Poco antes del mediodía, unas quinientas mujeres se juntaron frente a la residencia de Olivos. Marcharon en la vereda, llevando una gran olla de campaña al frente de su movilización. El presidente Javier Milei, que se encontraba dentro de la quinta, preparándose para partir rumbo al Foro Económico Mundial de Davos, fue el principal destinatarios de los cantitos que se corearon en vereda de la quinta, donde las mujeres, responsables de comedores y merenderos de las villas de la Capital Federal y los barrios populares del Conurbano, le reclamaron alimentos al gobierno nacional.

La de este lunes fue la cuarta marcha de ollas vacías que realiza el movimiento Somos Barrios de Pie por este motivo. Hicieron las dos primeras frente al edificio de Desarrollo Social, y luego una tercera protesta en la puerta del Hotel Libertador, en el que Milei se alojó durante las primeras semanas de su gestión.

“En todas los lugares dejamos petitorios, pero no pasó nada. Por eso estamos pidiendo que el gobierno arme una mesa de trabajo con nosotras, que conozca a doña Elsa, responsable de uno de nuestros comedores en Dock Sud, o a María. Que se entere que por la devaluación, el ajuste y la suba de los precios llega cada vez más gente a pedir comida, y cada semana se nos hace más difícil darles una respuesta”, denunció Norma Morales, coordinadora de Somos Barrios de Pie.

Pero tampoco tuvieron respuesta en esta cuarta marcha, por lo que antes de retirarse del lugar anunciaron que el próximo 23 de enero, en vísperas del paro nacional, realizarán un acampe frente a la residencia de Olivos.

Semana movida

Todas las organizaciones sociales están lidiando con el agravamiento de las dificultades para comer, y por eso esta semana -en el marco de las actividades para sumar masa crítica para el paro del 24 de enero- se van a ver otras protestas: este martes, la UTEP va a movilizarse a la sede de Desarrollo Social, luego el miércoles está prevista una jornada de lucha de la Coordinadora por el Cambio Social más Libres del Sur, la Fenat CTAA y otros movimientos.

Sus reclamos no son sólo por el envío de comida, sino contra el DNU y la Ley Ómnibus, así como contra el Protocolo de Seguridad que limita y criminaliza las protestas.

“Nosotros ya veníamos con dificultades en los comedores desde el gobierno de Alberto Fernández, pero con Milei la situación empeoró. No sólo es que no manden alimentos”, retoma Norma Morales. Explica cómo se encadenan los problemas en el barrio popular vive, el Danubio Azul, de Dock Sud. “Tenemos un trabajo con la primera infancia en el que dábamos las cuatro comidas diarias, pero ahora sólo podemos preparar el desayuno y almuerzo. Es que, en parte, lo sosteníamos con los ingresos de una cooperativa de panificados a la que el gobierno nacional le compraba el 80 por ciento de su producción, pero ese convenio se cortó con el ajuste que está haciendo Milei; entre el DNU y la Ley Omnibus nuestras licitaciones se cayeron”.

“Lo mismo nos pasó en el taller textil donde hacemos guardapolvos. Hasta el año pasado, el estado nos compraba el 50 por ciento de la producción, hoy ya no tenemos esa continuidad. La desregulación de los alquileres es otro problema: tuvimos que cerrar emprendimientos porque pagar un local dejó de ser posible. Todo eso, más la inflación, repercute en los comedores. En el que está a la vuelta de mi casa, doña Elsa pasó de preparar cien viandas a recibir pedidos por 250; hoy tiene lista de espera. Lo que tratamos de hacer es coordinar mejor los recursos que ya existen, lo que quiere decir que las familias van buscando qué comedor abre el lunes, cuál el martes y quién el miércoles…”

Protestas como las marcha de las ollas vacías apuntan no sólo a abrir una negociación con el gobierno, sino a hablarle a la parte de la sociedad que votó a La Libertad Avanza. “Milei, compadre, la olla está que arde, bajá los alimentos que los pibes tienen hambre”, cantaron las manifestantes frente a las cámaras que transmitieron el reclamo. También cantaron: "entregá los alimentos, los pibes quieren comer”.

Organizadas

La doña Elsa que quieren sentar a hablar con Milei o Sandra Pettovello no estaba en la movilización, pero sí había ido María. Es integrante de una red de 9 comedores y centros comunitarios de Somos Barrios de Pie en Esteban Etcheverría. Rubia, el pelo semicubierto por un pañuelo fucsia, la ropa protegida por un delantal, llegó a Olivos con otras compañeras de su municipio, todas con el mismo uniforme.

“Nuestros centros comunitarios no sólo dan de comer: tenemos apoyo escolar, consejería de género, en tres lugares se puede cursar el FINES”, contó. Agregó que en su comedor tuvieron que reducirse: antes cocinaban cuatro días de la semana, ahora sólo dos. “Y eso en momentos en que mucha más gente necesita una vianda no sólo por los precios, sino porque los chicos están de vacaciones y no comen en la escuela”.

María y sus compañeras viajaron a Olivos combinando trayectos en tren y en colectivo, y se bancaron la protesta a fuerza de mate y de pan. Pero así y todo, se veían enteras, sólidas, como quien no anda aislado sino que es parte de una organización. María contó que al uniforme de trabajo los confecciona un polo textil que Somos Barrios de Pie tiene en Avellaneda, donde también cuentan con una fábrica de zapatillas.

Los carteles que llevaron planteaban argumentos: uno sostenía que en el país hay 70 mil comedores comunitarios que preparan diariamente 10 millones de platos de comida, un dato del Observatorio Villero de la Poderosa. Otro hacía una observación: “Lo esencial es invisible a la casta”.

La organización también se notaba en que cualquiera de quienes participaban en la marcha podía explicar en detalle su por qué. “Venimos haciendo estos abrazos de las ollas vacías desde antes de las fiestas. El Gobierno nos dice que aún no pueden resolver nada porque la gestión anterior le dejó los depósitos vacíos; no se hacen cargo de la situación”, señaló Evelyn, trabajadora de un comedor de González Catán, en La Matanza.

¿Sabía que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, dijo en el Congreso que el gobierno no repartió 500 mil canastas navideñas compradas por la administración de Alberto Fernández porque “daban vergüenza”?

Lo sabía y se preguntó: “¿Qué querían, repartir sushi?”.

“Fue como una cargada, como si nos estuviera cargando a todas nosotras”, consideró Evelyn. En su comedor están recibiendo “no sólo a niños, sino a jubilados”. “Son vecinos que la vienen pasando mal porque están pensando si se compran la medicación o si comen. Pero el gobierno, evidentemente, no la ve”.