“Seamos la pesadilla de los que quieren robar nuestros sueños”. El cartel con la frase premonitoria estaba este miércoles al mediodía en las manos de un solo hombre a un costado de Plaza Congreso. Si esta nota fuera una película, la cámara se iría alejando y lo mostraría parado en medio de la calle Rivadavia (en abierta violación al protocolo de Patricia Bullrich) con algunas personas a su alrededor, después más pequeño en medio de miles y finalmente como un punto rodeado de decenas de miles. Al grito de “La patria no se vende”, esa inmensa multitud se convirtió en la peor pesadilla de un Gobierno que necesita que el más fulminante ajuste sobre los ingresos populares jamás intentado no desencadene pronto la previsible reacción de sus víctimas.

Fue notable el esfuerzo de funcionarios y medios afines por disminuir el impacto de la movilización popular, pero la tormenta que terminó enterrando todo el paquete fiscal de la Ley Ómnibus se generó en la exasperación oficial por conseguir que la “oposición amigable” cerrara filas con el Gobierno, para oponer esa foto a la del paro nacional. Primero fantasearon con lograr que se vote el sábado pasado y después presionaron por la firma de un dictamen “en blanco”, maniobra que derivó en un escándalo mayúsculo cuando trascendieron las irregularidades para conseguirlo.

En medio de tanto fracaso, estallaron las internas oficiales. Bullrich tuvo que ceder un alfil ante las tropas del Jefe de Gabinete Nicolás Posse, justamente en un área clave en la relación con los dirigentes sindicales, y un ministro presentado como fundamental hace un mes terminó eyectado por las filtraciones de frases del Presidente que evidenciaban la desesperación que la falta de éxitos va enquistando en el centro del Gobierno.

El anticipo de Milei

Un día antes de la convocatoria cegetista, el Presidente otorgó una entrevista virtual para el canal de Youtube de la ex periodista de CNN Patricia Janiot, un medio de comunicación marginal que insólitamente pasó la grabación dos días después generando involuntarios pasos de comedia, como Milei haciendo pronósticos sobre el paro que se conocieron después de que hubiese ocurrido. En todo momento se lo vio fastidiado, quizás porque estaba concentrado en la pantalla, pero más probablemente por la movilización que se venía y las crecientes resistencias de gobernadores y diputados a su Ley Ómnibus.

El creciente enojo se reflejó en sus declaraciones. Allí acusó de “corruptos y parásitos” a los opositores que se negaban a votar su proyecto a libro cerrado y aseguró que los denunciarían ante la sociedad como los defensores de la decadencia. “Si no la aprueban no pasa nada, algunas reformas pueden ir más tarde”, completó al mejor estilo Caputo antes de prometer que entonces iba a “arreciar el ajuste fiscal”.

El show de Caputo

Una vez que la intervención personal de su hermana Karina convenció a Milei de que los principales artículos de la ley no pasarían, el mismo ministro que amenazó a los gobernadores con rayos y centellas si no obligaban a sus diputados a votar el capítulo fiscal de la Ley Ómnibus fue obligado por el Presidente a ser la única cara del retroceso oficial en la materia. 

En un ¿involuntario? sketch humorístico aseguró que la retirada del corazón del proyecto era para que se aprobara el resto. “Compartimos buena parte de los reclamos y entendemos que los gobernadores cumplieron con la misión de defender a sus provincias”, terminó sobreactuando.

Decir tonterías es sencillo. Lo más complicado es que alguien se las crea. En aras de defender el núcleo fiscal de la megaley, el Gobierno ya había sacrificado buena parte de su contenido, seguramente sin percatarse de que eran “las verdaderas Bases del futuro desarrollo”, como explicó Caputo. Y ahora se enfrenta a la titánica tarea de convencer al FMI y al mundo financiero de que “el objetivo del déficit cero es inalterable”. En otras palabras, de que la famosa “ancla fiscal” sigue en su lugar.

En el Fondo dudan

Algún desconfiado podría preguntarse para qué intentaron subir impuestos por casi 2 puntos del PBI si era tan fácil lograr recortes en los gastos por esa suma.

El Fondo Monetario ya había dejado expresas sus dudas sobre la viabilidad política del ajuste tan alegremente ofrecido por Milei y también exigido que sean refrendadas por todas las fuerzas políticas en el Congreso. No pasó. Es difícil creer que eso ponga en riesgo esta semana la aprobación del desembolso ya acordado, pero no sería raro que termine plantando nubes en las negociaciones futuras.

“Los ojos del mundo están puestos en el país”, aseguró Caputo en una de sus pocas afirmaciones comprobables. El problema para Milei y Cía es lo que esos ojos vieron esta semana: un Gobierno que en apenas un mes ya enfrenta una sólida resistencia social y que ni siquiera consigue formar un bloque con sus potenciales aliados para garantizar un mínimo de gobernabilidad.

Facultades alteradas

“¿Quién dijo que todo está perdido?”, cantan ahora los funcionarios encargados de la negociación con los gobernadores. Entre tanta pesadilla, sueñan con que por lo menos se aprueben las inéditas facultades delegadas que encabezan la Ley Ómnibus y, con ellas, avanzar aún más sobre la población para extraerle sin incómodos límites parlamentarios el soñado déficit cero. Tendrían que conquistar la colina de Diputados y, una vez plantada allí su bandera, emprender la conquista del Senado.

El PRO ya se ofrece para colaborar. Después de todo, Mauricio Macri se ilusiona con que este equipo haga todo el trabajo sucio, termine obviamente enchastrado y Milei tenga que volver a recurrir a él para que lo rescate. Y es un misterio hasta dónde pueden llegar los radicales y los peronistas “presentables” para conformar el gorilismo que intuyen en sus votantes.

Pero el objetivo oficial no está garantizado. Los gobernadores no quieren aparecer “poniendo palos en la rueda” de una presidencia todavía flamante, pero tampoco inmolarse atados a una administración claramente incompetente. Y la aparición de la resistencia social en la escena también los interpela a ellos. El conflicto puede incendiar al gobierno nacional, pero asimismo chamuscar a los provinciales.

En el caso de que finalmente el Gobierno consiga su objetivo habrá que ver hasta dónde llegará su fantasía de alcanzar por decreto lo que no puede lograr por ley. Seguramente la delegación de facultades terminará judicializada y, como todo lo que llega a manos de los jueces, servirá sobre todo para acrecentar el poder de la Corte.

Entre tanta especulación política, la inflación desatada por la megadevaluación, que recogerá nuevos afluentes mensuales con los sucesivos tarifazos, va construyendo el escenario donde se juega realmente el futuro del Gobierno. “Este partido se define en la calle”, sintetiza un experimentado intendente del conurbano. Una pequeña muestra, pacífica y organizada. se vio el miércoles alrededor del Congreso. Otra ola mayor, quizás menos pacífica y sobre todo mucho menos organizada, aparece en el horizonte de las barriadas pobres de todo el país en un universo tan lejano como el que pueden traer marzo o abril.