El capitalismo es un sistema perverso que se basa en la explotación ejercida por una minoría de corporaciones gerenciadas por tecnoburócratas. Esto al amparo de sus lacayos artillados, agentes del Estado. Las fuerzas del orden burgués. Esta minoría de ejecutores de malestar general goza de todos los privilegios y despilfarra recursos. Destruye fuerzas productivas en el proceso productivo que genera alineación social y también en las guerras de alta o baja intensidad en diversos territorios del mundo.

Para los que gobiernan y dominan las vidas de las personas de condición subalterna, éstas son consideradas descartables. Pueden morir cayendo de una torre en construcción, aplastados en una acedia o atrapados en un silo cerealero. Pueden ser intoxicados por agroquímicos o perecer por carencia de medicamentos. O bien, víctimas de las políticas socioeconómicas que planifican la pobreza y las miserias materiales y la indigencia de capital cultural y simbólico.

Las agencias informativas anuncian el incremento en la venta de vehículos de alta gama. Un boom de turistas argentinos hacia el exterior y a la par enuncian que un niño correntino de 13 años de la localidad de Virasoro no puede recibir un trasplante de corazón dadas las condiciones de extrema pobreza en las que le toca vivir con su familia. Fernando es uno más de los condenados de la tierra que deberá sobrevivir con su corazón de nacimiento. Muy sensible y generoso. Su corazón de niño que tiene que padecer el horror capitalista.

Frente a todo lo antedicho cerrar los ojos y los oídos es ser cómplice objetivo.

Solo cabe la rebelión solidaria y colectiva.

Las "salidas" individuales son pasos hacia el abismo.

 
Carlos A. Solero
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