“Tenemos razón, dignidad y paciencia. Vamos a seguir resistiendo”. Así se expresaban Pere Solà y su esposa, Carme Martí, durante la marcha independentista celebrada ayer en Barcelona que atrajo a 450,000 personas, horas después de que Madrid anunciara su intención de destituir al Ejecutivo de Cataluña y de convocar elecciones en la región. 

“Algunos dicen que volvemos a 1936”, dijo él, profesor emérito de la Universidad Autónoma de Barcelona, citando el año de inicio de la guerra civil española (1936-1939). “Y Rajoy es un heredero de Francisco Franco, como lo es el rey”, añadía a su lado su mujer.

El matrimonio se mostraba enfadado con las medidas anunciadas por el gobierno español de Mariano Rajoy para tratar de frenar el desafío independentista en Cataluña, que abrió en las últimas semanas la crisis institucional más grave que se recuerda en España, pero también con “el silencio cobarde” de Europa ante el conflicto. “Eramos europeístas pero europeístas de la democracia, no de esta Europa”, aseguraron con indignación.

 Como ellos, miles de personas (450.000, según la Guardia Urbana de Barcelona) salieron ayer a la calle de forma pacífica en la capital catalana en protesta por las actuaciones del Estado español.    “Libertad”, “independencia” y “fuera las fuerzas de ocupación” fueron algunas de las consignas que más se escucharon en el centro de la ciudad, que se llenó de banderas secesionistas (esteladas). Los participantes también exhibieron pancartas en contra del artículo 155 de la Constitución española, activado por el gobierno de Rajoy para aplicar una serie de medidas sobre Cataluña que serán aprobadas previsiblemente el viernes por el Senado español.

 La marcha había sido convocada para protestar por el ingreso en prisión de dos líderes secesionistas catalanes, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, quienes están investigados por un presunto delito de sedición por las manifestaciones que hubo el 20 de septiembre en Barcelona contra el operativo policial que intentaba impedir la celebración del referéndum soberanista del 1 de octubre, que fue declarado inconstitucional por la Justicia.

Pero la aplicación del artículo 155 de la Constitución por parte de Madrid marcó finalmente la protesta. “No es una sorpresa. Miedo no tengo, como mucho, respeto”, aseguró Pau, un profesor de catalán de 26 años que cree que su profesión “peligra”. A su lado, su compañera Laura sentía lo mismo. “No sé si podré seguir enseñando mi lengua, porque si hay que españolizar a los alumnos, quizá volvamos a la época de mis abuelos”, dijo en referencia a la dictadura franquista (1939-1975), en la que según los independentistas, la lengua catalana estuvo censurada.

 Entre los manifestantes había indignación e incertidumbre. Algunos, como Pau, confiaban en que el jefe del gobierno catalán, Carles Puigdemont, formalice en los próximos días la independencia de la región. “Mientras haya unidad entre los partidos secesionistas y la gente siga saliendo a la calle, esto tiene vida”, dijo.

 Para los independentistas, la convocatoria de elecciones en Cataluña no es una solución. “Ya votamos el 1º de octubre”, dijo Ramón, de 52 años, en alusión a la consulta que se celebró sin garantías y con una participación de unos dos millones de personas, de las que el 90 por ciento dijo sí a la secesión, según el “Govern” catalán. Algunos temen que la Justicia ilegalice los partidos independentistas de cara a la posible cita electoral, como ocurrió en 2003 como el partido vasco Batasuna, considerado brazo político del grupo armado ETA. “Si no se ilegaliza a los partidos independentistas, a priori iré a votar. En caso contrario, no”, aseguraba hoy Roger, un ingeniero de 45 años.

 A la manifestación de Barcelona asistieron todos los miembros del gobierno catalán, incluido su presidente, así como importantes figuras políticas del secesionismo, como el ex jefe del Ejecutivo regional Artur Mas o la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, quién habló de golpe de Estado. “Cuando hemos querido dialogar nos han contestado con la suspensión de la autonomía y cuando hemos querido votar nos han contestado con la porra”, dijo Mas, quien acusó a Madrid de “miopía política”.

Marta Pascal, coordinadora general del PDeCAT, el partido de Puigdemont, agregó: “Lo que han hecho es una verdadera barbaridad, una vergüenza democrática”.