Fue como una línea de aire fresco que se escurrió en un ambiente donde todo estaba espeso. Apareció casi sin querer, como suelen aparecer las mejores cosas: de repente, sin demasiada planificación. Ahí estaba ella, en medio de una escena, asomando entre las mostras de la noche. Y ese aire sutil y fresquito fue transformándose en una bocanada muy grande y muy intensa y muy caliente, hasta tal punto que la chica que se montaba como quien juega a las barbies de chiquita se convirtió en una artista visual y en una dj. En poco tiempo, Mabel se hizo un lugar en el mundo del arte y en la escena raver, renovó las discotecas y hechizó a buena parte de la Ciudad de Buenos Aires. Es la chica trans que pone a bailar a todo el mundo cada fin de semana y es la misma que transforma las carilinas con las que se saca el maquillaje en obras dignas de ser mostradas.

“Para mí todo empezó en La Plata, que es una ciudad con una movida que me encanta. Hace unos años conocí a unas chicas de allá que armaban unas fiestas donde se hacían perfos, con una impronta drag zarpada. Ellas habían visto que yo me montaba y me preguntaron si no quería hacer una perfo allá –dice Mabel en diálogo con Página/12–. Era una época donde todas estábamos muy tomadas por lo del aborto legal, así que mi perfo era como que yo estaba embarazada y mataba a mi bebé o una cosa así. En ese momento medio que necesitábamos hacer esas cosas exageradas, pero al mismo tiempo era muy graciosa la perfo que hice. Así que así empecé. Esa fue mi primera obra: matar a un bebé.”

El universo de Mabel es bastante amplio y extenso. En él están las artes visuales –principalmente la performance y el video–, la música –hyperpop, hitazos y la electrónica en general– y también un amplio conocimiento de cine: mientras se paseaba por la noche, estudió la licenciatura en Imagen y Sonido de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA. Y en medio de toda esa heterogeneidad aparece Internet, la gran aliada de Mabel, la que le mostró artistas, la conectó con personas que estaban en la que ella estaba, la que amplió sus referencias y le introdujo nuevos gustos. Internet es su cómplice. Su socia. Su íntima.

Lo que trajo esta artista trans a la escena local es justamente la habilidad para hacer convivir la heterogeneidad en una misma persona, en una misma obra. Mabel es una gran Wikipedia. Una Wikipedia trans. Mostra. Dj. Performer. Artista. Todo eso es Mabel. Esto es Mabel.

Imágenes paganas: hyperpop, la historia del arte, el kitsch, el drag

El mundo del arte llegó a ella a través de Ópera Periférica, el proyecto multidisciplinario que creó el director Pablo Foladori y con el que busca establecer diálogos entre este género teatral, la ciudad y distintas comunidades disidentes. En 2019, Mabel se presentó en una de las convocatorias de este proyecto para participar en una competencia drag haciendo lipsync. Entre las personas que integraban el jurado de esa competencia estaban los artistas Lolo y Lauti, el dúo dinámico del mundo del arte.

“Cuando terminé de hacer mi perfo como que quedaron todos re fascinados y vinieron ellos dos y me dijeron ‘che, te queremos en nuestro festival de perfo’ –recuerda Mabel–. Yo sabía quiénes eran Lolo y Lauti, porque teníamos amigas en común, pero no los conocía personalmente y pensé ‘obvio que no me van a llamar, deben estar borrachos’. Pero no, me llamaron y fui a Perfuch, a la última edición que se hizo en 2019”.

Desde entonces, Mabel empezó a aceitar la práctica de la performance –también del videoperfomance– para engrosar así su corpus de obras. Pasó por el festival comandado por Lolo y Lauti, realizó más videos para Ópera Periférica –uno de ellos en colaboración con otras artistas, como Maruki Nowacki–, participaciones en muestras colectivas y también realizó una muestra individual –la primera– en Para vos… Norma Mía!, el espacio que dirigen las artistas Fernanda Laguna y Santiago Villanueva.

En esa exhibición, titulada Si soy, Mabel siguió ampliando su universo. En esa muestra no sólo presentó una videoinstalación, sino que también exhibió diferentes pinturas creadas con restos de make up sobre toallitas desmaquillantes. “La idea de las toallitas la usé primero para una instalación donde proyectaba arriba de ellas y después se me ocurrió mostrarlas como si fueran pinturas”, dice la artista. Después, esos restos de maquillajes, que quedaban impregnados en esa tela de descarte, tomaron más fuerza y Mabel los transformó en una manera de inmortalizar eso que es completamente efímero: una fiesta. “Empecé a guardarlas pensando también que tener ese gesto era una manera de registrar algo que yo había hecho: eran el maquillaje de una perfo, de una noche o de estar tres días tocando sin parar en distintas fiestas. Ahí me di cuenta que podía hacer una obra hasta con la resaca de una noche”.

Es el propio cuerpo de Mabel el hilo que une todas estas obras. Sus perfomances, sus videos, sus pinturas de maquillaje. Ella se ofrece a quienes quieran mirar. Deja un rastro de su vida en cada una de las piezas que crea. Imprime el sudor de la discoteca y el frenesí de la música electrónica en cada una de sus obras. Sobre ese cuerpo –y sobre esos objetos– va metiendo todas las referencias que quiere y que le gustan: ahí están los rituales judíos de su familia de origen, el hyperpop, la historia del arte, los guiños kitsch, el drag, la cultura trans y todo lo que su capricho –y su placer– quieran hacer entrar.

“En mi recorrido como artista trato de que se encuentren todas las cosas que me constituyen a mí. Entendí que para hacer una obra no era necesario que pase por una institución o que aprenda a pintar o dibujar –explica Mabel–. Siempre trato de ir metiendo a mis obras las cosas que voy aprendiendo, por eso en el último tiempo empecé a meter canciones o incluso hacer un dj set, como en el video que preparé para mi muestra individual del año pasado. Ahora ya está todo mezclado y para mí todo lo que hago es parte de una misma cosa.”

Baile para desafiar el desánimo

La llegada de la pandemia la agarró a Mabel viviendo en la casa de sus padres. El mundo virtual se transformó para ella en una fuga de esa vida familiar, en la que pasaba sus días cursando por Zoom, surfeando una vida cotidiana que sólo permitía ir de la cama al living. Su estrategia de supervivencia: esperar a que todos se fueran a dormir. “A la noche, cuando todos se iban a la cama, yo aprovechaba y hacía la mía. Fingía que estaba sola en mi casa y gracias a ese espacio que me inventaba empecé como a descubrir específicamente el interés que tenía por la música”.

En ese momento, Mabel empezó a encontrarse virtualmente con LuckyComplex –diseñador gráfico, dj y uno de los organizadores de la fiesta Amix– y así empezó su travesía por el mundo musical. Su único interés era aprender algo nuevo y eso nuevo fue mezclar canciones y que esas canciones hicieran bailar a otras personas. “Un día le dije a Lucky que me pasara el programa que usaba para mezclar y fue un loco. Así descubrí un universo musical que me volvió loca y un montón de artistas que me encantaron, como Sophie”. De esta manera, Mabel empezó a tocar en esas fiestas virtuales, típicas del confinamiento, para después salir a las pistas reales.

Lo que empezó siendo un interés amateur se transformó en un estilo de vida y también en un trabajo. Semana tras semana, Mabel hace sonar sus tracks en las fiestas y discotecas de Buenos Aires. Hace bailar a las personas. También las hace sudar. En un contexto donde el Estado invita al desánimo y a un giro a la derecha, Mabel responde con baile y excitación. Es una de las encargadas de hacer que muchas personas hagan lo más antisistémico que existe: bailar, una actividad que no sirve para nada más que para disfrutar. Ella es la encargada de que cientos de personas, cada fin de semana, se entreguen a la catarsis del baile y se opongan a las presiones de estos tiempos financieros. Cae la noche, la música de Mabel suena y ya nadie puede trabajar, estudiar, hacer inversiones, ni tampoco especular con el precio del dólar. Sólo se pueden mover.

En sus djsets, esta artista reinterpreta la música pop, género que siempre escuchó. Todos los éxitos del hyperpop –estilo que se hay vuelto masivo gracias a artistas como Charlie XCX, Slayyyter o Dorian Electra– suenan en las bandejas de Mabel. De alguna manera, esta artista reivindica ese género que durante mucho tiempo fue tildado de banal o comercial. Lo que para algunos es trivial, para Mabel puede ser un acto de resistencia. 

“Este contexto es un contexto muy especial para mí. Por un lado, estoy en un momento en el que quiero hacer valer mi trabajo e intentar vivir de lo que hago. Pero por otro lado, entiendo que hay que seguir apoyando movidas autogestivas o gratuitas para que todas podamos estar en una fiesta porque la fiesta, o espacios como el Puticlú, son ahora los lugares a donde vamos a escaparnos un poco del circo político que estamos viviendo”. Para esta artista, la fiesta funciona hoy como “otra dimensión” en la que podés “podés pasar una noche re loca y permitirte salir de esa burbuja re violenta que trae el fascismo”.

Mabel inserta su faceta dj en el mundo de las artes visuales y viceversa. Cuando pone play en una fiesta, con su look, su mirada, su manera de cantar y bailar las canciones que mezcla, hace aparecer ese lenguaje de la performance con el que tanto trabaja. Cada noche, Mabel confirma que en ella no hay distinción, ni límites claros, entre las cosas que hace. Su cuerpo es una pista de baile y las cosas que bailan en ella son todos los universos que habita una y mil veces