Los cables internacionales dan cuenta de su trabajo junto a los directores Alejandro González Iñárritu y Alfonso Cuarón, sus bandas de sonido para infinidad de producciones, sus aportes en la productora de Gael García Bernal y Diego Luna, su desigual lucha por defender espacios para la música en un México que llegó al extremo de prohibir el rock, su aún más desigual lucha por abrir lugares para las mujeres en un país que no se distingue especialmente por el respeto a las mujeres, su trabajo en MTV Latino en los '90, la fundación del sello Casete que difundía artistas que no encontraban lugar en el mercado de la música.

Todo eso dibuja un perfil profesional admirable, pero no llega a hacerle justicia a la luz, la pasión que Lynn Fainchtein desparramó en todo lo que hizo.

Me disculpará el público lector: estas no son líneas objetivas. Lynn fue mi amiga, mi carnal, la primera persona a la que llamaba en cada viaje a México, instructora en materia de mezcales y tequilas, deliciosa interlocutora para interminables charlas de música, de arte, de política, de cine, de todo. Porque tenía un voraz apetito cultural,  porque sabía de la música argentina y americana y europea y asiática tanto como de la música de su país, porque no le escapaba a una buena discusión si pintaba, porque era una persona franca, abierta, generosa, de una humanidad enorme. Luminosa.

El viernes cayó la noticia y se imponía escribir algo, pero es difícil teclear con los ojos inundados. Ni siquiera ahora es posible transmitir algo estrictamente periodístico. Baste decir que cada vez que en una serie o en una película de Netflix o la plataforma que sea suene una música maravillosa, es más que probable que en los créditos aparezca el nombre de Lynn. Y quizás eso sea suficiente, lo demás es un vasto anecdotario personal que solo agrega espesor a esta tristeza: el año pasado quisimos encontrarnos en Madrid pero su enfermedad lo hizo imposible, y nos despedimos por whatsapp con un "Ya tendremos revancha, la vida también tiene eso" que hoy duele el triple.

Lynn, diosa guerrera azteca. Mi carnal. Alzaré un mezcalito en tu memoria. Y te voy a extrañar siempre.