Antonio Enrique "El Tano" Piovoso fue el único detenido y desaparecido por la dictadura que disputó partidos profesionales de fútbol en la Primera División de AFA. Con el buzo de arquero de Gimnasia Esgrima La Plata, ciudad en la que nació el 13 de agosto de 1953, atajó en tres encuentros durante 1973, cuatro años antes de que los militares lo secuestraran el 6 de diciembre de 1977, cuando tenía 24 años.

Sebastián Piovoso es su sobrino.  Hijo de Héctor, el único hermano de Antonio. Tiene 45 años y es de La Plata, pero transitaba los 13 cuando se enteró, por un comentario desafortunado de un comensal, que tenía un tío que había sido secuestrado y desaparecido. "Estábamos en una sobremesa en mi casa, y probablemente haya sido por estas fechas, porque en la radio estaban hablando sobre los desaparecidos", cuenta a BuenosAires/12

Ahí, por primera vez, se topó de lleno con su historia familiar y el silencio de sus parientes. Y si bien sus recuerdos no son claros, señala que hizo "alguna que otra pregunta", pero lo único que atinaban a contestarle su papá y su abuela Elsa, la mamá de Antonio, era que su tío "en algo andaba".

Los papás de Piovoso, Enrique y Elsa, eran oriundos de Saladillo, pero tuvieron sus dos hijos en La Plata, en el barrio Gambier. Cuando Sebastián se enteró de la historia de su tío era chico, pero la duda siempre le quedó rondando en la cabeza. "Al principio intenté hablar con mi papá, pero como vi que no iba por ahí, no insistí. Busqué respuestas puertas adentro y amagaron un poco, pero me cortaron el tema. Se decidió tapar por miedo, pero también porque mi papá nunca superó la desaparición de mi tío, entonces decidió no hablar", cuenta el arquitecto.

Sebastián carecía de información a tal punto que comenzó a cursar la carrera de arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata sin saber que, además de pararse abajo de los tres palos, su tío tenía la misma pasión por las construcciones y estaba a punto de recibirse de arquitecto cuando lo secuestraron. La sorpresa llegó cuando cursaba primer año y su abuela le dio unos libros de su tío relacionados a la profesión. A los pocos meses supo que Elsa sintió miedo cuando se enteró de que su nieto iba a estudiar arquitectura. Los fantasmas del pasado andaban por ahí.

Pero la facultad tenía guardado un pedazo grande de claridad para Sebastián, que se cruzó con una profesora que había conocido a Antonio. Gracias a eso empezó a investigar y cuando estaba a punto de recibirse se contactó con amigas de su tío. Recuerda Sebastián: "Una de ellas era la hermana del mejor amigo de mi tío, que era Humberto Moirano, a quien no conocí. Ellas se emocionaron porque volvieron a tocar el tema después de muchos años, y encima me vieron en el rostro algunos rasgos de mi tío, del cual, sin saber, seguí sus pasos al hacer arquitectura".

En su casa no se hablaba de política. Él creció con la frase que decía que su tío "en algo andaba", y ya. "Mi familia lo tapó y no se habló más", remarca Sebastián mientras recorre en su cabeza los recuerdos de su infancia. "De chico, de la casa de mis abuelos, me traje una remera de arquero y unos guantes, y muchos años después supe que eran de mi tío".

A pesar de su baja estatura, y a fuerza de entrega y buena ubicación, Antonio inició su camino en Peñarol de Gonnet y tiempo después pasó a las inferiores de Estudiantes de La Plata. Llegó a integrar el banco de suplentes de la primera "pincharrata" en 1971, pero poco tiempo después, aún perteneciendo a la tercera división, Piovoso quedó libre y cruzó de vereda. Se fue al bosque platense para vestir los colores azul y blanco del "tripero".

A Gimnasia llegó para ser el tercer arquero del plantel profesional. El titular en ese puesto era un tal Hugo "el loco" Gatti, su ídolo, que era secundado por Daniel Guruciaga. Si bien nunca lo hizo como titular, Piovoso llegó a debutar como profesional e ingresó desde el banco de suplentes en tres encuentros. Saltó a defender el arco en el Metropolitano de 1973 contra Argentinos Juniors en La Paternal, y contra All Boys y Rosario Central en el bosque. Las tres fueron derrotas, pero en el último partido, contra los rosarinos, un error garrafal del arquero marcó no sólo la derrota, sino también el final de su corta carrera como jugador de primera división.

Piovoso ya estudiaba arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata cuando se alejó de Gimnasia. Al año siguiente recaló en el interior y jugó en diversos equipos bonaerenses. En 1974 se paró en el arco de Huracán de Tres Arroyos, donde coincidió con Carlos "el Chivo" Rivada, que también fue desaparecido, y luego pasó a Atlético Mones Cazón, que está a 40 kilómetros de Pehuajó. En 1975 jugó en Athletic de Azul, y en 1976 atajó en Nación de Mar del Plata.

A fines de noviembre de 1977, Piovoso rindió el final de la materia Arquitectura 5. Él trabajaba en un estudio de arquitectos ubicado en el último piso de las galerías Williams del centro platense, en calle 8 entre 48 y 49. El 6 de diciembre de 1977, un grupo de tareas que llevaba adelante el Operativo Escoba, que secuestró en tan sólo un día a más de un centenar de integrantes del Partido Comunista Marxista Leninista en todo el país, arrastró a Piovoso por los pasillos.

Si bien el sobrino de Piovoso explica a BuenosAires/12 que Antonio "tenía varios amigos que militaban y eran dirigentes del partido Marxista Leninista", remarca que el ex arquero de Gimnasia no era un ferviente militante ni nada que se le asemeje. De hecho, diversos testimonios coinciden en que los militares fueron a buscar a Jorge Martina, pero cebados por su accionar violento, se llevaron a Piovoso "por tener el pelo largo", según atestiguó su amigo ya fallecido Humberto Moirano.

"Nunca se supo nada de su paradero, lo único que se sabe es que esa noche que lo secuestraron lo escucharon en La Cacha. Después hubo muchos comentarios, pero ninguna confirmación", cuenta Sebastián.

Luego de recoger diversos testimonios con amigos y amigas de su tío, que comprobaban que Antonio "no andaba en ninguna", Sebastián encaró a su abuela, y esta se soltó. "Me di cuenta que ella esperaba y necesitaba alguien con quien hablar de mi tío. Hablamos de él, se emocionó mucho y se alegró porque la información que recogí confirmaba lo que ella pensaba: sabía que mi tío no andaba en nada. Todos le decían 'en algo andaba', pero le confirmé lo que ella sabía, mi tío estudiaba, trabajaba y quería jugar al fútbol y nada más". Esa tarde, Elsa sacó del placard fotos, trofeos, medallas, cartas de sus novias, cosas de la facultad, agendas chiquitas que tenían teléfonos anotados, cosas ocultas y demás.

Desde que finalizó la dictadura, el fútbol argentino no habla de Piovoso. "Sólo plantaron un árbol y pusieron una placa en el predio de la AFA en 2021, y nada más, no hay ningún reconocimiento ni recuerdo", dice Sebastián. Gimnasia y Esgrima La Plata es la excepción, y "fueron los únicos que siempre estuvieron", subraya. El año pasado, el tripero le rindió homenaje a 29 hinchas, socios, deportistas y dirigentes secuestrados y desaparecidos entre 1976 y 1983, a los cuales declaró como socios honorarios, y entre ellos estuvo Antonio.

Dice Sebastián que su tío y todos los secuestrados, torturados y desaparecidos "no tienen el lugar que merecen". Y amplía: "Antes de que yo investigue, se recordaba en la facultad y nada más. A partir de que yo lo hice visible, surgieron homenajes y reconocimientos". Cada vez que lo homenajean siempre le avisa a su papá, el hermano de Antonio, "pero él no quiere, y siempre voy solo", explica.

"Me genera tristeza, porque mi tío tenía la ilusión de hacer su carrera jugando al fútbol y jugar en River, club del cual era hincha", dice con la voz entrecortada. No duda al afirmar que el olvido "tiene un correlato con la actualidad", y asegura que "no son casualidad las cosas que se escuchan hoy en día". "Es bastante triste que nieguen lo que pasó, sobre todo cuando hablan del número de víctimas. Sean las que sean, es una barbaridad que los militares hayan decidido que la vida de uno, mil, ocho mil, o treinta mil tengan que terminar, por la cuestión que sea".

Subraya que "sirve recordarlos porque fueron chicos que, mientras vivieron, tenían ilusiones que fueron robadas", y sentencia: "Es bueno no olvidar ni distorsionar lo que pasó, hay que recordarlo como fue porque es parte de nuestra historia. Esa es la única manera para no repetir el pasado, porque la dictadura es algo que no tiene que pasar nunca más".