atención es lo que ocurre con la obra pública. Las partidas ejecutadas en el primer semestre son todavía un 22,7 por ciento menores a las del mismo período en 2015, por lo cual el avance de este año solo puede parecer un boom frente al desastre de 2016, cuando el ajuste en esta área fue salvaje. Con datos a junio, todavía hay una pérdida de 21 mil empleos en el sector contra el mismo mes de hace dos años, de acuerdo a los números del Ieric. En la industria la situación es peor, ya que el Ministerio de Trabajo informó para junio la destrucción de 2800 puestos contra el mes anterior y de 65 mil contra junio de 2015.

Lejos del despegue a toda velocidad que quiere imponer el Gobierno como descripción del momento actual, el documento de PXQ advierte que la recesión de 2016 fue más profunda y su salida mucho más lenta que la de 2014. Para superar esta última crisis fueron necesarios doce meses hasta alcanzar el nivel de actividad previo, mientras que el derrumbe de 2016 demandó 20 meses para volver al punto de partida. “La diferencia entre estas dos recuperaciones proviene de la dinámica del consumo”, señala Alvarez Agis, “A 21 meses de iniciada la recesión de 2016, el consumo se encuentra hoy más de un 4 por ciento por debajo de los niveles de inicio de la recesión. La falta de dinamismo del consumo es lo que explica el deterioro del mercado interno y en buena medida espiraliza una dinámica de crecimiento con baja generación de empleo y de mala calidad”, agrega.

La pérdida de puestos industriales es una expresión de ese proceso. La Unión Industrial Argentina advirtió esta semana que el panorama puede empeorar si el Gobierno no pone freno a la avalancha de importaciones brasileñas, que están en sus máximos históricos. “El avance de las importaciones en un contexto en el cual la industria recién comienza a mostrar signos de recuperación implica un riesgo para la producción local y el mercado de trabajo”, puntualiza esta corporación de grandes empresas, en línea con lo que reclaman las pymes hace más de un año. “Para dimensionar el potencial efecto perjudicial para el mercado de trabajo -sigue el documento de la central fabril-, si se regresara al nivel de empleo industrial de 2008 se perderían 50.280 puestos más y si se compara con 2005 la pérdida ascendería a 271.949”. La UIA está poniendo como referencia sobre lo que puede pasar con esta política comercial estadísticas laborales que reflejan caídas estrepitosas, de hasta 271 mil empleos. El mensaje contrasta con el optimismo a toda prueba que expresan los funcionarios.

  El informe de PXQ apunta que mientras la recuperación de la recesión de 2014 se produjo en un marco de comercio administrado, la de 2016-2017 se da con “una apertura paulatina pero continua”. “Este crecimiento de las importaciones luce preocupante no solo desde el punto de vista del empleo, sino también de la balanza comercial”, plantea. Empleo y el desequilibrio del sector externo son para Alvarez Agis los aspectos más inquietantes a monitorear. “La cuenta corriente acumula un déficit de 2,5 puntos del PIB y encamina a transformarse en uno de los principales factores de inestabilidad. El déficit externo se financia casi exclusivamente con endeudamiento público”, señala. “La desregulación de la demanda de dólares, la cada vez mayor apertura de la economía y la dinámica del endeudamiento externo agravan el déficit de cuenta corriente, tanto por el lado de las importaciones como por la remisión de utilidades y el pago de intereses”, completa.

Frente a todo esto, el ministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable, Sergio Bergman, entregó el último mes dos imágenes que simbolizan la política económica. En una se lo ve adentro de un disfraz de brotes verdes y en la otra aparece cargando dos televisores en un carrito, volviendo de Chile.