“En tiempos en donde lo teatral es más que nada una performance, donde los actores hacen de ellos mismos, no actúan, y en escena dicen un texto que se les ocurrió la noche anterior, yo quería hacer una obra de teatro con mayúsculas”. La frase es de Mariano Tenconi Blanco, uno de los dramaturgos y directores jóvenes de mayor impronta y recorrido en la escena teatral porteña, y la referencia es por su nueva obra, Todo tendría sentido si no existiera la muerte, que tras una serie de pre estrenos hoy comienza su temporada formal en El Cultural San Martín. Se trata de una obra extensa (más de tres horas de duración), con una estructura clásica, que responde desde su esencia y concepción a un temor del teatrista: el de que “las nuevas estéticas, en su afán de reducir la actuación, vuelvan al teatro en algo menos poderoso, no tan monumental”.

Con este texto, que habla sobre todo de mujeres, como casi todas sus obras, Tenconi ganó una beca para la residencia del IWP (Programa Internacional de Escritura, por sus siglas en inglés), que reúne durante 10 semanas a 35 escritores de todo el mundo en Iowa, siendo el único argentino seleccionado. Protagonizada por Lorena Vega, Maruja Bustamante, Andrea Nussembaum, Juana Rozas, Bruno Giganti y Agustín Rittano, la obra está situada a finales de los 80 en un pueblo del interior de Buenos Aires y cuenta la historia de una maestra de escuela que como última voluntad, y tras enterarse de que tiene una enfermedad terminal, decide filmar una película porno. 

“Es una obra épica e íntima a la vez”, cuenta a PáginaI12 el director y dramaturgo, que la escribió en 2013 y que para defender aquello en lo que cree la llenó de escenas, de giros de trama, de argumentos y de personajes con infinidad de conflictos. “En el teatro hay que apostar a la contundencia, darle ese lugar irremplazable que tiene. Nosotros lo hacemos y estamos orgullosos de eso”, reafirma quien con este trabajo también ganó la última edición del Premio Germán Rozenmacher de Nueva Dramaturgia, razón por la cual la obra está coproducida con el Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que termina mañana. 

–¿Usted cree que todo tendría sentido si no existiera la muerte?

–Absolutamente. Me cuesta mucho concebir la idea de la muerte. Si bien soy muy obsesivo y no soy una persona que todo el tiempo esté disfrutando sino más bien sufriendo para que todo salga bien, me gusta la vida y me gustaría no morirme. Nunca pude acostumbrarme a la partida de gente que quise y se fue y aunque pasa el tiempo no hay en mí ningún grado de avance, porque esa gente me sigue faltando y no logro reorganizar las cosas. Creo que eso se ve en la obra. Ambas cosas, la idea de muerte y también la de la vida. Y creo también que un poco la obra fue para eso. Cuando yo sufrí la muerte de mi abuela leí muchos textos, vi muchas películas, y todo eso fue una compañía. Siento que cuando escribí esta obra lo hice un poco para que pudiera ser la compañía de varios que estuvieran y estén buscando lo mismo que yo fui a buscar a esos materiales. 

–El deseo de la protagonista antes de morir es filmar una película pornográfica, una elección que no pareciera ser casual. ¿Cree que la muerte es lo único que puede inhibirnos y empujarnos a manifestar algunas pulsiones y deseos que son tabú?

–No sólo eso, sino que tristemente hay gente a la que ni siquiera eso la deja liberarse. De todos modos, honestamente no estoy tan seguro de que ese sea el deseo más profundo del personaje, aunque así parezca. Creo que su deseo es mover, ser otra persona, no ser siempre igual, algo que también está empujado por la proximidad de la muerte. Ojalá pudiéramos hacer las cosas antes, ese es un poco el mensaje también. 

–La pieza dura tres horas, bastante más que el promedio de extensión de las obras de la cartelera porteña. ¿Es simplemente un detalle o responde a algo consciente y decidido? 

–No es casual, no, hubo una decisión de que eso fuera así. Me parecía que la obra tenía que ser larga para que el espectador vivenciara metafóricamente la vida de una persona. Quería que durara varias horas, que el público entrara de día y saliera de noche, que entrara con una merienda y saliera y ya tuviera que cenar. La extensión estuvo ligada a eso, porque me parecía que era clave para contar. Después, hay algunas cosas que yo pienso en general que tienen que ver con la duración en sí en el teatro y tiene que ver con que a mí me gusta mucho el teatro y me parece muy importante, y entonces reducirlo a nada o casi nada en tiempo me parece que es lo peor que se puede hacer. Para la estética de Netflix ya está Netflix. En el teatro hay que apostar a la contundencia, darle ese lugar irremplazable que tiene. El consumo de YouTube o internet está buenísimo, pero es otra cosa. 

* Las funciones serán, además de la de hoy, el viernes 27, los sábados 21 y 28 y el domingo 29 de octubre y los viernes 3 y 10, los sábado 4 y 11 y los domingo 5 y 12 de noviembre a las 20 en la Sala 3 del El Cultural San Martín, Sarmiento 1551.