Desde Resistencia

El 16 de diciembre de 2016 Maira Benítez, de 17 años, salió a pasear. Nunca volvió. No se sabe dónde está. No se sabe si está viva o muerta. No se sabe si está enterrada o encerrada en una red de explotación sexual. No se sabe qué paso con ella, ni si fue violada, asesinada, vendida o entregada para ser abusada. Maira Benítez está desaparecida, pero no se la tragó la tierra. Su ausencia delata la violencia contra las mujeres y las deudas del sistema policial y judicial. Maira Benítez está desparecida en Chaco como Daiana Garnica en Tucumán. Sus nombres no resuenan más allá de las fronteras de sus provincias, no impactan en medios nacionales y después de rastrillajes que no clavan el filo en las redes de poder, y de ladridos de perros que no llegan hasta el hueso de sus ausencias, sus causas judiciales parecen diluirse en la nada. Pero no son olvidadas, ni por sus familias ni por el movimiento de mujeres que hace de sus nombres una bandera. 

El caso de Maira Benítez es uno de los grandes reclamos del 32º Encuentro de Mujeres en Chaco. Y, justamente, uno de los motivos para que la reunión sea federal y vaya a puntos relegados de la repercusión mediática es para hacer eco de las causas que no se nombran por la lejanía con el centro del poder. Y porque Maira no es la única: en Chaco hay veintidós mujeres desaparecidas, según el registro de Personas Buscadas de la policía local, desde 2000 hasta la actualidad. 

Por la desaparición de Maira Benítez están presos Rodrigo Silva, Gabriel Cáceres, Catalino Silva y Belén Ledesma (con prisión domiciliaria), bajo la carátula de “privación ilegítima de la libertad”. Maira salió a pasear el viernes 16 de diciembre con su hija Brisa, de tres años y su hermana Magali, de catorce, a un parquecito. Después las dejo en su casa y se fue a dar una vuelta para comprar chocolates y chupetines. Tenía apenas 18 pesos en el bolsillo. Le gustaba bailar, pero no tenía dinero para un boliche. El calor estaba insoportable para el encierro. 

No se sabe qué paso con ella. Rodrigo Silva (que era su amigo pero con el que Maira estaba enojada porque supuestamente mantenía relaciones paralelas con Belén Ledesma y su hermana) dijo que la dejó en la puerta de un Centro Integral Comunitario y no en su casa. “En uno de los mensajes Belén le dice ‘Qué hijo de p… decí que no fui a donde la dejaste’, pero el primer fiscal (Sergio Ríos) hacía oídos sordos y Silva no fue solo. Yo pido que se termine el encubrimiento con la desaparición de mi hija y que se investigue al patrón de Silva porque ya hay un caso de una chica violada en su campo. Pero tienen abogados carísimos aunque son personas de pocos recursos. Eso me da a creer que alguien lo está cubriendo. Pido justicia y al gobierno que colabore en la búsqueda de Maira”, explícita Antonia del Valle Leiva Morán, la mamá de Maira, de 47 años.

Antonia viajó desde Villa Angela para participar del Encuentro en Resistencia y junto a sus cuatro hermanos pide la aparición de Maira Benítez. “Ojalá que el Encuentro de Mujeres sirva para que se investigue a fondo, tanto a las personas que están presas como a las que nunca se las investigó. Necesito encontrar la verdad. Si la causa se eleva a juicio, como no hay pruebas y la causa está caratulada de privación ilegítima de la libertad, los que están presos, van a terminar con una pena mínima. ¿Y mi hija? No se la trago la tierra”, remarca.

Maira Benítez era empleada doméstica y mamá de Brisa, de tres años, por la que cobraba la Asignación Universal por Hijo (AUH). Tuvo a Brisa a los quince años y vivía junto a su mamá y sus hermanos en una casa humilde de Villa Ángela, a 350 kilómetros de Resistencia, en el interior de Chaco. Cada vez que cobraba le compraba helados y ropa a Brisa, que se le parece, aunque ahora eso se pueda comparar solo en las fotos que reclaman su búsqueda y sus ojos grandes y marrones salten a la vista como una marca de ADN indeleble. Brisa pregunta por su mamá desde el 16 de diciembre del año pasado. Participa de las marchas y juega, durante el Encuentro de Mujeres, con una muñeca de tela, y va de mano en mano, para que la cuiden mientras su abuela habla. Ella sabe y siente que su mamá falta. Pero le dice “mami” a su abuela y la toma del brazo mientras pide jugar, y se apoya en su pierna para sentir el respaldo de la piel que la cuida, con una vaquita de San Antonio roja y negra que le ata el final de su trenza. 

Brisa tiene el mismo nombre que la hija de otra víctima de femicidio emblemática por la que, en el Congreso Nacional, se espera la aprobación final (ya tiene media sanción) de la llamada “Ley Brisa” que le daría una asignación similar a una jubilación a hijos e hijas de víctimas de femicidio. Sin embargo, Brisa no solo no cuenta con su mamá, sino tampoco podría contar si se pone en marcha con ese respaldo del Estado porque la desaparición deja a Brisa en la orfandad legal sobre el destino de su madre y de su propio futuro. 

Antonia quiere que se investigue sin reparos. Ella pide que se llegue a fondo con la posibilidad de la participación del ex juez Eduardo Costas -que era el patrón de Rodrigo Silva en un campo- y la hipótesis del intento de llevar a Maira para obligarla a tener sexo con él y que Maira se haya negado. Igual que en el caso de María Soledad Morales, en Catamarca, Maira Benítez podría haber sido entregada por personas que conocía para complacer a un integrante de la élite del poder. También quiere que se investigue a una persona de nacionalidad colombiana que tenía una relación con Maira que ocultaba porque estaba en pareja y que fue dejado de lado en los expedientes.  

Las fiscales Silvana Rinaldis y Gisela Oñuk evalúan que puede tratarse de un caso de trata y que, por lo tanto, debería derivarse a la justicia federal que, en este caso, recaería en Sáenz Peña. Por eso, remitieron la causa al Juzgado de Garantías de Villa Angela para que evalúe el giro de la investigación. “La justicia de Chaco es muy endogámica y es poco probable que acepte que la causa pase a un juzgado federal”, evalúa una fuente judicial. Por un lado, el secuestro para trata de personas es una de las hipótesis, pero no la única. Sin embargo, los cuestionamientos al proceso, los límites de la investigación, los pocos resultados fehacientes y los posibles encubrimientos de la propia corporación judicial son otros de los motivos que empujan la idea que la causa pase a jurisdicción federal. 

La periodista chaqueña Pamela Soto, integrante de la Comisión Organizadora del Encuentro, enmarca: “El Estado provincial y la Justicia no buscan a Maira Benítez, que está desaparecida desde hace diez meses. No hay respuestas. No hay avances en el caso. No se sabe si es un caso de desaparición, trata, privación ilegítima de la libertad o femicidio. Desde Chaco le pedimos a todo el país que nos acompañe en la búsqueda de Maira”.